Un viaje por la mágica Sierra Gorda puede ayudarnos a no sólo a encontrarnos nosotros mismos, sino a conectarnos con los pueblos originarios de México. Y es que este paisaje montañoso ofrece una multitud lugares que nos permiten estar en verdadero contacto con la naturaleza.
La inmensidad de la Sierra Gorda guarda secretos fastuosos y llenos de historia. Es el caso de las cinco misiones franciscanas del siglo XVIII que están en los poblados originarios de la sierra.
Durante la evangelización de México, el fraile español Junípero Serra se encargó de esparcir la palabra del catolicismo en los lugares más recónditos del territorio. La sierra queretana fue uno de los puntos estratégicos de la misión, ya que, por un lado, era el paso comercial entre Guanajuato y Zacatecas y, por otro, era uno de los lugares del centro de México donde las comunidades pames opusieron mayor resistencia a la conquista.
La construcción de las cinco misiones en las localidades principales de la zona —Jalpan de Serra, Arroyo Seco, Tancoyol, Tilaco y Santa María del Agua de Landa— fue obra de las comunidades que habitaban la región, que, con la guía de frailes españoles, aprendieron sobre técnicas y herramientas de trabajo.
En las fachadas de los templos abundan los ángeles con rasgos indígenas, elotes, jaguares y flores, todos elementos atípicos en el imaginario cristiano.
En un esfuerzo por armonizar las creencias del pueblo con el catolicismo, las edificaciones se hicieron usando el barroco mestizo; un estilo estrafalario que está lleno de detalles decorativos que se pueden apreciar sobre todo en las fachadas donde abundan los ángeles con rasgos indígenas, elotes, jaguares o flores, elementos atípicos en el imaginario cristiano y que en la Sierra Gorda cobran un significado especial.
En el centro de Jalpan está la primera misión que se construyó en la sierra, dedicada a Santiago Apóstol. El tranquilo ambiente de la plaza invita a quedarse en alguna de las bancas a la sombra para ver con atención el sincretismo de la construcción.
En la comunidad de Arroyo Seco se encuentra la más pequeña de las misiones, la de San Miguel Concá. Este recinto está rodeado por montañas tan cercanas que, cuando uno está ahí, tiene una sensación de cobijo. Se recomienda quedarse un rato en el atrio para disfrutar el ritual de fe que reúne a los habitantes del pueblo.
Por su parte, la misión de Tancoyol está internada más profundamente en la sierra y está dedicada a Nuestra Señora de la Luz. Aunque en todas las misiones hay detalles llamativos e imágenes de las batallas que se pelearon en el territorio —figuras de santos sin cabeza u otras partes del cuerpo, por ejemplo—, la fachada de esta misión es una de las más elaboradas, por lo que vale la pena contemplarla con tranquilidad.
La misión dedicada a San Francisco de Asís está en el valle de Tilaco. Este lugar, lejos de la influencia religiosa, es una verdadera experiencia natural. Al entrar al pueblo, una montaña gigantesca, que se alza detrás de la misión muestra su imponente presencia. Hay algo en esa montaña que inspira tranquilidad y bienestar; su efecto es casi magnético.
La última misión que fue construida es la de Santa María del Agua de Landa. Su portada muestra figuras labradas que son el resultado de la fusión de creencias de la zona: sirenas con rostro indígena, cuerpos humanos con cabezas de animales, flores y cruces por todos lados.