Es complicado explicar Naviva porque no se puede reducir a la idea de un “hotel” y su realidad es abismalmente distinta del concepto tradicional de todo incluido (ellos lo llaman all-encompassing) que tenemos en la cabeza. Cuando lo visité, me explicaron que el concepto es algo muy similar a visitar la casa de un amigo. Y me gusta esa idea, aunque hasta ahora no tengo ningún amigo con propiedades de 19 hectáreas frente al mar, rodeadas de selva, una alberca gigante y con servicio del Four Seasons, pero estoy abierta a nuevas amistades.
La llegada es libre de trámites y del check in, con un trato cálido y personal, tal como te recibirían en casa de un amigo. Te llevan a tu habitación con vista al mar, una pequeña piscina privada y una salita para tomar el café por la mañana o una cerveza para ver el atardecer. Todo con vista a la bahía de Banderas y un estilo selvático y aventurero que recuerda los safaris africanos.

Pasé la mitad del tiempo tomando el sol en el deck y la otra mitad con los binoculares que estaban en mi habitación, cazando alguna ballena jorobada que saltara en el mar o algún grupo de delfines jugando. Dan ganas de quedarse dentro de esa suerte de tents de lujo para siempre. Sin embargo, en el resto del hotel también hay actividades (incluidas en su mayoría) que te invitan a explorar. Por ejemplo, en los días que estuve tomé una clase de box con un entrenador personal, tosté café por la mañana, practiqué yoga en un deck entre rocas y frente al mar, hice un hike para conocer la flora y fauna de la propiedad, me dieron una sesión de sound healing y un masaje, y participé en un temazcal. Todo esto en tan solo tres días.

Para la hora de la comida no hay un menú como tal. Hay sugerencias por la mañana, pero también son capaces de cumplir antojos específicos sin problema. Tal vez unos huevos rancheros o unos chilaquiles. Por las noches sí tienen un menú específico que cambia diariamente y que en gran parte elaboran con las verduras del huerto detrás de la cocina, el cual cada día crece más. Obviamente, dentro de la idea del all-encompassing todas las comidas, snacks, bebidas, vinos y licores están incluidos. Y se puede desayunar o comer en su restaurante Copal, en la habitación… o hasta en un pícnic en la playa.
La maravilla de Naviva es su ubicación, por la privacidad de la que se puede gozar, así como el trato cálido y, sobre todo, la disposición de su equipo para que todo sea viable, en un lugar donde dan ganas de no hacer nada, pero es posible también hacerlo todo.
