¿Qué hace que un centro cultural sea un buen centro cultural? Algunas veces se trata de la calidad de las exposiciones y del arte que ahí se expone. Otras, de la cantidad de gente que lo visita o de la arquitectura de sus espacios. Sin embargo, hay un ingrediente que no se puede comprar y que es además crucial: un lugar dentro de la comunidad. Y la antigua Fábrica de Hilados y Tejidos de San Pedro tiene exactamente eso.
Fundada a finales del siglo XIX por el empresario michoacano Leopoldo Hurtado Espinosa, la fábrica llegó a ser la mayor de Uruapan. Con unos 6,000 husos y 200 telares importados, durante su época dorada, a finales del porfiriato, producía cientos de metros de telas de algodón, lana y lino.
Y aunque la Revolución supuso un duro golpe del cual nunca pudo recuperarse del todo, la fábrica se mantuvo operando con altibajos durante casi todo el siglo XX, de tal manera que, cuando cerró sus puertas en 1995, era prácticamente imposible encontrar a un habitante de Uruapan que no conociera a alguien que hubiera trabajado en el antiguo centro textil.
Un inadvertido patrimonio textil
La idea de recuperar la fábrica de San Pedro surgió en 2017, cuando el artista plástico Javier Marín (quien, por cierto, es originario de Uruapan) se propuso rescatar la nave principal y convertirla en un centro cultural.
En el proyecto estuvieron involucrados la fundación del artista, la curadora Ana Elena Mallet, el Taller de Arquitectura de Mauricio Rocha y la familia Illsey, de quienes hablaremos más adelante, pues merecen su párrafo aparte.
Los trabajos comenzaron en 2020 y, tras prolongarse por dos años, el nuevo Centro Cultural Fábrica de San Pedro finalmente abrió sus puertas el 7 de abril de este año.
Contrario a la mayoría de los típicos espacios industriales recuperados, donde únicamente se suele resaltar el factor cool del lugar y se omite todo lo demás, aquí la historia de la antigua fábrica ocupa el sitio de honor.
En adición a la línea del tiempo obligatoria, una muestra sobre Telares Uruapan les da la bienvenida a los visitantes. Coloridas telas que cuelgan de piso a techo, madejas de diversos algodones teñidos y hasta un telar de pedal auténtico nos reciben al entrar.
En 2017, Ana Elena Mallet descubrió casi por azar el fascinante papel que los Telares Uruapan tuvieron en el diseño moderno mexicano y el estadounidense de mediados del siglo XX, y este núcleo expositivo da cuenta de ello.
Fundados en 1956 por el matrimonio de Walter Illsey y Bundy Granich, con el apoyo directo de Lázaro Cárdenas, Telares Uruapan fue un proyecto textil que se instaló en la fábrica de San Pedro, retomó la tradicional cambaya michoacana, la combinó con el color del Mid Century Modern y se convirtió en un éxito de ventas en México y Estados Unidos.
Leyendas del diseño, como Alexander Girard o Fred y Barbara Meiers, realizaron diseños para ellos, y gigantes como Knoll y Herman Miller los comercializaron. Hoy día, Telares Uruapan se mantiene como una empresa familiar administrada por los descendientes de Walter y Bundy.
Si bien la compañía experimentó momentos difíciles a finales del siglo XX y comienzos del XXI, cuando el auge de los textiles sintéticos, vendidos a precios irrisorios, acaparó buena parte del mercado, la actual revalorización de lo artesanal y lo “hecho a mano” le ha dado un nuevo aire, con clientes que van desde Delta Airlines hasta Onora Casa.
Muchos planes por venir
De regreso a la fábrica, y tras atravesar la parte dedicada a la historia de Telares Uruapan, nos reciben 150 prendas que han sido instaladas en la antigua nave industrial recién convertida en galería. Ana Elena Mallet, quien se ha convertido en una gran promotora de la ciudad y del centro cultural, fue también la comisionada para curar su exposición inaugural.
Para ello se encargó de contactar a 50 diseñadores independientes y los invitó a diseñar tres conjuntos cada uno. ¿La única condición? Que para sus creaciones únicamente utilizaran cambaya cruda, un guiño al textil estrella de Telares Uruapan.
Se trata también de una de las telas más representativas de Michoacán: inventada en el siglo XVI, nació de la mezcla entre el arte textil tradicional de los indígenas purépechas y la introducción de los telares de pedal, de origen europeo.
La exhibición se compone lo mismo de blusas minimalistas que de chaquetas, blusones, gabardinas y hasta vestidos de noche y de coctel. Eso sí, todos blancos (o más bien color “hueso”), magistralmente confeccionados con cambaya local.
Todas las piezas están agrupadas de tres en tres, en torno a las columnas que sostienen el típico techo michoacano de madera, y fueron hechas por algunos de los principales diseñadores que trabajan en México. Está Casilda Mut, Carla Fernández, Carmen Rión, Sandra Weil y Benito Santos, pero también Simple by Trista, Cynthia Buttenklepper, Yoloxochitl Alvarado, Macario Jiménez, 1/8 Takamura, Francisco Cancino y Yakampot, entre muchos otros.
Lejos de la típica (y medio insulsa) estética de cubo blanco tan de moda en los museos y galerías de arte contemporáneo, el nuevo centro cultural ha decidido conservar no sólo los pisos, las columnas y los techos de madera de la antigua fábrica, sino también la maquinaria que alguna vez utilizó.
Únicamente hay que descender por las escaleras a la planta baja del edificio para encontrarse no sólo con el café y la tienda del centro cultural, sino con una infinidad de telares, engranes y otras máquinas de principios del siglo XX que yacen apiladas, como esperando a que alguien las aceite y las ponga a trabajar nuevamente. Más que chatarra, todo se ve y se siente con potencial, y afuera la sensación sigue.
El edificio trasero de la fábrica lo está renovado el despacho de Mauricio Rocha y próximamente albergará residencias para artistas, talleres, cursos y diplomados. De este modo, el nuevo centro cultural busca ser no sólo una galería, sino convertirse en una plataforma que fomente la formación, experimentación y producción en torno al diseño, el arte y la cultura alimentaria.
Más allá de los aguacates: una capital artesanal
Para cumplir con este ambicioso objetivo, el Centro Cultural Fábrica de San Pedro tiene además otra gran ventaja: estar en Uruapan.
Aunque en años recientes la ciudad se ha hecho famosa por ser la capital mundial del aguacate (de aquí salen las toneladas que año con año baten récords de exportación para el Super Bowl), Uruapan se encuentra en el corazón de la meseta purépecha, convenientemente cerca de numerosos pueblos y centros de producción artesanal.
Por eso no es casualidad que, para inaugurar el nuevo centro cultural, se haya elegido hacerlo en abril, y más específicamente durante los días previos al Domingo de Ramos, cuando la ciudad alberga el mercado artesanal más grande de México y de toda América Latina.
De los carpinteros que hacen guitarras en Paracho a los alfareros de Capula, famosos porque decoran todas sus obras con pequeños puntos de colores, año con año descienden a Uruapan los artesanos de prácticamente todo Michoacán, una lista inmensa dado que este estado es reconocido porque cada uno de sus pueblos se especializa en una técnica particular.
Sólo hace falta observar cuidadosamente y hacer algunas preguntas a los artesanos-vendedores del tianguis para empezar a enterarse de que, por ejemplo, Ihuatzio sólo produce cestería; Tzintzuntzan, alfarería de barro blanco; Patamban, de barro rojo, y Santa Fe de la Laguna, de barro vidriado. O que en Ocumicho se elaboran figurillas que se inspiran en diablos, mientras que en Huancito se moldean cántaros y en Angahuan y Aranza se tejen rebozos.
Cuanajo, por otro lado, es famoso por sus muebles de madera exquisitamente tallada y Santa Clara del Cobre por su orfebrería, hecha, como su nombre nos da una pista, de ese metal. La lista podría extenderse aún más y eso, de hecho, es mérito de un solo hombre: Vasco de Quiroga.
Nacido en España en la segunda mitad del siglo XV y llegado a la Nueva España por órdenes de Carlos V, Vasco de Quiroga fue un abogado que llegó a convertirse en el primer obispo de Michoacán.
Convencido de que conocer (y especializarse) en un oficio era algo vital para que los indígenas del actual territorio michoacano mejoraran su calidad de vida tras la conquista, Vasco de Quiroga promovió, entre muchas otras cosas, que cada población se dedicase a un trabajo en particular.
Esa herencia se mantiene hasta hoy y, aunque el plan de recorrer los pueblos michoacanos para adentrarse de lleno en esta riquísima tradición artesanal es muy tentador, visitar el tianguis artesanal de Domingo de Ramos es una oportunidad inigualable para ver toda esa variedad reunida en un solo lugar.
Desde alcancías, trompos y carritos hasta las espléndidas piñas de barro vidriado que todos hemos admirado alguna vez, todo lo que puede producir la creatividad y la habilidad michoacanas parece existir entre los pasillos de este mercado temporal.
Aunque el plan sea sólo cruzarlo para llegar al otro lado de la plaza, es difícil salir sin haber comprado algo. Además, y si bien el tianguis se prolonga por dos semanas, bien vale la pena asistir los primeros días, cuando la casa de cultura se encuentra llena con las piezas que concursan en el certamen estatal de artesanía y la ciudad celebra la ocasión con conciertos, desfiles, concursos de vestimenta tradicional y muestras de comida regional; mención especial al espectacular caldo de pescado de Ichupio y al inesperado pero delicioso atole de tamarindo de Tarécuato.
Si bien los titulares sobre Michoacán suelen enfocarse en la difícil situación que atraviesa el estado en términos de seguridad, descubrir este otro lado de Uruapan (lleno de creatividad, historia y, sobre todo, potencial) resulta no sólo refrescante, sino también inspirador.
El primero de los talleres que impartirá el nuevo centro cultural ya empezó clases, un diplomado en diseño colaborativo está próximo a comenzar y es difícil visitar sus exposiciones sin escuchar a algún lugareño que cuenta cómo su papá o su abuelo alguna vez trabajó aquí. Entonces, no es casualidad que la exposición inaugural del Centro Cultural Fábrica de San Pedro haya sido nombrada Punto de Partida.
Dónde dormir
Dónde comer
Qué ver
Parque Nacional Barranca del Cupatitzio
Cuándo ir
Aunque el clima es agradable prácticamente todo el año, no hay como visitar Uruapan durante el Domingo de Ramos, cuando su plaza principal alberga el mercado artesanal más grande de América Latina, o en los primeros días de noviembre, para las celebraciones de Día de Muertos.