Jalisco

Four Seasons Tamarindo: único en su tipo

Por su ubicación y las colaboraciones que lo hicieron posible, el Four Seasons Tamarindo es una de las aperturas recientes más emocionantes en México.

POR: Mary Gaby Hubard

Dicen por ahí que no hay segundas oportunidades para las primeras impresiones. Y, francamente, el Four Seasons de Tamarindo se lleva las palmas con su primera impresión. Después de un vuelo corto desde Ciudad de México a Manzanillo, 30 minutos de carretera y 15 minutos de recorrido por la reserva de Tamarindo, uno se baja del coche para descubrir una de las mejores vistas de México. Se trata del lobby del hotel.

El primer encuentro de los huéspedes con el Pacífico está enmarcado por el piso de piedra del lobby, los muros de concreto (pintado del mismo color que la arena de la playa) y los primeros elementos decorativos, que dejan clara la atención al detalle que le han puesto a cada rincón del hotel. Un mural de arte huichol decora uno de los muros y representa la noche estrellada de Tamarindo. Del otro lado hay un tronco recuperado de más de 100 años, que funge como el mueble de la recepción. Este tipo de detalles se replica a lo largo y ancho del hotel: muros levantados a mano con piedras labradas, cojines con bordados hechos en telar de cintura por mujeres de Chiapas, muebles diseñados por Uribe Krayer con madera de parota recuperada.

En el frente arquitectónico, este proyecto resulta de gran relevancia también. Hace aproximadamente 10 años comenzó su concepción, así como la colaboración entre dos de las firmas arquitectónicas más importantes de México: la de Víctor Legorreta y la de Mauricio Rocha, quienes se unieron como Lego|Rocha específicamente para este proyecto. Con un estilo mexicano contemporáneo en el que brilla la autenticidad y el buen gusto, crearon una propiedad que fomenta la conexión con la jungla, el océano y el entorno en general. Desde todos los rincones del hotel es evidente el papel protagónico que tiene el paisaje, en el que conviven la selva tropical con la montaña y la playa. El hotel se compone de 157 habitaciones y suites que se distribuyen a lo largo del acantilado y frente a la playa, pero sólo ocupan 2% del área de la reserva de Tamarindo.

Fotos: Four Seasons Resort Tamarindo por Mauricio Ramos.

Las habitaciones tienen albercas infinitas de las que dan pocas ganas de salir, aunque vale la pena hacerlo y aprovechar alguna de las excursiones por tierra y por mar para entender la relevancia natural de la reserva. Hay decenas de senderos por los que se puede hacer caminatas guiadas de la mano de biólogos e investigadores.

Para comer, la taquería Nacho ofrece algún antojo envuelto en maíz a un lado de la alberca; Coyul, en el que el menú diseñado por Elena Reygadas prioriza los vegetales e ingredientes frescos, o Sal, donde el pescado es el protagonista y los atardeceres desde la barra son la compañía perfecta. Y también del lado gastronómico hay que mencionar Rancho Ortega, a cargo de Nicolás Piatti, el director culinario del hotel. Es un gran proyecto dentro de otro gran proyecto. Se trata de una finca que ocupa 14 hectáreas dentro de la misma reserva, dedicadas al cultivo y la crianza de animales.

La propiedad del Four Seasons de Tamarindo en sí misma es una joya, pero su mayor virtud está en la colaboración, en la elección de personajes apasionados que igual pueden llevarte a un paseo en lancha para ver la propiedad desde el agua que a un safari de insectos o un paseo por las plantaciones de la finca.

 

Colaboradores en el proyecto de Four Seasons Tamarindo

Kris Goyri: Diseño de uniformes

Mario Schjetnan: Paisajismo

Esrawe Studio y Bibiana Huber: Diseño de los restaurantes

Uribe Krayer y Estudio Esterlina: Diseño de interiores

Elena Reygadas: Restaurante Coyul

Ensamble Artesano y Taller Maya: Boutique del hotel

Víctor Legorreta y Mauricio Rocha: Proyecto arquitectónico

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