Éste es un registro fotográfico de dos viajes que hice por Oaxaca, entre playas y pequeños pueblos. Aunque en ambas ocasiones fui por trabajo, pude explorar y capturar la costa oaxaqueña, a la que nunca había ido, pero que me cautivó desde el primer viaje.
Primero estuve en Punta Pájaros, a unos 25 minutos del centro de Puerto Escondido, en un research trip entre el refugio artístico Casa Wabi y el tranquilo Hotel Escondido. Disfruté una comida en el restaurante japonés Kakurega Omakase, así como una ceremonia con hongos tradicional, y caminé por kilómetros de playas solitarias que me dejaron completamente enamorada.
Mi segundo viaje me llevó a las pacíficas playas de Zipolite, un par de horas al sur por la costa, donde no sólo me hospedé en el Hotel Sebastián de los Milagros, sino que también pude convivir con esta increíble comunidad, caminar por Playa del Amor y conocer su vibrante vida nocturna. También me aventuré por los pueblos vecinos de San Agustinillo y Mazunte, para probar sus mariscos, explorar sus playas y entender más sobre la región.
La costa de Oaxaca es más que un lugar, es un sentimiento que te acompaña mucho después de haber partido.
