Donde las paredes hablan: la tradición gráfica de Oaxaca
El arte contemporáneo en Oaxaca se imprime. Los artistas de la ciudad han escogido las técnicas gráficas como la forma ideal para expresarse, una tradición que se ve por sus calles y se remonta a Toledo y Tamayo.
POR: Iker Jáuregui
Las calles de Oaxaca tienen su propia iconografía: puños alzados, bigotes villistas, pasamontañas zapatistas, milpas, Fridas, estrellas rojas, esqueletos danzantes, vasitos de mezcal y decenas de otros símbolos populares que se han ido resignificando y adueñando de las paredes por toda la ciudad.
Espacios que en otro sitios estarían ocupados por propaganda electoral o anuncios publicitarios, aquí están cubiertos con arte en forma de carteles y rótulos, “las pegas”, como se les conocen en Oaxaca. Son gestos que se originan en la tradición, por toda la influencia artística que ha transitado históricamente por la ciudad, pero también en la inquietud estética y creativa de nuevas generaciones que van revalorando su legado gráfico.
Con el tiempo, estos trazos se han ido convirtiendo en un dialecto que la propia ciudad ha escogido para señalar injusticias, pelear sus luchas y retratar su realidad y cosmovisión. Son ilustraciones cargadas de significado, en un formato que puede reproducirse tantas veces como sea necesario, hasta que el mensaje surta efecto, hasta que la idea cale.
Una voz que tiene eco
Es complicado acotar el arte gráfico a una definición específica. Es algo que ha ido cambiando desde el momento de su concepción, conforme la tecnología va permitiéndole más posibilidades, junto con nuevas técnicas. Básicamente suele referirse a cualquier manifestación artística y visual que esté relacionada con un proceso de impresión.
Con todo lo que esa holgura podría abarcar, los artistas oaxaqueños no se han limitado a una sola técnica, sino que se han sumergido de lleno en las diferentes formas del grabado, la litografía y la serigrafía, incluso en cualquiera de sus variaciones digitales más modernas.
El arte gráfico tiene una diferencia esencial con otras manifestaciones artísticas, algo que quizá pueda unir en un mismo concepto cualquiera de sus formas. Mientras que otras obras normalmente obedecen a la singularidad de lo exclusivo, de lo único e irrepetible, la producción gráfica está hecha para replicarse.
“Se multiplica, se masifica –opina Daniela Ram, artista gráfica y fundadora del taller oaxaqueño Hoja Santa–, una misma obra suele estar en varios lados a la vez. En diferentes contextos.”
La utilidad de esta cualidad transgresora no pasó desapercibida para los movimientos sociales y artísticos de Oaxaca. Un mensaje que podía resonar al mismo tiempo en una sala de exhibición que en una colección privada o retratada en las calles. Una voz que se multiplicaría.
Las semillas
Aunque ahora es difícil imaginarlo, Oaxaca no siempre se ha percibido a sí misma en estos términos. No todo el tiempo se ha expresado por medio del grabado y la litografía. La tradición artística en la región, como en cualquier otro lugar de México, estaba más relacionada con lo pictórico, con lo que había resultado de la inmensa influencia barroca y, desde luego, con el arte popular.
Sin embargo, durante el siglo XX los dos grandes referentes del arte contemporáneo oaxaqueño coincidieron en cuanto a sus inclinaciones gráficas. Primero Rufino Tamayo, quien, aunque quizá sea más reconocido por sus óleos o murales, también produjo una obra gráfica de más de 400 litografías y mixografías. Después, Francisco Toledo continuó experimentando y terminó por elevar estas técnicas al estatus que tienen actualmente.
Las artes gráficas resonaron con una fuerza especial entre los oaxaqueños desde el principio. No sólo por la posibilidad de masificar y replicar un mensaje con facilidad, algo crucial para una comunidad con importantes inquietudes sociales, sino por la relación del trabajo artesanal de la impresión con sus propias tradiciones. “Oaxaca es un lugar donde no hay industria, las cosas se hacen con las manos”, comenta Daniela Ram para explicar el arraigo local de las artes gráficas.
El museo más grande de la ciudad
Tanto Tamayo como Toledo fundaron instituciones que se han transformado en los núcleos del arte gráfico en la ciudad. El primero, junto con otros maestros oaxaqueños, abrió un taller que lleva su nombre y se ha consolidado como un importante semillero de la “escuela oaxaqueña”, que ha formado a jóvenes artistas tanto en pintura como en grabado. Por su parte, Toledo fundó el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), un espacio cultural que, además de guardar su propia obra, alberga una de las colecciones de artes gráficas más importantes de Latinoamérica, en dos sedes en el centro de Oaxaca.
Aunque existen espacios con acervos significativos de arte gráfico oaxaqueño, en realidad no hay un gran museo donde se concentre toda esta tradición. Y es que el museo más grande de Oaxaca en realidad son sus calles. La mejor forma de conocer a fondo el trabajo de los artistas contemporáneos, la tradición del grabado y la litografía es recorriendo la ciudad a pie y deteniéndose a contemplar “las pegas”. Los carteles y las ilustraciones con los que la ciudad se hace escuchar.
Para quien quiera conocerlos aún más a fondo, los talleres también suelen abrir sus puertas. Los oaxaqueños dicen que son la ciudad con más imprentas en todo el país y muchos son espacios de exhibición permanentes y centros culturales. Ahí es donde sucede la producción artística, desde el diseño hasta la impresión. También se ha formado una gran comunidad, en la que a veces es difícil separar la labor artística y el activismo.
Por ejemplo, Pasaporte Gráfico es una iniciativa que ha planeado una ruta para caminar por el centro de Oaxaca e ir conociendo estos espacios de cerca. Ideado por los propios artistas locales para difundir su trabajo y acercarse a la comunidad de Oaxaca y a los visitantes a la ciudad, es un recorrido por pequeños talleres, donde es posible entender el proceso y las técnicas detrás de la labor gráfica, e incluso hacerse de unas piezas.
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