La tradición alfarera tiene más de 4,000 años de existencia, pero poco a poco ha tenido que irse adaptando a las adversidades de la modernidad y la globalización, a retos como la alta demanda o los tiempos de entrega. Algunos artesanos del sur han decidido hacerles frente a estas nuevas épocas de la única forma posible: unidos. Asegurándose de empoderar a su comunidad y, al mismo tiempo, preservar un legado milenario, así formaron la Cooperativa 1050 Grados.
Todo empezó cuando los diseñadores mexicanos Kythzia Barrera y Diego Mier y Terán se embarcaron en un viaje a Oaxaca para descubrir las raíces de la alfarería mexicana y quedaron cautivados por la belleza y complejidad de esta herencia. Sin embargo, también se hizo evidente para ambos que esta rica tradición tenía el riesgo de desaparecer. No era algo que se enseñara en las escuelas de diseño y arte, donde más bien se centraban en las tendencias internacionales, y la labor de los artesanos no tenía el reconocimiento que realmente merecía.
1050 Grados, cuyo nombre hace referencia a la temperatura ideal para la cocción del barro, precisamente surgió como un espacio en el cual la alfarería pudiera florecer y sus artesanos prosperar en condiciones justas. Había que empezar por darle reconocimiento, mostrando todo lo que podía aportar al mundo del diseño contemporáneo, pero también entendiendo que el diseño puede ser una forma de brindar soluciones para las comunidades que lo trabajan.
Un viaje al corazón de la tradición
La misión no era fácil. Para regresarle a la alfarería mexicana el valor que siempre debería haber tenido, Kythzia y Diego se sumergieron en una investigación que les tomó más de siete años. Ese tiempo lo dedicaron sobre todo a escuchar a los alfareros que han heredado siglos de conocimientos y técnicas.
Entre los testimonios de quienes han mantenido viva la artesanía del barro, coincidía una preocupación general por la falta de medios para sobrevivir únicamente de su oficio. De unos años para acá, la alfarería había dejado de ser suficiente para subsistir, sobre todo a partir de la participación de México en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que prohibió exportar barro con plomo a Estados Unidos y Canadá.
Entonces idearon un modelo de negocio cooperativo, el cual se basó en principios de equidad, solidaridad y autogestión. Aquí, cada artesano tiene voz y voto en las decisiones generales, lo que les permite tener un mayor control sobre su trabajo y sus ingresos. Al proporcionar un mercado justo para sus productos y ofrecer capacitación, 1050 Grados empodera a los artesanos y mejora su calidad de vida. Además ha contribuido a preservar la identidad cultural de los pueblos indígenas.
Las técnicas y los materiales que usan las artesanas son los mismos que se han ido transmitiendo de generación en generación desde hace siglos. El barro se extrae en las propias comunidades, se mezcla con agua y se amasa a mano para crear piezas únicas. La cocción se realiza en hornos de leña, siguiendo métodos tradicionales que garantizan la calidad y durabilidad de las piezas. Kythzia y Diego incluso han ideado fórmulas para responder a la limitante del Tratado de Libre Comercio que prohibió la exportación de productos con plomo.
La cooperativa también ha experimentado con nuevos diseños y acabados, pero sin darle la espalda a un legado histórico que, de otra forma, estaría en riesgo de perderse. El resultado son piezas contemporáneas que conservan la esencia de la alfarería mexicana y atraen a un público más amplio.
1050 Grados rumbo al futuro
La competencia con productos industrializados, la dificultad de entrar a mercados internacionales y la necesidad de adaptarse a las cambiantes demandas del mercado global quizá serían problemas inaccesibles para los artesanos si los enfrentaran solos. Pero la fuerza de la cooperativa es en conjunto.
1050 Grados ha logrado reconocimiento internacional en un mercado justo para sus productos, además de la creación de un espacio de capacitación y preservación. La cooperativa impulsa las tradiciones artesanales por medio de talleres de formación para nuevas generaciones alfareras y alianzas con organizaciones que promueven el desarrollo del patrimonio indígena.
Sin embargo, desde el principio del proyecto, Kythzia y Diego también tuvieron que plantearse el espacio de la alfarería tradicional en el diseño contemporáneo. Respetando técnicas, tiempos y materiales del barro artesanal, 1050 Grados también ha incursionado en el desarrollo de nuevas líneas de productos, como vajillas, objetos decorativos y piezas de diseño, que se adaptan a los gustos y las tendencias actuales.
La importancia de los que vienen de fuera
El turismo ha desempeñado un papel fundamental en la promoción de la alfarería mexicana y en el apoyo a la Cooperativa 1050 Grados. Gracias a ello, las piezas de cerámica han llegado a un público más amplio, tanto nacional como internacional.
Cada pieza de cerámica es una obra de arte que cuenta una historia, un testimonio del talento y la pasión de las artesanas. Al adquirir una pieza, estás apoyando a las comunidades indígenas y contribuyendo a la preservación de un patrimonio cultural invaluable.