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Los mandamientos del arte

Los DOs and DON’Ts en el mundo del arte contemporáneo.

POR: Redacción Travesías

1.- En el mundo del arte contemporáneo hay que ser discreto.

Este principio podría parecer absurdo de entrada para el espectador común y corriente, pero quizá lo primero que le puede impresionar a un visitante de una galería, al entrar, es el silencio sepulcral que impera en ellas (una galería con música de fondo o con demasiadas interrupciones de un vendedor no se considera una galería seria). Las galerías de arte, como ciertas boutiques, asumen que el visitante es alguien informado, refinado, capaz de distinguir referencias y detalles en las obras de los artistas, de manera que lo más probable es que nadie en la galería misma se moleste en detallar nada al visitante (en los museos, esta información se encuentra, supuestamente, impresa en las cédulas o materiales didácticos, que los estudiantes suelen copiar al pie de la letra en sus cuadernos).

El visitante profesional, como resultado, debe comunicar sólo lo esencial al galerista y, sobre todo, actuar como si no necesitara realmente información. Pretender que uno ya conoce al artista y ya ha visto las obras (incluso cuando las obras nunca hayan sido vistas por nadie anteriormente) es una señal de estatus. En contraste, hablar en exceso se percibe casi como un indicio de ignorancia y miedo a la soledad.

2.- No se debe preguntar si una obra es o no arte.

Una frase clásica del neófito en una exposición es declarar que su hijo de cuatro años podría haber hecho la obra, y de inmediato descartar la obra en cuestión. El leve problema con esta actitud es que denota una lógica según la cual, entre otras cosas, se asume que tanto el artista como el galerista tienen mentalidad de un niño de cuatro años, mientras que son capaces de sobrellevar una vida como adultos que les permite producir exposiciones.

Ciertamente, uno no suele abrir un libro de texto sobre física cuántica y declarar que un diagrama “no es física”; sin embargo, todos parecemos tener el conocimiento necesario para definir lo que es el arte. El visitante experto no suele molestarse con estos temas, dado que el verdadero problema es si el arte que se está observando o viviendo es relevante o contribuye de alguna manera al discurso artístico del momento.

3.- Lo bello es sospechoso en el arte.

Una de las grandes trampas del arte actual es la belleza. Si bien un artista es capaz de producir obra hermosa, los parámetros según los cuales tenemos la tendencia de juzgar algo como “bello” suelen pertenecer a los ideales estéticos de hace varias generaciones (por lo general de nuestros abuelos). Por otra parte, la mayoría de los artistas profesionales conocen el efecto que la belleza produce en el espectador y, por lo general, buscan insertar un comentario casi siempre crítico o irónico al respecto. De manera que una obra que sea simplemente “bella” o atractiva visualmente, puede resultar sospechosa, pues los expertos la podrían tachar de arte ingenuo o kitsch. En otras palabras: cuidado con las pinturas bonitas.

4.- Hay arte que no existe físicamente, pero aun así puede coleccionarse.

Hace unos meses, el actor James Franco anunció en el programa de Jimmy Kimmel que había comprado una obra conceptual por varios miles de dólares, lo cual provocó risas entre el público y el anfitrión. Franco no fue capaz de convencer a Kimmel de que no había sido engañado por comprar una cosa básicamente invisible. Y, sin embargo, eso es exactamente el arte conceptual que se compra y colecciona constantemente en todo el mundo.

Una de las grandes confusiones que genera el arte contemporáneo es su rebeldía ante lo material, la cual comenzó en los años sesenta. Por lo general, el arte conceptual no necesita una manifestación física para existir; es decir, no es forzosamente una superficie pintada o un objeto esculpido. De hecho, los museos que preservan este tipo de obra saben que el material que la constituye (si es que la obra está constituida por algún material) puede remplazarse por otro material equivalente.

Lo importante es la idea que originó la obra. Esto quiere decir, por ejemplo, que si uno destruye el texto escrito de un poema, éste sobrevive siempre y cuando alguien lo recuerde, lo importante es la construcción verbal misma y no su manifestación física. Digamos que coleccionar arte conceptual es como obtener una patente: no se puede impedir que otros lo imiten, pero uno es el verdadero poseedor legal de la idea.

5.- El precio de una obra no siempre es igual a su valor cultural.

Ciertos cuadros están cotizados en verdaderas fortunas, pero quizá es el peor cuadro de un artista famoso. Otras obras de artistas exitosos comercialmente también pueden alcanzar precios elevados, pero no revisten el menor interés para un museo. Hay obras que no se pueden vender, pero que se consideran cruciales para la historia del arte. ¿Cuál es la lógica?

Uno pensaría que el valor cultural y comercial de un objeto están íntimamente ligados y, por lo general, es cierto que aquellas obras que tienen un gran valor histórico suelen alcanzar los millones de dólares. Sin embargo, el mercado del arte suele alterar el precio de las obras de formas a veces sorpresivas. Por ejemplo, un cuadro secundario de un artista famoso puede alcanzar altísimas sumas a pesar de que la obra en sí deje mucho que desear; de manera similar, una gran obra de un artista desconocido puede cotizarse a un precio mucho más bajo de lo que podría alcanzar si la obra fuera de un artista establecido. Luego, hay obras de artistas de segunda o tercera fila (pensemos por ejemplo en Fernando Botero) que no se consideran innovadoras ni relevantes para la historia del arte, pero que se cotizan en sumas altísimas, por lo general porque la obra genera un cierto atractivo para los coleccionistas.

*Extracto del libro Arte contemporáneo en México (Travesías Media, 2015). A la venta en librerías y en Espacio Travesías (Amatlán 33, Condesa; lunes a viernes de 10 a 19 horas). 

 
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