Muchas veces los viajes se tratan de salir de nuestra zona de confort. De caminar, volar, preguntar, probar, cansarse y volver a hacerlo todo de nuevo. Pero, también hay ocasiones en que sólo queremos echarnos a descansar. Disfrutar de algún destino paradisíaco, sin contacto con otros viajeros. En pocas palabras, tomarnos unas verdaderas vacaciones. Buscamos algunos hoteles en México que se caracterizan por ser resquicios de privacidad. Lugares especiales donde es posible huir de la multitud y encontrar una pausa. Estos fueron algunos de nuestros favoritos.
Hotel Terrestre, Puerto Escondido
Como todas las propiedades de Grupo Habita, el Hotel Terrestre en las costas oaxaqueñas es una joya de la arquitectura. Diseñado por Alberto Kalach, opera por completo con energía solar y se combina a la perfección con el paisaje de Punta Pájaros, la playa de Puerto Escondido donde la naturaleza aún domina con claridad.
Aquí nunca encontrarás demasiados huéspedes ya que Terrestre cuenta únicamente con 14 villas, conectadas por un discreto camino de piedras con el resto de la propiedad. Cada una de las habitaciones es un refugio de privacidad donde puedes pasar el día entero. Todas tienen una terraza con camastros, hamacas y una pequeña alberca privada en la parte de arriba. No tienen televisión, pero no es necesaria; sólo basta con abrir las puertas corredizas para tener la mejor vista del Pacífico desde la cama.
Si quieres darte un descanso del descanso, también puedes caminar hasta el restaurante del hotel, probar algunas de las opciones mexicanas o mediterráneas de su menú o tomarte un mezcal. Además, hay un spa donde puedes concluir tu escapada de relajación.
Four Seasons Tamarindo
Entre acantilados, vistas inigualables del Pacífico y una reserva natural hasta hace poco oculta para los viajeros, la nueva propiedad de Four Seasons en México es uno de los mejores hoteles para quienes buscan unos días de privacidad y calma.
Antes que encontrarte con otros huéspedes, probablemente te topes con alguna de las 70 especies endémicas que habitan Tamarindo y la única convivencia obligada será con la jungla que ocupa el 98% del terreno del hotel. De hecho, todos los huéspedes pueden acercarse más al ecosistema del área en recorridos guiados por biólogos e investigadores residentes. Además, desde la altura del cerro donde se construyeron las 157 habitaciones del hotel, despertarás todos los días viendo a la infinidad del mar.
La experiencia se completa con una amplia oferta gastronómica, surtida por una finca de 14 hectáreas dedicada al cultivo sostenible y orgánico. Los ingredientes toman forma en los menús de Coyul, el restaurante creado por Elena Reygadas, o Sal, perfecto para una cena con sabores frescos a pie de playa.
La Valise, San Miguel de Allende
La fiesta, el bullicio y la vida de San Miguel de Allende no son precisamente lo primero que viene a la mente cuando pensamos en unas vacaciones en calma. Sin embargo, hay algunos lugares donde puedes encontrar privacidad para descansar, incluso sin tener que alejarte del centro de la ciudad.
La Valise es un pequeño hotel a tan sólo doscientos metros de la famosa Parroquia de San Miguel Arcángel. A pesar de su céntrica ubicación, recibe a sus huéspedes en un ambiente zen, rodeado de jardines, arte y una alberca al centro de la propiedad.
Sólo hay seis habitaciones disponibles, por lo que probablemente no te topes con nadie más en tus entradas y salidas para explorar San Miguel. El diseño es el protagonista de todos sus espacios, encontrando un balance perfecto entre un edificio colonial y una propuesta contemporánea, con unos distintivos detalles de simbolismo azteca.
Casa Chablé, Sian Ka’an
Pocos hoteles en México ofrecen la misma privacidad que Casa Chablé y eso se debe, en gran parte, a su extraordinaria ubicación entre la vegetación y la fauna de la Biósfera de Sian Ka’an, un lugar nombrado patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
Desde los balcones y terrazas de las 10 villas que conforman esta propiedad de lujo, la mirada sólo alcanzará a distinguir el verdor de la jungla. Pero, si afinas el oído y sigues el rumor del oleaje entre los árboles y las palmeras, acabarás dando con el azul turquesa del mar Caribe y la playa privada del hotel.
Las mejores formas de pasar el día son echados en una de las hamacas del lugar, snorkelear o recorrer la costa remando en un kayak. Por si fuera poco, toda la propuesta gastronómica fue diseñada por el chef Jorge Vallejo del restaurante Quintonil.
