México

Día de Muertos: 5 leyendas mexicanas estremecedoras

Llegó la época de año para contar las leyendas más oscuras.

POR: Paola Gerez Levy

La época de Día de Muertos engloba muchas cosas. Por un lado están las ofrendas y las flores de cempasúchil, pero por otro, está el lado oscuro de esta festividad. Durante estos días no es raro recordar historias de miedo que involucran fantasmas, apariciones o seres fantásticos. Algunas de estas historias son más tenebrosas que otras, y para conmemorar el vasto imaginario de la cultura mexicana, recuperamos las cinco leyendas de miedo más estremecedoras del país.

La Rumorosa – Baja California

Transitar por La Rumorosa es recorrer una de las carreteras más peligrosas de México. Debido a que atraviesa la Sierra de Juárez, cuenta con innumerables curvas y pendientes empinadas, así como fuertes corrientes de viento. Por esto hay que ir con cuidado; sobre todo en la noche, pues la aparición de una mujer fantasmal es un obstáculo más.

Esta mujer  es el fantasma de Eva, una enfermera de Tijuana que también atendía a pacientes en zonas rurales cercanas. En una ocasión, la llamaron a la comunidad de La Rumorosa. La enfermera salió al anochecer, pero al entrar en la carretera, entre tantas curvas, se perdió. Por más que intentaba detener algún coche, ninguno paró a ayudarla. Eva seguía ahí cuando, a medianoche, las piedras y rocas que flanqueaban el camino se transformaron en serpientes, arañas y chivos de ojos diabólicos que la acechaban susurrando su nombre. Aterrada, Eva corrió, pero tropezó y cayó por un acantilado. No se supo más de ella, y ahora, su alma se aparece en La Rumorosa todas las noches tratando de detener a los coches para pedir ayuda.

La Bruja del Morro – Campeche

La pesca es uno de los oficios predilectos en las playas. Pero en Seybaplaya, los pescadores no pasan por los Morros, unas cuevas donde retumban las olas, porque quien navega por ahí, desaparece por siempre. Según la leyenda popular, esto sucede porque ahí permanece el espíritu furioso de la vieja ishawuu, el cual se escucha gruñir cuando las olas resuenan en las cuevas.

La historia detrás de esto es que, extrañamente, cada noche desaparecía una familia de Seybaplaya. Los habitantes decidieron acudir con un brujo, y éste les dijo que se trataba de un demonio disfrazado de mujer anciana que devoraba personas. Al día siguiente, una anciana pidió posada a una familia y ellos accedieron, sin saber qué les pasaría en la madrugada. Así, el brujo esperó a que cayera la noche para cazar al demonio. Se asomó al cuarto donde dormía la anciana y no vio más que pellejo. Recorrió la casa y descubrió al demonio tragándose a una persona, y en seguida lo cubrió con un atado de hierbas que se convirtieron en cadenas. Como castigo, el brujo encerró al demonio en la cueva del Morro, donde se ahogó cuando subió la marea.

La Isla de las Muñecas – Ciudad de México

Los canales de Xochimilco tienen incontables historias. Su estructura acuática y su transporte en trajineras atrae a miles de locales y turistas. Durante los paseos, una parada obligada es la famosa Isla de las MuñecasSin embargo, la razón detrás de tan singular decoración no fue el gusto peculiar de alguien, sino la necesidad de protección contra los espíritus malvados.

Según la historia que circula por los canales, todo comenzó cuando don Julián se mudó a esa isla. Este hombre, recién dejado por su esposa, decidió aislarse en medio el laberinto de Xochimilco. Un día, vio cómo una niña se ahogaba en la orilla de su isla, pues se había enredado con las hojas y las raíces de los lirios. A partir de ese día, don Julián escuchaba voces, pasos y llantos de niña que lo atormentaban. Para protegerse, decidió colgar muñecas por toda la isla, sin importar su procedencia: de todos los tamaños, formas y materiales. La isla permaneció así durante años hasta que el señor murió, pero hoy en día, se dice que las viejas muñecas cobran vida en las noches y velan por la isla para impedir que los espíritus malos entren y se apoderen de ella.

El Puente del Diablo – Durango

Ya sea desde el este o desde el sur, uno tiene que cruzar el río Tunal para llegar a la ciudad de Durango. Siglos atrás, esta ciudad era capital del reino de Nueva Vizcaya, y por el auge del comercio, fueron necesarias nuevas vías de acceso. Una de ellas es el Puente del Diablo, una estructura de arcos de piedra que carga con la historia del encuentro entre su constructor y Satanás.

Cuentan que un día, el gobernador de Durango le encargó al mejor albañil que construyera un puente resistente para una fecha establecida. El albañil trabajó, pero la víspera de la entrega, una tormenta derrumbó todo su avance y lo invadió la desesperación. Al atardecer se le apareció el diablo, un misterioso hombrecito vestido de negro, quien le ofreció terminar el puente en una noche a cambio de su alma. Sin dudarlo, accedió. A la mañana siguiente, el albañil se asombró frente al puente terminado. Entonces, el diablo apareció y lo arrastró hasta uno de los arcos del puente. Ahí lo convirtió en piedra y se esfumó. Más tarde, su familia lo encontró petrificado y quiso sacarlo del arco, pero un torbellino lanzó la estatua al río y, hasta la fecha, nadie la ha encontrado.

La Matlacihua – Oaxaca

Oaxaca es tierra del mezcal, y tomar unos tragos es obligado en cada visita. Sin embargo, para los hombres es peligroso caminar por las calles de Miahuatlán de Porfirio Díaz con unas copas de más, pues tienen el riesgo de encontrarse con la Matlacihua: una mujer vestida de blanco, con los hombros destapados y el cabello largo, que los guiará al olvido.

Se dice que los obreros, al terminar sus jornadas de trabajo en el pueblo, se reunían en las cantinas a beber mezcal. Al salir de ahí, ya de madrugada, divisaban a una mujer mestiza. Algunos la veían caminando, otros dicen que recorría las calles del pueblo flotando. Los desafortunados se enganchaban en su seducción y caían en un trance que los hacía seguirla incondicionalmente. La Matlacihua atravesaba el pueblo, cruzaba el río y continuaba hasta llegar a grandes campos de huizache, una planta espinosa y de un fuerte olor. Al día siguiente, al despertar del trance, los hombres se encontraban exhaustos, infestados de llagas, espinados y perdidos entre la maleza, sin saber el camino de regreso al pueblo.

 

 
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