Origen: La Paz
Destino: Laguna de San Ignacio
Distancia: 684 kilómetros
Carretera: 1
La Paz
El recorrido bajacaliforniano comienza por la capital, al sur de la península. Aun siendo la urbe más poblada del estado, las calles se mueven a ritmo lento, tal vez contagiadas por el levísimo vaivén del Mar de Cortés, que, por cierto, muchos retirados estadounidenses observan desde los restaurantes del malecón. Luego de excursiones en la megadiversa Isla Espíritu Santo y la cálida playa Balandra, es momento de tomar la carretera transpeninsular hacia el norte.
Loreto
Las cuatro horas de camino transcurren rápido entre el desierto de organillos y cardones, los cielos azules, largos tramos de rectas y al final la Sierra de la Giganta, junto al mar. Los aficionados al buceo probablemente ya sabrán que tortugas y leones marinos los acompañarán en esta playa. Antes de continuar el recorrido, hay que pasar por las construcciones jesuitas del siglo xvii, probar los burritos de machaca y las almejas tatemadas, y presenciar los atardeceres entre anaranjado y rosa.
Mulegé y Santa Rosalía
Dos escalas breves de arqueología e historia. En Mulegé hay que observar petroglifos y entrar al museo ubicado en la antigua cárcel; en Santa Rosalía buscar pinturas rupestres en la Sierra de San Francisco, y en el centro admirar la peculiar iglesia Santa Bárbara, cuya estructura metálica fue hecha por Gustave Eiffel y traída de Francia en barco.
Laguna de San Ignacio
El final de la ruta queda del lado oeste de la península, en una laguna con aguas del Pacífico donde se resguardan las ballenas grises entre noviembre y marzo para dar a luz y mantenerse a salvo de las orcas. Un paseo en panga garantiza el avistamiento de las madres con su cría, e incluso convivir con alguna amistosa que se acerque y permita que la acaricien. A la hora de la comida, el callo de hacha es la especialidad.