Historias de hotel: el Garci-Crespo, Tehuacán
Producto de la inesperada alianza entre un político y un químico-geólogo, el Gran Hotel Garci-Crespo aprovechó la fama del agua mineral para establecer como un lujoso resort de descanso y, de paso, hacer de Tehuacán un famoso y cotizado destino turístico.
POR: Diego Ávila
Campo de golf, de tiro, chapoteadero con playa artificial, baño turco, bungalows, instalaciones casi suntuosas, más de 100 habitaciones y una alberca olímpica llena completamente con agua mineral.
Construido a las afueras de Tehuacán, el hotel Garci-Crespo abrió sus puertas el 5 de abril de 1934 con una oferta tal, que en su época fue anunciado como uno de los resorts más lujosos de toda América.
Y aunque hoy pocos pensarían en esta ciudad poblana como el sitio idóneo para levantar un hotel de lujo, hasta hace no tanto, Tehuacán figuraba como uno de los grandes destinos turísticos de México.
Todos los caminos llevan a Tehuacán
Convenientemente ubicada a medio camino entre la Ciudad de México y la capital oaxaqueña, Tehuacán había sido un importante punto de comercio desde tiempos prehispánicos.
Además de ser la puerta de entrada a la Mixteca y a los valles centrales de Oaxaca, la ciudad fue una parada obligada entre el camino de Tenochtitlan y Cholula al Golfo de México, y tras la conquista, todos los comerciantes que quisieran ir (o venir) de la Ciudad de México y Puebla, hacia Oaxaca o al puerto de Veracruz, tenían que pasar por ahí.
Tehuacán se consolidó así como un importante centro comercial, y cuando la fiebre por los ferrocarriles comenzó a finales del siglo XIX, la segunda línea que se hizo en México fue justamente para unir a esta ciudad con la localidad de Esperanza, Puebla (por donde pasaba el tren que iba de la Ciudad de México a Veracruz).
Bien conectada por tren con la capital, Tehuacán comenzó entonces a desarrollar una nueva vocación por esos años, la de ser destino turístico. Y para ello, se apoyó en un recurso que aunque era ya conocido, no había sido hasta entonces explotado: sus abundantes manantiales de aguas minerales.
De Baden-Baden a Tehuacán
El entusiasmo por las aguas minerales no era nuevo. Desde principios del siglo XVIII había comenzado en Europa un fervor por el agua mineral (y las numerosas propiedades curativas que se les adjudicaban), y para el XIX, los europeos de clase alta habían desarrollado ya un gran gusto por los balnearios.
De Baden-Baden y Bad Elms en Alemania, a Vichy en Francia y Bath en Inglaterra, varias ciudades-balneario habían sido levantadas en torno a algunos manantiales famosos, y los trenes hacían que visitarlas fuera más fácil que nunca.
La rutina usualmente consistía en bañarse, pero también ingerir, y hasta inhalar, el agua del balneario en cuestión, y pronto surgió una nueva y exclusiva cultura del spa —que incluía también quedarse en lujosos hoteles, apostar en casinos, asistir al teatro y pasar tiempo en jardines.
No pasó entonces mucho tiempo para que, en los últimos años del Porfiriato, algunos empresarios mexicanos vislumbraran la posibilidad de aprovechar los manantiales tehuacanos y atraer a aquellos que no podían darse el lujo de pasar largas temporadas en Europa. Sin embargo, la época dorada de Tehuacán no llegaría sino hasta después de la Revolución.
El presidente y el Patriarca de las Aguas Minerales
Originario de Asturias, don José Garci-Crespo es recordado en Tehuacán como el “Patriarca de las Aguas Minerales”, un sobrenombre que no le fue dado a la ligera. En 1919, el español descubrió un manantial de aguas minerales en San Nicolás Tetitzintla (un poblado aledaño a Tehuacán), y convencido de la calidad del líquido, decidió mudarse a la ciudad al año siguiente.
Una vez establecido, Don José no sólo descubrió el famoso manantial de Peñafiel, sino que también estableció un laboratorio en el que empezó a producir sal de mesa y de magnesia con el agua tehuacanense.
Los productos de Garci Crespo obtuvieron un gran éxito (su sal incluso obtuvo el Premio Nacional de Calidad en 1922), y no pasó mucho tiempo para que el asturiano viera una oportunidad en vender directamente el agua mineral embotellada.
Con esto en mente, en 1928 fundó Manantiales de Tehuacán S.A., pero Garci-Crespo quería que el agua de Tehuacán llegase a todo el país, y con esta idea en la cabeza no tardó en asociarse con el político sonorense y futuro presidente de México, Abelardo L. Rodríguez.
La compañía fue entonces renombrada como Manantiales Garci-Crespo en 1931, y el agua mineral de los manantiales de Peñafiel comenzó a venderse a lo largo y ancho del país (al grado de que en México, Tehuacán se convirtió en un sinónimo de agua mineral). Sin embargo, Abelardo tenía planes más grandes para la ciudad poblana.
Inspiración tijuanense para el lujo tehuacano
A unos 3 mil kilómetros al norte de Tehuacán, otro proyecto apoyado por el político-empresario Abelardo L. Rodríguez, estaba generando miles de dólares en ganancias. Inaugurado en 1928, el Hotel-Casino de Agua Caliente de Tijuana había puesto a la ciudad fronteriza en el mapa turístico de la noche a la mañana, y el general estaba listo para replicar su éxito en la ciudad poblana.
La fórmula era simple: aprovechar los manantiales tehuacanos para construir un lujoso hotel-balneario que incluyera casino, restaurante y otras amenidades, que pudiese entonces atraer a una clientela adinerada.
Abelardo se convirtió en presidente en septiembre de 1932, y con su apoyo la obra avanzó a pasos agigantados. De esta manera, en 1934, fue oficialmente inaugurado el Gran Hotel Garci-Crespo, honrando con su nombre a su fundador y patriarca.
Siguiendo el modelo tijuanense, el nuevo complejo fue construido también en estilo colonial californiano, la apertura se celebró con un baile de gala y pronto empezó a publicitarse que el nuevo hotel era uno de los mejores y más lujosos no sólo de México, sino de todo el continente americano.
Sin embargo, las leyes poblanas distaban mucho de las bajacalifornianas, que eran mucho más flexibles, y no fue posible conseguir la licencia para operar el casino, por lo que nuevo resort se enfocó entonces de lleno en ser un destino recreativo.
Al contrario del Agua Caliente, que había dependido en buena media de su casino enfocado a estadounidenses, los manantiales del Garci-Crespo consistían en un atractivo en sí mismos. Además, el resort contaba con una fuente asegurada de huéspedes: el tren México-Veracruz.
En una época en la que los vuelos trasatlánticos aún estaban lejos de ser la norma, trasladarse de la Ciudad de México a Europa, o incluso a Oaxaca o a Veracruz, requería de varios días de viaje y una forzosa escala en Tehuacán.
Entre celebridades y presidentes
El Gran Hotel Garci-Crespo se convirtió así en una parada de descanso obligada para muchos viajeros. Alex Cardini (familiar del famoso César Cardini, inventor de la ensalada César) fue traído de Tijuana para que se encargara del restaurante, las instalaciones se usaron para filmar la exitosa película The Big Steal de 1949, y Mario Moreno “Cantinflas”, María Félix, Agustín Lara, Charlton Heston y Clarck Gable se convirtieron en visitantes frecuentes.
La fama del Hotel Garci-Crespo se combinó con la de las aguas de Peñafiel, y poco a poco la popularidad de Tehuacán como destino turístico se elevó tanto como las burbujas de su agua mineral.
La ciudad contaba además con una zona arqueológica, muy buen clima y estaba rodeada por los hermosos paisajes de la reserva homónima, por lo que su oferta era total. Además, y más allá de las celebridades, el hotel se convirtió en un destino favorito de los presidentes mexicanos.
De una manera curiosa, y después de haber sido fundado por Abelardo L. Rodríguez en 1934, todos los presidentes mexicanos hasta mediados de los años 60 visitaron, en al menos una ocasión, el ya legendario hotel tehuacano.
La única excepción fue Lázaro Cárdenas, quien siempre se opuso a los emprendimientos de Rodríguez, por considerarlos demasiado fastuosos y contrarios a los principios de la Revolución.
Adiós a los balnearios, hola a las playas
Tras poco más de tres décadas y media en operaciones, la suerte del Hotel Garci-Crespo (que tras la salida de Don José del negocio había sido rebautizado como Hotel Spa Peñafiel) comenzó a cambiar.
A principio de la década de los setenta, el gobierno se embarcó en una intensa campaña por construir grandes destinos turísticos de sol y playa, y frente a las soleadas playas de Cancún, Ixtapa y Los Cabos, los manantiales de Tehuacán tenían poco que ofrecer.
Sin importar las propiedades que se le adjudicasen, el agua mineral comenzó a perder popularidad frente al mar, y vacacionar en la playa sustituyó al ideal de ir a un balneario. Al mismo tiempo, los trenes que habían llevado turistas a Tehuacán de manera confiable se hicieron cada vez más raros.
Los aviones de pasajeros, que salvaban todas las distancias geográficas en un fracción del tiempo, se comenzaron a hacer cada vez más comunes, y de regreso en la tierra, los automóviles más modernos y rápidos ya no necesitaban hacer (tantas) escalas para realizar viajes que hasta hace unas décadas antes requerían varios días.
La importancia que Tehuacán había disfrutado por varios siglos gracias a su ubicación geográfica comenzó a disminuir junto con los huéspedes (y los ingresos) del hotel, y tras varios cambios de administración, el antiguo Gran Hotel Garci-Crespo dejó de funcionar en 1989. Al año siguiente, el banco embargó los terrenos del histórico resort.
Los terrenos del campo de golf fueron entonces vendidos y fraccionados para crear el actual country club de la ciudad, los de los bungalows se convirtieron en el objeto de un litigio agrario, y el grandioso edificio principal fue convertido en una universidad privada.
Sin embargo, un ala del Garci-Crespo fue recuperada y volvió a abrir sus puertas con el nombre de Hotel Spa Cantarranas, un recuerdo no sólo de la época en la que los balnearios competían (o superaban) a las playas en popularidad, sino de cuando la ciudad de Tehuacán fue uno de los principales destinos turísticos de México.
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