Bienvenidos a Tepotzotlán, un pueblo de oro en medio de la metrópolis
Entre calles empedradas y un ex convento se esconde un tesoro virreinal.
POR: Paola Gerez Levy
¿Qué tienen en común el acueducto más alto del país, una de las creaciones barrocas más valiosas de la historia y la Zona Metropolitana del Valle de México? Tepotzotlán. Este pueblo mágico, que si bien es uno de los municipios conurbados de la capital, esconde tesoros virreinales que no se encuentran en otro lugar en México.
Llegar a Tepotzotlán
Tepotzotlán es un destino ideal para una escapada de fin de semana o incluso de un solo día para quienes habitan en Ciudad de México, pues se encuentra a únicamente 40 km de la capital y es fácilmente accesible desde la autopista México-Querétaro.
Basta con salir del trébol carretero para pasar del asfalto a las calles empedradas, del paisaje urbano e industrial al tono ocre claro y terracota de sus fachadas. El camino principal, flanqueado por puestos de comida y tiendas, llega hasta el centro del pueblo, donde se localiza el principal atractivo del lugar: el Museo Nacional del Virreinato. Este establecimiento alberga importantes vestigios de la época de la Colonia e invita a retroceder cuatro siglos en la historia de México.
13 retablos de oro, un exconvento y esculturas churriguerescas
Inaugurado en 1964, el Museo Nacional del Virreinato resguarda invaluables colecciones de pinturas y esculturas sagradas, así como construcciones enteras. Hablamos del Templo de Francisco Javier, el cual, junto con cinco patios, una huerta, dos molinos y una hospedería, conformaba el exconvento de Francisco Javier.
Dichas instalaciones fueron manejadas por la orden de los jesuitas desde su concepción en 1580, quienes fundaron ahí mismo el Antiguo Colegio de Noviciados de Francisco Javier. En esta institución se educaron la gran mayoría de los jesuitas en la Nueva España –quienes aprendían a hablar otomí, náhuatl y mazahua–, y fue aprovechada, a su vez, como centro de conversión religiosa para indígenas.
La parte más impresionante del exconvento es, sin duda, el templo. Al entrar resulta inevitable ser hipnotizado por el altar. Se trata de una serie de columnas, esculturas angelicales y pinturas religiosas –en su mayoría elaboradas por el artista novohispano Miguel Cabrera– que forman 13 intrincados retablos de estilo churrigueresco o ultrabarroco.
Caracterizadas por una recarga en la decoración, estas estructuras de madera de cedro blanco están recubiertas de hojas de oro y se diseñaron para admirarse de abajo hacia arriba. De esta manera, el espectador sube la mirada desde el piso hasta la parte superior del altar y termina por mirar la capilla del templo.
Una obra maestra de ingeniería hidráulica
Y así como en el templo hay que mirar hacia arriba, a las afueras de Tepotzotlán se encuentra un sitio único en el país para ver hacia abajo. Al continuar por la calle principal y dejar atrás el pueblo, uno se adentra en el Parque Estatal Sierra de Tepotzotlán. En el corazón de esta área natural protegida se eleva, desde hace cerca de 300 años, el acueducto Arcos de Xalpa –también conocido como Arcos del Sitio–.
Esta masiva construcción se edificó durante el Virreinato para traer agua a la hacienda del mismo nombre. Cubre un trecho de 450 metros y alcanza los 62 metros de altura en su parte más alta, la cual conecta los dos bordes de una barranca. En esta conexión alcanza cuatro niveles de arcos de piedra estratégicamente encimados y brinda una vista panorámica sin igual.
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