Pensando en la Ciudad de México, posiblemente lo último que se nos venga a la mente son zonas naturales; sin embargo, en esta gran urbe se localiza la primera zona declarada como Parque Nacional por el entonces presidente Venustiano Carranza en 1917: el Desierto de los Leones.
Con 1,529 hectáreas, esta zona natural marcó el inicio de la política de conservación ambiental. Desde 1786 el gobierno protegía el área, pues los cuerpos de agua originados en ella eran los responsables de abastecer a toda la ciudad. En 1876 oficialmente se convirtió en reserva forestal.
Una nueva definición
Sus características generales no corresponden con las de un desierto; pero esta región recibió ese nombre gracias a la Orden de los Carmelitos Descalzos, quienes estaban en busca de un lugar a las afueras de la ciudad donde se pudieran establecer para cumplir con sus votos.
En el camino que va desde la ahora Ciudad de México hacia Toluca, los monjes encontraron este espacio rodeado de vegetación inmerso en un silencio profundo, resignificando la palabra desierto como una oda a la tranquilidad que aquí se respiraba. Allí, los Carmelitos fundaron en el siglo XVII el Santo Desierto de Nuestra Señora del Carmen de los Montes de Santa Fe.
Con el paso del tiempo, el nombre de la zona se consagró como el Desierto de los Leones, desierto gracias a los monjes y leones porque la familia que administraba las tierras para la Corona Española a nombre de los frailes llevaba el apellido León.
Otra versión no oficial, menciona que el Desierto adoptó el término de los Leones porque aquí habitaba el gato montés, especie felina que, aparentemente, lucía como un león.
El convento
El convento fue construido por Fray Andrés de San Miguel y contaba con todas las habitaciones para cubrir las necesidades básicas de los monjes, cocina, biblioteca, comedor, lavandería, capillas, por supuesto, el claustro principal y las celdas, además de los túneles que rodean al monasterio.
El Jardín de los Secretos era un espacio que merecía admiración: entre la construcción colonial y los pinos, encinos y oyameles de los alrededores, se creaba un juego de luces y sombras naturales que parecía una verdadera obra de arte. Ahora el espacio está restaurado y es aprovechado para la celebración de bodas, entre otros eventos.
En 1810, cuando el movimiento de independencia comenzó, el convento cambió su giro para convertirse en el cuartel militar del cuerpo nacional de artillería. Años después fue abandonado y permaneció así durante más de seis décadas.
El ex convento fue restaurado por el gobierno, logrando la conservación de su esencia y de su estilo colonial.
Una visita a otro mundo
Los mexicanos somos fieles creyentes de las leyendas en los lugares abandonados, el ex Convento del Desierto de los Leones es un espacio que cuenta varias de ellas.
Los acontecimientos paranormales son uno de sus mayores atractivos, pues de acuerdo con algunos visitantes, caminar sobre los pasillos del lugar es sinónimo de escuchar lamentos, y entrar a la cocina se convierte en una aventura donde las sillas se mueven y las luces se prenden y apagan solas. Pero si la curiosidad es mayor que el miedo, permanecer en el silencio absoluto de sus interiores permite escuchar cantos y rezos de los monjes que allí vivieron.
Para terminar con el macabro recorrido, visitar el sótano de noche resulta una experiencia escalofriante. La leyenda cuenta que allí se almacenaban cuerpos, mismos que ahora se hacen escuchar por medio de rezos, cantos y lamentos.
A fin de visitar el siglo XVII ve al ex Convento durante el día y disfruta únicamente de la parte histórica del sitio.