Cuando se trata de encontrar destinos de playa, México se pinta solo. Estas son algunas de nuestras recomendaciones para pasar los días de sol, a la orilla del mar bajo la sombra de las palmeras.
[DINÁMICA CERRADA] Al final de esta nota encontrarán un regalo por parte de Travesías. Un libro que incluye varias de las playas que mencionamos a continuación y que podrán llevarse a casa siguiendo las instrucciones.
1. Costa Esmeralda
Ubicada a una hora y media desde Poza Rica, y a tres horas desde el puerto de Veracruz, ofrece un panorama caluroso y relajante. Abundante en palmeras altas y plátanos frondosos, el lugar está imbuido de un toque mágico donde confluyen la vegetación tropical de la selva y la apacible atmósfera playera.
Esta zona cuenta con dos formidables alojamientos que se encuentran justo delante de la playa. El hotel Azúcar ofrece 20 villas con terraza, hamaca privada, además de un salón-biblioteca al aire libre, muy cerca de la piscina y la playa. Sus hermosos interiores, de un blanco prístino, sumergen al visitante en una experiencia de relajación envolvente. Su nombre obedece a la cantidad de plantaciones de caña de azúcar que se encuentran en la región y evoca el cálido vínculo que hermana a México con la isla de Cuba. En cuanto al Hotel Suspiro, tiene un enorme spa con un equipo de terapeutas especializados en todo tipo de técnicas de relajación y terapias de descanso. Además, organiza visitas a la zona arqueológica de Tajín, que está en las cercanías.
2. Isla Contoy
Si ya de por sí su condición de isla lo convierte en un paraje remoto y de difícil acceso, al tratarse de un parque nacional protegido, Contoy se vuelve además una de las playas mejor conservadas del Caribe. Para llegar aquí hay que contratar un tour con un operador autorizado, hacer el trayecto en barco desde Cancún —suele haber una parada en el trayecto, justo donde rompe la barrera— y, ya en la isla, seguir las indicaciones de los guías; es decir, no es posible recorrerla solos.
Aunque muchas de las actividades se realizan en el interior de la isla (hay un par de senderos y un gran mirador), parte del encanto es disfrutar su playa de arena blanca y aguas turquesas chillonas que parecen imposibles. La marea es casi imperceptible y muy bajita. El mar es tan transparente que mientras uno camina por las aguas tranquilas es común ver pececitos o rayas que pasean cerquísima de los visitantes. Un par de palapas y un restaurante son lo único que hay en este lado de la isla. Pero es más que suficiente. Aquí no hay mayor lujo que el mar y sus sorprendentes riquezas.
3. Xpu Há
Afortunadamente, pocos saben de Xpu-Há. Una joya natural única localizada en el centro de la Riviera Maya, en la costa del mar Caribe, que ha logrado conservar su encanto original y ambiente idílico, a pesar de estar rodeada de grandes desarrollos turísticos. Es una hermosa playa de aguas azul turquesa, arena blanca, arrecifes coralinos y espectaculares marcos selváticos. La transparencia y rítmica suavidad de sus aguas hacen de Xpu-Há la playa perfecta para nadar, practicar snorkel y buceo, a fin de explorar el complejo universo de los arrecifes, o recorrerlos en kayak, guiados por expertos de la región. En unos cuantos kilómetros en torno a ella se concentran algunos de los atractivos característicos de la península: cenotes, ríos subterráneos, parques naturales, santuarios animales, caminos selváticos y, por supuesto, algunos de los legendarios platillos del Caribe mexicano; no son pocas las personas que aseguran que aquí se comen los mejores mariscos de toda la Riviera Maya.
Para hospedarse, Xpu-Há presume uno de los mejores hoteles de la Riviera: Esencia. Lo que empezó como una residencia privada se convirtió en un discreto y sencillo hotel, de esos que entienden que el lujo no está en la decoración ostentosa, sino en la atención al detalle y la riqueza natural que lo rodea. De paredes blancas, con hermosas terrazas con albercas privadas, las villas se reparten entre la selva y el mar.
4. Bahía de Magdalena
Poseedora de un manglar de más de 24,000 hectáreas y todo tipo de fauna terrestre y marina, por su importancia, fue declarada área natural protegida en 2016 pero, para fortuna de los viajeros, es posible visitarla de la mano de expertos.
RED Travel organiza excursiones durante el periodo de avistamiento de la ballena gris, entre enero y marzo. Saliendo de La Paz, los viajeros cruzan tierra y agua hasta llegar a las hermosas dunas de arena de la bahía, justo donde RED instala sus campamentos super cómodos y bien montados, diseñados además para no tener ningún impacto ecológico. Despertar entre estas dunas es un lujo difícil de superar.
Durante los siguientes días, las actividades incluyen trabajar con grupos tortugueros locales y salir a la bahía en lancha a buscar a las ballenas, que bajan desde el Ártico hasta esta zona para aparearse y tener a sus crías. También se organiza una excursión en kayak por el manglar y se puede hacer avistamiento de aves. El trabajo de RED va más allá de ser un operador turístico, la compañía se fundó pensando en poder ofrecer alternativas sustentables a las comunidades, integrando y trabajando de la mano de quienes siempre han vivido en estas tierras. Además, por medio de este tipo de turismo, la compañía se asegura de educar a los viajeros sobre la importancia de la conservación y otros temas fundamentales para preservar los ecosistemas de la península.
5. Troncones
A 45 minutos de Zihuatanejo, este destino menos desarrollado que su vecino Ixtapa, promete días de playa tranquilos. Lejos del barullo de turistas y con varias opciones de renta de casas por medio de Airbnb o de manera independiente, Troncones es ideal para quien busca privacidad.
Empezar la mañana corriendo en su tranquila playa y luego pasar el día entero viendo el mar, montando un par de olas. Cuando el hambre ataca, hay que visitar alguna de las palapas que sirven mariscos en la avenida principal, para probar las variedades del menú que van desde hamburguesas de camarón hasta pescados zarandeados XXL.
Por las noches, no hay mucha actividad en el pueblo. Así que es mejor reunirse con los amigos en una casa a tomar un par de tragos y no desvelarse mucho, para repetir el ciclo de la vacación una vez más: descansar, comer y repetir. Todo a la orilla del mar.
6. Playa Azul
Desde la Ciudad de México se puede llegar por vía terrestre:queda más lejos que Acapulco, cierto, pero a cambio obsequia un lugar descongestionado en Semana Santa, por ejemplo, y limpio. También porque cuenta con todos los servicios, pero con características propias que aprovechan la región donde se encuentra: hoteles (no hay de cinco estrellas, pero la oferta incluye algunas cadenas con muy buena calidad; también hay cabañas, búngalos y hasta zona de camping), restaurantes (donde se puede degustar todos los días un ejemplo distinto de la gastronomía purépecha, que ya es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, con platos como la sopa tarasca —a base de frijoles molidos, puré de jitomate y chile pasilla seco—, las corundas —tamales triangulares de maíz servidos con queso, crema y rajas—, carnitas, pescado blanco o la nieve de pasta) y buena ubicación (al estar en la frontera que comparten Michoacán y Guerrero, se puede proyectar un road trip playero de varios días desde Troncones o Zihuatanejo, trayecto que no toma más de una hora y media).
7. Playa Carrizalillo
Mientras las aguas de Zicatela y Punta Zicatela son famosas por su oleaje ideal para practicar surf, la pequeña playa de Carrizalillo —ubicada al norte de la bahía principal— no sólo ofrece aguas tranquilas para disfrutar el mar, sino muchas actividades imposibles de practicar en el resto del destino: desde pesca con arpón hasta paddle surf. Dicho lo anterior, no hay que perder de vista que el Pacífico no le hace honor a su nombre y hay que ser cuidadosos con las corrientes ocultas.
La playa de Carrizalillo es pequeña y está bien resguardada por una geografía montañosa que la mantiene aislada del resto de la ciudad: para llegar, hay que usar unas escaleras que de bajada pasan más rápido que de subida. Son cien escalones los que alejan a las multitudes, aunque la popularidad de la playita sube los fines de semana. Una vez abajo, varios chiringuitos ofrecen desde camastros hasta cervezas, pasando por los clásicos menús de pescado frito, ceviches y cocteles.
8. Playa Xinalani
Xinalani es parte de un hotel del mismo nombre, que más que un hotel es un auténtico paraíso para yoguis. La propiedad cuenta con 29 habitaciones y suites, además de cuatro casitas ideales para grupos mayores, todas clavadas en la montaña, todas mirando al mar y todas equipadas únicamente con lo indispensable. Porque cuando uno está en un lugar como éste, las grandes tinas, la pantalla plana y el minibar salen sobrando.
En Xinalani, la arena es dorada y el agua siempre está tibia, a ratos verde y a ratos azul. Se puede nadar casi todo el año —incluso hay una plataforma mar adentro ideal para la siesta—, aunque de noviembre a marzo el oleaje se presta más para el surf. Hay hamacas y muchas rocas —casi como si fuera un jardín escultórico— de todos los tamaños; algunas son más como una pista de obstáculos, otras son ideales para escalarlas (o al menos intentarlo) y unas cuantas parecen idealmente colocadas para sentarse a esperar el atardecer.
9. Bahía Santa María
Aterrizar en Los Cabos es un poco como descubrir que existe otra “versión” del mar. Para quienes están acostumbrados a las amplias playas del Pacífico o al tranquilo oleaje del Caribe, este mar resulta una revelación. Aquí el contraste entre el desierto y el mar es protagonista, con los cerros sin vegetación y las piedras secas y ásperas como telón de fondo de cada escena.
Y cuando se trata de elegir una playa favorita, la bahía Santa María sale ganando. Su forma de media luna está protegida a ambos lados por una barrera natural de pequeñas montañas de piedra, lo que le regala privacidad natural a esta playita, además de que calma sus aguas y permite practicar en ellas deportes como el snorkel, algo impensable en otras partes de Los Cabos.
10. Cabo Pulmo
Hay playas a las que uno llega a tomar el sol, otras donde el plan es tumbarse debajo de una palapa y leer todo el día a la sombra; algunas son ideales para quienes disfrutan los deportes y la adrenalina, y vienen equipados con tablas para surfear sus olas, y a otras, como Cabo Pulmo, uno llega con el único propósito de zambullirse en las profundidades. Los viajeros no vienen aquí por los camastros, sino por los tanques de oxígeno, las aletas y los trajes de neopreno. En las aguas que bañan estas playas del Mar de Cortés habitan cientos de especies y nadar junto a ellas es uno de los mayores lujos que ofrecen nuestros mares. Su arrecife coralino es único en la península, y uno de los pocos que sobreviven en el continente. Se calcula que tiene más de 25,000 años y su riqueza se debe principalmente a la confluencia de distintos mares: las aguas que bajan del Pacífico Norte, las que llegan desde Asia y las que suben desde Centroamérica.
Bucear aquí es una de las experiencias más valoradas. Aquí se viene con ganas de aprender a bucear y de maravillarse con la riqueza natural, para volver convencidos de la importancia de cuidarla y protegerla.
11. Playa Los Cerritos
A sólo 10 minutos de Todos Santos está una de las playas más bellas de toda la península de Baja California. Ubicada en la comunidad agrícola de El Pescadero, Los Cerritos tiene una particularidad: cuando las olas rompen en su costa y el mar se aleja, la arena se torna rojiza y dorada, un efecto que se acentúa con la luz tenue del atardecer.
Su oleaje la convierte en la playa perfecta para el surf de nivel intermedio. Está rodeada por paisajes montañosos y la temperatura del mar es baja la mayor parte del año, por lo que muchos prefieren montar las olas vistiendo un traje de neopreno. Para los surfistas más experimentados y que buscan un oleaje más intenso, corrientes fuertes y fondo rocoso, lo mejor será caminar un poco más hasta la playa vecina de San Pedrito, también en El Pescadero.
Aquí hay lo necesario para instalarse largamente: alojamientos sencillos, restaurantes y bares en un modesto complejo turístico llamado Cerritos Surf Town Hotel & Spa, a tan sólo 15 minutos a pie de la playa. Debido a que El Pescadero es una población pequeña, la contaminación lumínica es mínima y la bóveda celeste —perfectamente negra— se convierte en el proyector de noches por completo estrelladas.
12. Playa Los Algodones
La playa Los Algodones se llama así por las dunas blancas “como algodón” que la rodean. La arena tiene huellas de motos, caballos y personas, y la luz cae suavemente sobre ella. En Los Algodones uno puede rentar equipo de snorkel y buceo, o paseos en lancha. Es una de las playas que, en temporada alta, se llenan de turistas, que vienen principalmente de lugares cercanos a pasar el fin de semana. A lo largo de la playa hay un hotel y dos bares con hamacas, mesas y una cancha de voleibol improvisada, perfectos para tirarse a no hacer nada: el Hang Out y el Sunset. En otro terreno arenoso, quienes llegan a San Carlos de ciudades cercanas estacionan su camioneta ahí, se sientan en las hieleras llenas de cerveza light y comen el ceviche que prepararon.
Al salir del mar, la arena ya arde. Al mediodía no hay sombra. Desde las 12 hasta las 3 o 4 de la tarde, lo preciso es encerrarse y cultivar el talento de no hacer nada: acompasarse al ritmo del desierto y procurar que haya muy poco movimiento. Acaso leer el libro de verano, jugar cartas o perder la mirada en la agitación del aire y la luz.
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