La Villa Tugendhat funcionó algunos años como casa; ahora es museo y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Con un presupuesto que en la época alcanzaba para construir cientos de casas, y con la libertad creativa que le placiera, Mies van der Rohe le erigió a la pareja judía Grete y Fritz Tugendhat una residencia única en su tipo en Europa.
La Villa Tugendhat fue diseñada para que una familia la habitara con solo una habitación para cada uno de los padres –una para los niños y otra para su educadora–, en las que implementó la tecnología más innovadora de la época, así como los mejores materiales: mármol Travertino de Lazio, ónix de las montañas Atlas, de Marruecos y ébano Makassar, de Indonesia.
El jardín, de 6,570 metros cuadrados, fue diseñado bajo el concepto “betonte Leere” (espacio verde acentuado), por ello domina un gran prado verde con árboles sueltos y senderos que todavía respetan el trazado original.
Una de las innovaciones de la época fue el sistema de aire acondicionado y ventilación que hacía circular aire humidificado y fresco por la casa. Con filtros de aceite de cedro se purificaba el aire, luego de que en una primera cámara se enfriara con agua en piedras salinas. La sala del aire tenía un control para regular la cantidad y temperatura, y ahora, después de 80 años, el sistema sigue funcionando perfectamente en su estado original.
Antes de la entrada al salón, detrás de una pared de ónix translúcido, está el despacho de Fritz, con un escritorio y dos sillones, iluminado también con la luz del invernadero, al fondo. Sólo se habitó por los dueños durante ocho años, hasta que huyeron al iniciar la Segunda Guerra Mundial. Los nazis la ocuparon como cuartel directivo por un tiempo y al final de la guerra quedó en manos del gobierno.
Las ventanas de la sala, que van de piso a techo, pueden abrirse por completo a través de un sistema mecánico, incluso en el invierno, ya que la calefacción y el diseño conservan el calor de la casa.
Una de las paredes de madera se encontró en una oficina de la gestapo; y aunque la tenían despedazada, fue traída de vuelta y reconstruida.
El jardín de invierno (que en la foto se ve del lado derecho, en la última ventana), contaba con una pileta para plantas acuáticas y peces.
Un salón de época
El espacio más majestuoso de la residencia es la sala, que ocupa 237 de los 907 metros cuadrados de la construcción total. Se llega a ella por una escalera de caracol y tiene una vista frontal al jardín y a la ciudad. Van der Rohe diseñó para este espacio sillas Brno con tubos de acero cromado que rodean una mesita de vidrio. Al lado de ella, en el escritorio del salón, se terminó de acordar la disolución de Checoslovaquia en dos países.