Lee Miller en México
Esta es la primera exposición retrospectiva del trabajo de la fotógrafa en nuestro país.
POR: Redacción Travesías
Me emocionan especialmente las mujeres del surrealismo, así que cuando me enteré de que llegaría una retrospectiva de Lee Miller a México —por primera vez— di un pequeño saltito de emoción. Eso sí: casi imperceptible para no asustar a nadie.
La historia de esta fotógrafa, una de las más importantes del siglo XX, es interesantísima: creció con un papá que en sus tiempos libres se entretenía con cámaras oscuras, así que el interés fue heredado. A los 19 años, fue descubierta por Condé Montrose Nast, director de la revista Vogue, en una de esas formas que sólo pasan en las películas: caminaba por la calle cuando un taxista estuvo a punto de atropellarla, y él la ayudó.
Así fue como inició su carrera en el modelaje y, siguiendo todos los clichés posibles, posó para los mejores fotógrafos de la época, incluido Edward Steichen, quien, después, la recomendaría como asistente para el artista modernista Man Ray. Éste la aceptó y vivió con él durante tres años, tiempo en el que se convirtió en su musa, aprendiz y amante.
La atmósfera parisina, el surrealismo, la moda y los desnudos, además de retratos de algunos representantes de las corrientes más importantes del momento —como Pablo Picasso, Max Ernst, Joan Miró y más— con los que mantenía amistad, pueden apreciarse en su trabajo de entonces, que en su mayoría fue publicado por la revista que la vio nacer: Vogue.
Al terminar su relación con Man Ray, regresó a Nueva York y abrió un estudio, pero fue difícil mantenerlo durante la crisis de la Gran Depresión. Un matrimonio fallido en El Cairo —y bastantes fotografías de viajes y paisajes— después, se mudó a Inglaterra, donde se instaló y comenzó a trabajar como fotorreportera de la Segunda Guerra Mundial.
En 1944 consiguió, por fin, acreditación como corresponsal y formó equipo con David E. Scherman, quien le realizó ese polémico retrato desnuda dentro de la bañera de la residencia de Hitler en Múnich.
Su trabajo de guerra tiene un matiz muy especial: poco amarillista, más bien sensible y artístico, pero igualmente desgarrador. Presenció el asedio de Saint-Malo, la liberación de París, los combates en Luxemburgo y Alsacia y el Día del Elba, entre otros eventos que la marcaron.
Por eso, no es de sorprender que después de un par de años —y con claras muestras de estrés postraumático— dejara la fotografía para dedicarse a la alta cocina en su casa de campo.
Eso por resumir en unas cuantas líneas su compleja vida que, sin duda, será más fácil comprender al recorrer su archivo fotográfico.
Lee Miller. Fotógrafa surrealista, Museo de Arte Moderno, hasta febrero de 2016.
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