En una de las calles históricas más importantes de París, la Rue Berri (con edificios que datan del siglo XVIII y que fueron testigos de historias en la Revolución Francesa), casi esquina con Champs Élysées, se encuentra este hotel, un clásico, favorito por muchas razones, más allá de la ubicación de súper lujo: un muy buen servicio, una decoración elegante pero que no abruma y desde una cocina con estrellas.
Su belleza es de origen: fue construido como una elegante residencia en 1889, y en 1925 el legendario hotelero Emile Wolf lo convirtió en hotel, decorándolo con piezas que él mismo eligió y que se mantienen hasta hoy. Desde luego que la refinada estética predomina no sólo en la propiedad (incluidos los jardines con plantas originarias de cinco continentes) sino en el barrio que lo rodea. En las habitaciones también se respira ese aire irremediablemente francés, con piezas de colección que decoran cada rincón. Y aunque todas son cómodas y hermosas casi nada supera las vistas de sus suites, con terrazas que se disfrutan, especialmente en el verano.
La novedad es La Table du Lancaster, donde el chef Julien Roucheteau ofrece gastronomía de excelencia (este año consiguió dos estrellas Michelin) en un ambiente íntimo y acogedor. Roucheteau presenta una cocina moderna que recupera los sabores de tierra. Para poder apreciar los productos de temporada lo mejor es optar por uno de sus dos menús de degustación, el de seis tiempos o el de nueve para los que no quieren perderse de nada. Y a la hora del postre, nada como sacrificar el dulce por unos quesos que acá vienen de Maître Bordier. Eso sí, antes de dormir, hay que salir a dar un paseo por el vecino Parc Monceau o salirse a perder entre las multitudes que colman, día y noche, Champs-Élysées.