1. Apenas llegando, desde luego, hay que dejar las maletas en el hotel, y en toda la ciudad no hay otro lugar más encantador para dormir que Casa Mexilio (Calle 68, núm 495, ente las 57 y 59; T. (999) 149 4742). Desde luego, hay otras opciones más sofisticadas en Mérida, pero ésta es la combinación perfecta entre un espíritu hogareño, buena decoración y, sobre todo, grandes espacios para dejar pasar el tiempo. La casa, que se ha adaptado como hotel, está llena de recovecos, patios y espacios compartidos, como la biblioteca y el bar, que tienen vista a la calle, pero lo mejor es la terraza en el último piso. El único inconveniente es que quienes no son amantes de los gatos no disfrutarán la invasión de felinos que merodea en cada rincón.
2. Quien no venga a Mérida a comer se estará perdiendo de algo muy importante. Bien ubicado en el centro de la ciudad y con un menú al que no le falta ningún antojito, la parada gastronómica tendrá que ser en La Chaya Maya (Calle 57 y 62 núm. 481, Centro; T. (999) 928 4780). Desde panuchos y salbutes hasta un brazo de mestiza, aquí hay de todo. Hay que llegar temprano o tener paciencia porque generalmente hay que esperar un buen rato para conseguir una mesa.
3. Nada mejor para pasar la tarde que irse a caminar por el Paseo de Montejo. Aquí la escala será muy dulce, en la heladería Colón donde hay que pedir una bola de helado de mantecado, que sabe literalmente a otros tiempos.
4. Para una buena dosis de cultura, no hace falta ir más lejos del Zócalo. Aquí se encuentra la Catedral y Casa de Montejo, con su espectacular fachada, y varios espacios culturales. Durante los fines de semana, además, es común encontrarse con algún festival o evento, lo que quiere decir que las calles se cierran y se instalan puestos de comida.
5. Para cerrar el viaje con broche de oro hay que ir a conocer una verdadera hacienda henequenera. Sotuta de Peón fue restaurada y hoy funciona como un museo vivo del henequén. Los visitantes pueden hacer un recorrido por la propiedad y observar cómo funcionaba el proceso del sisal. Es un paseo perfecto para hacer con niños y hasta es posible quedarse a dormir en la hacienda.