Francia es uno de los destinos más populares para pasar el verano en Europa. La cultura de las calles de París o el sol y la buena vida de la Costa Azul atraen a miles de viajeros todos los años. Y, aunque su reputación no está infundada y son viajes imperdibles, preferí buscar una alternativa, con aires distintos y lejos de las multitudes. La respuesta la encontré en la Provenza.
Esta región al sureste de Francia, colindante con Italia y el mar Mediterráneo, se caracteriza por sus viñedos, sus campos de lavanda, algunas playas tranquilas y los pequeños pueblos que resguardan la cultura tradicional francesa.
Lo mejor para conocer este destino es salir a sus caminos e irse moviendo entre los pintorescos pueblos. Aunque no habría ninguna limitante para tomar un auto y viajar por carretera, decidí hacer un viaje en bicicleta. Pensé que era la mejor opción, por las distancias cortas entre cada parada y los paisajes, que han creado rutas perfectas para recorrer y disfrutar la Provenza en pocos días. No estaba equivocada.
¿Cómo empezar?
El turismo ciclista en la Provenza ha crecido con la oferta de varias empresas que proveen servicios de guía o simplemente rentan el equipo para los viajeros interesados que llegan hasta esta región de Francia desde diferentes puntos del mundo.
Desde tours personalizados de varios días, hasta rentas de bicicletas eléctricas, los servicios de compañías locales como Provence Bike o 44/5 Tours facilitan un recorrido que se adapta a cualquier viaje.
Día uno
Nosotros al llegar a la Provenza nos quedamos en una casita muy cerca de Gordes, un pueblito muy pequeño, que desde arriba de una montaña tenía vistas espectaculares. Tuvimos la suerte de llegar en día de mercado, cuando se reúnen productores y artesanos locales para vender comida e ingredientes, como fruta fresca, o incluso joyas.
Después de pasar la mañana en Gordes, tomamos un camino de tierra compactada que nos llevó hasta Vaucluse. En tamaño y belleza este pueblo se parecía mucho a nuestra parada anterior, montado en un cerro y con algunos campos a su alrededor. Pero, con la particularidad del río que lo recorre. Justo en la ribera, hay varios locales para sentarse a tomar un aperol spritz y comer algo después de un largo día en la bici.
Día dos
El segundo día dimos un recorrido por los campos de lavanda, típicos en la región y tomamos la bici para visitar otros pueblos cercanos, como Lacoste y Bonnieux. En este último paramos para comer algo en el hotel Capelongue, una propiedad de ensueño, con una alberca alargada, rodeada de árboles y un comedor al aire libre con vista a los campos de la Provenza.
Después, aprovechamos la luz del día para regresar a casa y disfrutar el clima de verano de la región, perfecto para tomar el sol y pasar una tarde en la alberca, con drinks y juegos de mesa. Por la noche, volvimos al centro de Gordes, donde encontramos una terraza con vista, para cenar y ver el atardecer, acompañados de vino rosado.
Día tres
Llegábamos a nuestro último día en la Provenza. Después de sentarnos en un café de Gordes a comer croissants y cargarnos de cafeína para empezar la mañana, dimos una vuelta por las tiendas que vendían embutidos y quesos frescos, que más tarde servirían de botana.
Antes de regresar a casa, nos montamos en la bici y recorrimos los caminos de tierra por última vez. Paseamos por los campos que rodeaban el pueblo y saludamos a algunos vecinos que justo empezaban a ubicarnos. Este último paseo resume bien nuestros días en la Provenza, un pintoresco destino, donde el verano y la cultura francesa puede vivirse en todo su plenitud.