París con Alondra
Una invitación de la Orquesta d’Île de France me hizo regresar a todos los espacios en los que siempre me he sentido bienvenida al visitar París, como el barrio de Saint-Germain-des-Prés donde están algunos de los mejores restaurantes de la ciudad.
POR: Redacción Travesías
Llegué a París invitada como directora huésped por la Orquesta d’Île de France para dirigir una serie de conciertos en el Pôle Culturel d’Alfortville, en la Cité de la musique y, además, en el teatro Jean Vilar de Vitry sur Seine. Es una ciudad llena de sorpresas, en el Palacio de Tokio me encontré con la singular exposición interactiva de Tino Sehgal, un inglés de origen hindú. Su propuesta me pareció muy innovadora. Si andan cerca, vale la pena experimentarla.
Cuando voy a París suelo visitar el exclusivo barrio de Saint-Germain-des-Prés, donde se encuentra el restaurante Le 21. Además de comer bien, compartes con el mundo de los anticuarios, editores de libros y políticos. La comida de mar es deliciosa, recomiendo las laminillas de bacalao salteadas con pimientos, papas y cebollas, o el clásico salmón a la parrilla que siempre está en su punto. Sugiero la tarta de fondant de chocolate de postre, particularmente rica. Pero si quieren las tradicionales crepas ratatouille acompañadas de una buena sidra, recomiendo la Moulerie Crêperie Larcher de Saint-Germain, en Laye.
De regreso de la visita que hice a la bella y antigua Plaza de los Vosgos, situada en el antiguo barrio judío Le Marais, me detuve a comer en L´As du Fallafel, pequeño restaurante de comida árabe ¡delicioso falafel y kebab! Un servicio rápido y precios accesibles.
En la noche parisina recomiendo no perderse Rosebud, en Montparnasse, para regresar en el tiempo al entrar a un ambiente de los años cincuenta, donde entonces se podía encontrar a Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre escuchando excelente jazz y tomándose un manhattan. Los meseros de elegante saco blanco y corbata negra parecen sacados de un libro de F. Scott Fitzgerald, quienes siempre estuvieron atentos a mis deseos, y aunque su fuerte no es la comida, el pavé de rumsteak grillé que comí estaba delicioso.
En el día dar la vuelta por los Jardines de Luxemburgo es reconfortante, muchas actividades lúdicas para jóvenes y adultos. Burritos o ponis para pasear a los niños, y pequeños estanques para jugar con sus barcos hacen la delicia de ellos. No podía faltar lo divertido de un teatro guiñol. El jardín es un respiro en medio de la ocupada vida citadina.
Siempre llegar a la Ciudad Luz es un agasajo, no solamente por lo bella, sino también por su exquisita comida.
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