- Norte
Está fuera de los circuitos habituales aunque cerca de todo. Abierto sólo por la mañana y al mediodía, se convierte sin darte cuenta en ese sitio que todos tenemos en el que everybody knows your name. Aquí, probablemente, es donde se estén sirviendo las mejores croquetas caseras de Barcelona, dicho esto, ya no habría que añadir mucho más, pero las personas que llevan esta pequeña joya no dejan de sorprendernos cada día. Son irresistibles sus puerros con vinagreta de avellanas, y exquisitos y delicados sus raviolis de pies de cerdo.
Nunca me voy sin un platillo de merluza, espectacularmente rebozada, y un mollete de confit de pato; son quizá mis platos favoritos, aunque aquí soy fácil de convencer y dejo que siempre me hagan recomendaciones. La selección de vinos no podría ser más corta ni más acertada. Cuatro o cinco vinos que también van cambiando, y que representan algunas de las DO (denominaciones de origen) españolas.
- La Volàtil
Víctor y Susana, hermanos, lo tenían claro desde el principio. Iban a montar un bar de vinos. Lo han hecho ¡y de qué forma! Amantes ella de la cocina y él de los vinos, han conseguido hermanarse también profesionalmente y encontrar la fórmula perfecta de platillos y vinos. No sólo Víctor domina el tema de los caldos, las personas que están en la sala, además de muy amables, demuestran también amplios conocimientos y no dejan de recomendar tanto nuevos vinos como platillos y raciones que se van incorporando a la carta o que aparecen como platos del día especiales.
Sorprende, al tratarse de un bar de vinos, lo elaborado de algunos platillos, en especial todos los de cuchara: pequeños guisos típicos del mar y montaña de la gastronomía catalana, como judías con calamarcitos, albóndigas con sepia o unos pulpitos orejones con un sofrito espectacular que tomé el último día que fui, y que aún recuerdo. Mención especial a los postres, no hay que perderse ninguno de los pasteles de Gloria, la madre de los chicos. Su localización, cerca de teatros y bares, y a las puertas del barrio del Raval, hace que se llene de gente de todo tipo, pero especialmente de profesionales liberales, gente de la cultura, del arte y del diseño de la ciudad.
- Zero KM
Espacio de reciente apertura en la zona eternamente de moda del Born. Pese a ser bastante grande y tener el espacio muy aprovechado, es mejor reservar, sobre todo por las noches y el fin de semana. Hay que estar muy atentos a las redes sociales para ver qué va pasando cada día y qué nuevas propuestas tienen cada semana. Con la llegada de la tarde y, especialmente, de la noche, el local se convierte en un bar de copas con muchísimo ambiente, pero por algún motivo se han querido definir como restaurante-lounge.
Su nombre nos da muchas pistas sobre lo que se cuece en Zero Km. Existe un movimiento, en algunos casos relacionado con corrientes como la del slow food, conocido como kilómetro cero, aludiendo a la procedencia de todo lo que se consume en el restaurante. En este caso, más del 80% de las materias primas que se utilizan provienen, como máximo, de 100 kilómetros a la redonda de Barcelona. Por este motivo, sólo tienen vinos de denominaciones de origen catalanas.
Su propuesta es de cocina mediterránea, moderna y sin complejos. La carta está llena de opciones para compartir: ensaladas o pizzetas gourmet hechas con una finísima masa y con ingredientes originalísimos. Es sorprendente la de pollo y setas con salsa de trufa, y para paladares menos atrevidos están deliciosas la mediterránea o la de burrata. Pese a tener una carta no excesivamente larga, la variedad y las combinaciones de sus platos son espectaculares: el tartar de atún con un cremoso de queso, una corvina con leche de coco o en versión Nobu, los mejillones al vapor cocinados en papillote o alguna auténtica delicatesen, como los rollitos de pato con un lecho espectacular de cebolla caramelizada y zanahoria.
¿Una curiosidad? En el brunch de los domingos hay que atreverse con la versión de la pizzeta desayuno, pues lleva absolutamente todo lo que uno puede imaginar que querría a esas horas de la mañana.
- El Tastet de la Mar
El Mercat del Ninot, recientemente reabierto tras una remodelación integral que duró cinco años, es un mercado de los de verdad, de los de siempre, donde los vecinos de la zona compran cada semana productos de proximidad. Son muchos los propietarios que, con el nuevo mercado, se han animado a añadir a su negocio algún tipo de oferta gastronómica.
Algunos, como el Medusa, ya se han hecho populares en Barcelona, pero yo me quedo con El Tastet de la Mar de la pescadería Ribera, cuarta generación al servicio de los clientes del barrio. Aquí mandan dos cosas: el producto fresco que va literalmente del puesto a los fogones, y un jovencísimo Pau que ha sabido ganarse una clientela poniendo mucha invención en los platos. Los que salen de esa diminuta cocina son cada día diferentes y prima, por encima de todo, la creatividad.
El primer día que fui tuve el privilegio de sentarme al lado de Pau, quien compartió conmigo su pasión por lo que hacen… y algunos secretos de la vida del mercado. Han empezado a comercializar a muy pequeña escala sus croquetas de gambas y de calamares, que cada día vuelan en un par de horas. Son deliciosas y originales, con sabores muy intensos y con trocitos de pescado y marisco claramente detectables, y eso, en una croqueta, se agradece y mucho.
Aún tengo el recuerdo de los callos con sepia que me recomendaron, un típico mar y montaña de nuestra gastronomía que simplemente bordan; reconozco que los trozos de chorizo también ayudaron. Aprovechando mi afortunada compañía, pude también probar un arroz espectacular. Ese día era de sepia y gambas frescas y de tirabeques, un tipo de guisante que se puede comer con la vaina entera. Un descubrimiento.
Bar de vinos en el barrio de Gracia. El nombre del local ya nos da ciertas indicaciones sobre lo que pasa dentro de Viblioteca, una especie de tributo a los caldos de diferentes regiones del mundo, aunque predominan claramente los españoles y franceses. Una biblioteca del vino. No es sólo la cantidad de referencias que tienen, más de 150 in situ, sino el dominio de este mundo apasionante.
Viblioteca no tiene cocina propiamente dicho, por lo que aún tiene más mérito lo que hacen con un pequeño, vamos a llamarlo, hornillo. Consiguen también maravillas con sus variadísimas ensaladas, como la de burratina con tomate y aceite de albahaca; o la de carpaccio de calabacín, ibérico y parmesano; o con sus tartares, es muy recomendable el de ternera con citronella y sésamo. Muy original su versión de tortilla española, con jamón y huevo poché.
Además de una selección de excelente foie, el otro secreto de Viblioteca son los quesos y ¿qué mejor matrimonio que el del vino y los quesos? Con una selección de más de 30 quesos artesanales, escoger y pedir se puede convertir en un reto. Una vez más hay que ponerse en manos de los expertos o dar pequeñas indicaciones sobre nuestros gustos personales.
Recuerdo claramente lo que pedí en mi última visita: una selección de cuatro quesos españoles de diferentes zonas y texturas. Hay que elegir de vaca, de oveja o de una mezcla de estos dos, y asegurarse de que haya Payoyo. Este último es uno de los quesos gaditanos más buscados y apreciados en estos momentos.
Son espectaculares todos los acompañamientos a la selección de derivados lácteos, como mermeladas y compotas caseras de cebolla, tomate, además de las más tradicionales y dulces. Viblioteca se ha convertido en un imprescindible para los amantes del vino y del queso en Barcelona.
Cuando entras en Casa Lolea y muy amablemente te explican cuál es su razón de ser, te preguntas, ¿cómo es posible que a nadie antes en este país se le haya ocurrido producir y vender una sangría premium? Pues aquí no sólo han hecho una, sino que, de momento, tienen cuatro tipos diferentes: la Nº1 o Lolea (la clásica con cabernet sauvignon y merlot), la Nº2 o Clarea (con vino blanco como base), la Nº3 (edición limitada de vino blanco espumoso) y hasta una firmada por Albert Adrià, la Nº19 o La Cala.
Se trata de nuestra famosa sangría, sí la de toda la vida, pero en versión artesanal con matices y especias; y ojo, porque al no estar pasteurizada caduca. Tiene menos alcohol y, además, va embotellada. ¡Y con qué packaging y diseño! Ya se las puede distinguir en todas las tiendas gourmet; sus lunares típicos del imaginario andaluz las hacen inconfundibles.
Pero Casa Lolea no es sólo sangría. Es imprescindible su tortilla de patatas hecha al momento, su mojama de un atún fresquísimo que nada tiene que ver con la mojama tradicional, excesivamente seca y salada para mi gusto. Entre otros clásicos del repertorio de tapas encontramos, claro está, la ensaladilla rusa y algunos montaditos y platillos, como la coca de escalibada (verduras asadas) o el foie micuit; además de ibéricos, conservas y una amplia selección de quesos de diferentes zonas geográficas españolas.
Eso sí, el secreto de Casa Lolea es su falso risotto, hecho a base de sémola y con una espesísima salsa de trufa que hace fácil la confusión con la receta italiana. Es difícil resistirse a este plato si algún otro comensal lo pide, pues el aroma invade todo el local en apenas segundos.
Llegar puede resultar algo más complicado de lo que esperábamos. Pese a estar apenas a diez minutos caminando de Plaza Cataluña, está en una callejuela típica del barrio gótico, cerca del Passatge Sert, el que vale la pena atravesar si encontramos la puerta abierta. En la época veraniega conviene tomarse algo en cualquiera de los bares de la plaza de Sant Pere, con terrazas abarrotadas a todas horas.
Este pequeño y acogedor restaurante en pleno ensanche barcelonés lleva poco tiempo abierto y ya se ha convertido en uno de mis favoritos en la ciudad. Para ser más exacta, diría que lo tengo entre los tres o cuatro primeros.
Alvart es el protagonista del restaurante, tiene apenas 25 años y cocina con una delicadeza y un respeto al producto increíble. Es una de esas apuestas seguras y un chef con valor en alza; se hablará de él este 2016, y mucho.
Es necesario reservar, no importa si es para el almuerzo o la cena, con al menos tres días de antelación. Sorprenden al mediodía con un menú de 20 euros, algo casi imposible de creer dada la preparación, presentación y calidad de los productos. Incluye tres platos, siempre con dos opciones de entrada, principal y postre, una bebida y pan, cosa también poco frecuente por aquí. Debe ser de los mejores menús en relación calidad-precio que hay ahora mismo en Barcelona. Es tal la sofisticación de algunos de los platos que por unos segundos dudas sobre en qué restaurante estás. Los montajes llegan a niveles artísticos.
Me he dejado conquistar, en diferentes momentos y probando también los platos de algún acompañante víctima, por un bonito marinado con crema de coco, un bloque de pies de cerdo con trompetas de la muerte y espinacas, una corvina con mutabal y tirabeques, un canelón de pescado y marisco con crema de mantequilla blanca de intensísimo sabor y unas endivias a la plancha con castañas. Todo sabe como hace tiempo, como recuerdas o como te contaban que sabían antes las cosas. En breve, Alvart ya no será un secreto ni estará bien guardado.
Está situado en una placita escondida detrás de la fascinante y casi secreta calle Séneca, repleta de galerías de arte y de muebles de diseño, tiendas de decoración y de la única tienda que Lydia Delgado tiene abierta al público. Santa Gula es uno de esos sitios en los que te sientes bien nada más entrar. La presencia de la madera y la delicadeza de algunos de los detalles en las mesas, como sus servilletas a modo de trapo de cocina y los pequeños botecitos con florecillas, dan una sensación de calor de hogar casi inmediata.
Aquí cuidan mucho el producto, sirven platos de temporada y afirman que la carta cambia cada 15 días; aunque también tienen sus clásicos, como las alcachofas de El Prat —muy buscadas y valoradas— o los raviolis de setas y gambas. Muy socorridos las sardinas crujientes sobre un lecho de crema de berenjena o el papillote de vieiras que te transporta, debido al coco y a las especias, a lugares más exóticos. Buenísima y con una cocción perfecta, la merluza con parmentier de patatas acompañada por las también conocidísimas judías de Santa Pau, una verdadera delicatessen.
Para gustos más carnívoros, tienen cochinillo de Segovia deshuesado con mango caramelizado o costillitas ibéricas lacadas con soya, miel y jengibre. Yo, personalmente, soy más de meloso de rabo de toro, un clásico de nuestra cocina. Mención especial al cheesecake casero, esta vez con maracuyá. Su carta de vinos puede hacer que se nos trastoque el presupuesto, pero vale la pena un pequeño exceso para probar alguna de sus atractivas botellas.
No podía faltar un restaurante en la zona de moda de Barcelona, en la calle Parlament. En el barrio de Sant Antoni están proliferando, gracias al retorno del vermut, ya no sólo locales para tal propósito durante el fin de semana, sino todo tipo de bares y restaurantes y un sinfín de sitios antiguos renovados, reconvertidos en otros negocios.
Agust es una de esas incorporaciones. Se me hace extraño que tenga dos plantas, por eso siempre reservo una de las mesas altas frente a la cocina totalmente abierta. No se vayan sin probar sus zamburiñas, presentadas en su propia concha con una mantequilla al “Café de París” que es de infarto. Buenos, originales y equilibrados, los rollos de aguacate con gambas. Para momentos de nostalgia gastronómica, tienen unos tacos de cochinita pibil que, en la distancia, son espectaculares. Otro de sus irresistibles clásicos es el canelón de pollo asado, contundente y con muchísimo relleno, pero delicado gracias a una deliciosa bechamel.
Famosos en las redes sociales por sus reinterpretaciones o “falsos postres”. No olviden probar el cactus y el plátano, los más espectaculares a nivel visual y creativo. Algunos prefieren sencillamente su delicioso crème brûlée.
Además de los vinos de la carta, pregunta por botellas fuera de la misma, igual acabas consintiéndote con una copa de un Vega Sicilia si ese día tienen una abierta.
Seguramente, Palo Cortao no está en el sitio mejor comunicado de Barcelona, pero un pequeño trayecto en taxi soluciona el problema rápidamente. Bien vale la visita… y no solamente una.
El local tiene nombre de vino amontillado producido en diversas zonas de las provincias de Cádiz y Córdoba. Escrito tal y como se pronuncia en el sur, comiéndose la “d” del nombre original, Palo Cortado. En lo personal, me gusta mucho más de esta forma, es parte del viaje y la experiencia. Están conquistando el Poble Sec con una apuesta poco frecuente en la ciudad Condal.
Capitaneado por cordobeses y catalanes, hace honor a diferentes platos y delicias del sur. Salmorejo y flamenquines de Córdoba, chicharrones homenaje a “Casa Manteca” de Cádiz —esos deliciosos que se quedan pegados al papel por su delgadez y grasa—, gamba blanca de Huelva, rabo de toro. Un paseo por grandes clásicos de la geografía no sólo andaluza, sino de otras zonas de España. Sorprende ver en la carta la clásica tortilla de bacalao, típica de sidrería del norte, absolutamente deliciosa. No faltan tampoco clásicos de la gastronomía más próxima, como los arroces y algunos destacados mar y montaña.
El local, situado en la calle con más bares y restaurantes, y un conocidísimo club, se debate entre la modernidad de un barrio cada vez más cool y la cocina honesta de producto que honra a las tradiciones.