Los escondites del Monumento
En recientes remodelaciones se han descubierto los secretos que resguarda la estructura interna del Monumento a la Revolución.
POR: Esther González Jacques
Al interior del Monumento está surgiendo una revolución; una insurrección que nos permitirá adentrarnos a rincones jamás explorados de su construcción. Hace casi seis años que inició esta revuelta con un proyecto de remodelación, a cargo del arquitecto Andrés Mier y Terán, y es ahora cuando se revelan las reliquias descubiertas.
Al principio, todo consistía en restaurar este icónico edificio para renovarlo; hubo quien pensó que el proceso terminaría al limpiar los barandales y tapar con yeso uno que otro rasguño en las paredes, pero los trabajos fueron más allá: el equipo en función rapeleó entre las columnas huecas y oscuras de la construcción, a más de 50 metros de altura, descubriendo con linternas espacios a los que suponen sólo accedían personajes importantes de la política y expresidentes; hallaron las cabinas de elevadores antiquísimos –considerados una reliquia, utilizados en 1938–, y entonces decidieron instalar plataformas y hasta pisos de vidrio para que los visitantes accedan a estos increíbles e históricos hallazgos.
Directo a la raíz
Al pagar un boleto para el Paseo Cimentación tienes acceso a la estructura que da soporte a la construcción entera. Recorres en una especie de laberinto las vigas de acero que sustentan al edificio y que fueron importadas de Nueva York en 1905.
Los remaches, que puedes tocar y casi envolver con la palma de tu mano, fueron colocados por mano de obra mexicana, uno por uno, a temperaturas que los mantenía al rojo vivo. Esta técnica y tipo de material fueron los mismos que se utilizaron en la construcción de las estaciones de metro de La Gran Manzana, todo un método revolucionario en aquella época. En el recorrido actual también encuentras varios periscopios que te permiten observar a detalle la obra.
Elevador panorámico y observatorio
Para empezar el camino hacia la cima del Monumento debes esperar turno en el elevador panorámico, así evitarás los 196 escalones que también te llevan a los miradores, a 41 y 38 metros de altura. Desde ahí se obtienen excelentes vistas de la ciudad e identificas el trayecto que Porfirio Díaz intentaba trazar desde su soñado Palacio Legislativo hasta el Zócalo capitalino.
En estas terrazas también es posible apreciar a detalle los bloques con los que se construyeron las esculturas de Oliverio Martínez, colocadas para la inauguración del Monumento, en 1938, que abordan temáticas de la Independencia, las Leyes de Reforma, Agrarias y Obreras.
El elevador que te guía hasta este punto es, aunque no lo creas, una estructura desmontable que puede quitarse en el momento que se decida, sin dañar la construcción.
Por la estructura de 1910
El paseo por el esqueleto del Monumento es actualmente la novedad en el recinto. Es la zona a la que entraron los arquitectos, escalando y en la oscuridad, y que ahora cuenta con plataformas y pisos de vidrio para reconocer la estructura interna. A tu paso encuentras los tensores que siempre han sostenido al edificio.
En el trayecto hay diversas paradas en las que montan algunas exposiciones en torno a la historia de este inmueble y próximamente planean inaugurar una sala de cine.
Es aquí donde también tienes acceso a las cabinas de los antiguos elevadores recuperados y hasta atraviesas por los cables que los suspenden. Uno de los modelos adquiere relevancia al ser el único en América en realizar recorridos curvos por la cúpula hasta la cima. Permanecen íntegros, donde el tiempo los detuvo.
En la cima del Monumento
Grabado sobre el domo de este histórico complejo, como con un trozo de metal, se lee el nombre: Carlos Caballero P, y la fecha: Junio 26, 1953.
¿Cómo diablos subió alguien a este punto, a 65 metros de altura, en una época donde el paso estaba clausurado al público y sin ninguna protección de seguridad?
Hoy, esa especie de pintas y rayones se respetaron a pesar de las remodelaciones, como un recuerdo de las formas en las que los capitalinos se han apropiado de la construcción.
Pero el mirador Linternilla ya no es un sitio restringido, las recientes remodelaciones permiten recorrerlo incluso para los paseos que la administración organiza los últimos fines de semana de cada mes para observar el amanecer.
Y ahora sí, una vez visitado el Linternilla hay que bajar los 196 escalones que te llevan por una de las columnas del Monumento rumbo a la salida. El esfuerzo no es tan pesado, ya que el espacio cuenta con fotografías antiguas que narran la historia de este ícono.
El paso del tiempo
1897 Porfirio Díaz convoca a un concurso para el proyecto del Palacio Legislativo Federal.
1900 Inician las excavaciones.
1904 Contratan al arquitecto francés Émile Bénard para trazar el proyecto.
1905 Construyen los cimientos.
1910 El 23 de septiembre Porfirio Díaz coloca la primera piedra.
1911 El 25 de mayo, Díaz renuncia a la presidencia y se exilia en Francia.
1912 Los recursos designados para el Palacio Legislativo se utilizan en combatir las guerras revolucionarias.
1913 La estructura permanece expuesta y abandonada.
1922 Para rescatar su proyecto, Émile Bénard envía a Álvaro Obregón una propuesta para hacer un panteón para héroes.
1928 Asesinan a Obregón.
1929 Muere Bénard.
1933 Carlos Obregón Santacilia presenta un proyecto para convertirlo en el Monumento a la Revolución.
1934 Oliverio Martínez gana un concurso en el que propone las esculturas que coronan las cuatro columnas.
1936 El recinto se constituye como mausoleo.
1938 Se inaugura el acceso a los miradores.
1970 Cierra el ingreso al Monumento durante 40 años.
1986 Abre el Museo de la Revolución, adjunto al Monumento, donde se expone la historia de México.
2010 Inicia un trabajo de rescate de la Plaza de la República, el Museo Nacional de la Revolución y el Monumento a la Revolución.
2014 Abren acceso a la cima.
2016 Se permite el paso a las cabinas renovadas y al Paseo Presidencial, donde se colocan dos esculturas de cera de Villa y Zapata.
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