El golpe de humedad es fuerte e inmediato cuando bajas del avión en el Aeropuerto Internacional de Mérida. El cuerpo empieza a sentirse pegajoso y el aire que entra y sale por la nariz se siente caliente. La sensación aunque puede ser desagradable se convierte en algo placentero, hay algo en la mente que hace clic para empezar a disfrutar y relajarse. Después de 25 minutos en auto, muy cerca de la localidad de Chocholá, el impacto se siente ahora en las pupilas cuando las puertas de Chablé se abren como un oasis en medio de la selva.
La atención en la recepción es muy cálida. Por momentos es fácil olvidar que estás en un hotel, pareciera que algún buen amigo te ha invitado a pasar unos días en su casa. La propiedad, además de tener un gran escenario natural, también tiene una arquitectura y diseño balanceado el cual estuvo a cargo de Jorge Borja y Paulina Morán, quienes desarrollaron un concepto que unifica el estilo de las casas coloniales de la zona y la esencia de la cultura maya. El resultado los hizo acreedores en 2017 al Prix Versailles como el mejor hotel del mundo.
La recepción principal y el bar, así como otras áreas de esparcimiento, se encuentran en lo que llaman la Casa Principal, que por fuera es una exhacienda del siglo XIX y por dentro un moderno espacio que podría ser el de un hotel de diseño vanguardista. A unos cuantos metros hay otra construcción de estilo colonial que llaman Casa de Habanos, donde los visitantes pueden escoger entre una amplia variedad de ellos para disfrutar.
Hospedarse en una de las 38 casitas es una de las experiencias memorables de este lugar. Cada una de ellas cuenta con una alberca privada y una cómoda terraza para relajarse en la intimidad. De hecho, una de las características del hotel es la privacidad. Más allá de los espacios en común, es casi imposible que te encuentres con otros huéspedes, lo que da una sensación de exclusividad y aislamiento perfecto para descansar.
Si quieres vivir la aventura en grupo, existen dos posibilidades: hospedarse en la Villa Presidencial o en la Villa Royal. En ambas opciones se pueden quedar seis personas. La primera tiene amplios espacios, con sala, comedor y cocina, pero la segunda es realmente espectacular, ya que el diseño se mezcla con vestigios arquitectónicos que se encontraron en la zona. Cuenta, además, con su propio gimnasio y spa, un baño con vista a la selva con una tina tradicional y otra de hidromasaje, así como una alberca muy grande en un espacio muy agradable.
Para comer, existen tres opciones que fueron diseñadas por el aclamado chef Jorge Vallejo. Bajo su liderazgo, el chef ejecutivo Luis Ronzón enaltece la experiencia gastronómica del hotel en los restaurantes Ixi’im, Ki’ol y el Spa Restaurant que se basan en una cocina orgánica, estacional y que utiliza principalmente ingredientes cultivados en los jardines.
De hecho, el plan es volverse 100 % sustentable en la cocina a mediano plazo. Ixi’im, que en maya significa maíz, es una elegante construcción en medio de la selva, dentro del amplio terreno de Chablé. El menú es una mezcla de influencias mexicanas y locales, el cual integra hierbas, frutas y plantas del terreno. Destacan las entradas, como el tiradito de callo de hacha, los cortes frescos de atún con espuma de coco y la tártara de venado.
Ki’ol, que en maya significa saludable, hace honor a su nombre. La comida es deliciosa, hecha con ingredientes recién cosechados de los jardines. Frescura es la palabra clave en este restaurante de decoración sencilla. Aquí se podrán disfrutar alimentos saludables y abundantes teniendo como vista el espacio de la alberca principal. Los huéspedes pueden desayunar, comer o cenar exquisitos platillos que van desde lo local y tradicional hasta lo internacional y exuberante. Sobresale el servicio de los meseros, quienes son oriundos de la zona y saben a la perfección de dónde viene cada ingrediente y cómo se prepara. El Spa Restaurant mantiene la congruencia con el enfoque holístico del programa de wellness y spa, por lo que se concentra en la nutrición y la alimentación saludables.
El hotspot del resort es el área del spa, el cual fue construido alrededor de un cenote natural en el corazón del terreno. Las cabinas de masaje tienen la mejor vista de todo el hotel, y desde que entras a tu sesión, la relajación es casi inmediata.
En este espacio también se hacen actividades deportivas y de meditación al aire libre. La experiencia es increíble, sólo hay que ponerse repelente antes de hacerlo, porque los mosquitos aquí están muy hambrientos.
La gran variedad de travesías (así les llaman) personalizadas mezclan tradiciones chamánicas de la zona y técnicas modernas que se centran en el beneficio wellness, fitness, la belleza y la nutrición desde tres enfoques: Fountain of Youth “Flow”, relajante y rítmico; Tree of Life “Balance”, purificante y desestresante; y Heaven on Earth “Inspire”, para la apertura del alma y la conexión. También hay experiencias de ceremonias mayas, entre ellas el temazcal. El spa también ofrece un circuito de hidroterapia, sauna y vapor que es ideal para tomarlo antes de los masajes.
Para completar el resto del itinerario, una de las actividades más especiales es recorrer el terreno en bicicleta por el circuito (te las prestan en el hotel). La sensación de respirar aire limpio y sentir el viento en la cara al mismo tiempo que escuchas el sonido que emite la fauna del lugar, es el cierre perfecto de esta experiencia que de una manera local, sustentable y armoniosa con la naturaleza logra una aventura transformadora.