La negación de la estética
El legado arquitectónico de Juan O’Gorman, inspirado en sus ideales de justicia social, empezó en un rincón al sur de la ciudad de México.
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Tenía apenas 24 años cuando, sin saberlo, cambió la historia de la arquitectura mexicana. Era 1929 cuando Juan O’Gorman empezó la construcción de la casa Palmas 81, la primera obra funcionalista en América Latina.
Tres años antes había salido de la universidad y comenzaba a desarrollar la influencia de Vers une architecture (Hacia una arquitectura), la obra que reúne los postulados de Le Corbusier. De ahí surgió uno de los principios que inspiró su primera construcción: la casa como máquina para habitar.
En la época posrevolucionaria, México se encontraba con un peligroso déficit de vivienda, servicios e infraestructura. En términos estéticos, desaparecía el estilo afrancesado que se había desarrollado desde finales del siglo XIX hasta entonces.
En este contexto, con las enseñanzas de Le Corbusier y sus ideas sobre justicia social y la necesidad de sumarse a la lucha de los obreros por sus derechos, pensó en construir su casa con un nuevo estilo que, además, costara por metro cuadrado lo mismo que la casa de un trabajador de clase baja.
Entonces compró el terreno ocupado por dos canchas de tenis de un hotel que había quebrado, en medio de mansiones decimonónicas al sur de la capital mexicana. Ahí comenzó a experimentar con su propuesta arquitectónica que negaba la estética como el principio rector de las obras.
Con esta radical apuesta en favor de lo que muchos arquitectos consideraron como antiestético, O’Gorman desarrolló esta obra, y llegó a ser tan admirada por artistas de la época que el pintor Diego Rivera adquirió parte del terreno y le pidió que construyera su casa-estudio conectado con el de Frida Kahlo, y que hoy forman uno de los museos más visitados de la ciudad.
La casa está formada por dos plantas conectadas por una escalera volada en forma de helicoide.
En el primer nivel hay una terraza, cuarto de servicio, sala y comedor. El segundo tiene un estudio, un baño y cuatro recámaras.
El estudio muestra uno de los sellos carecterísticos de sus obras: grandes ventanales de piso a techo.
Sus diseños buscaban la eficiencia de espacios, el ahorro de materiales y el aprovechamiento de la luz natural.
Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, Diego Rivera 2, Altavista, T. (55) 86 47 54 70, martes a domingo de 10 a 18 horas.
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