Templos, comida, inspiración y relajación son las palabras clave para acercarse a Bangkok, una de las capitales asiáticas más divertidas y dinámicas del momento.
¿Qué tanto seduce en esta metrópoli de tráfico caótico, humedad superlativa y clima extremo? Habría que empezar por la calidez de las sonrisas de la gente, por algo le llaman a Tailandia la tierra de la sonrisas. Seguiríamos con la obsesión por su culinaria inagotable que encierra sabores ácidos, picantes, dulces y salados, los cuales encontramos en los miles de puestos callejeros que inundan sus banquetas, los locales pequeños y sencillos a pie de calle, pasando por la creciente oferta de alta cocina que no sólo se limita a lo tailandés, sino a la gastronomía de China, de India o de Francia, por nombrar algunas. La energía de sus mercados y la frescura de sus frutas y productos son inigualables. La escena de bares de coctelería y la de los cafés que sirven, con rigurosidad de estudiosos, granos de especialidad es otro mundo que se ha expandido de manera impresionante. Seguiríamos con la belleza de sus templos, la tranquilidad que provoca recorrerlos, observarlos y la suerte de presenciar alguna de las ceremonias budistas, con sus cánticos que producen una especie de trance.

Hablando de la parte consumista, las compras son un deporte nacional y cada plaza comercial que se visite sorprenderá por su diseño y oferta, desde lo más barato y lo que se pensaba que no se necesitaba hasta los múltiples locales que ostentan las marcas de lujo en un radio de pocos kilómetros.
Si esta es la tierra de las sonrisas, se hacen eco en la hotelería de lujo, donde se vive una gran hospitalidad. A todo esto se le suma la cultura de los masajes y la firme creencia en los beneficios de las manos sobre el cuerpo. En sus costumbres está la de integrar el bienestar físico y mental. El lujo consiste en hacerse todos los tratamientos que se puedan durante la estancia.
La ruta del apetito
La escena gastronómica de Bangkok es para cualquier amante de la comida como un parque de atracciones. Resulta imposible escapar al viaje sensorial que produce caminar por alguna de sus callejuelas, porque siempre hay algún fragante hervor saliendo de un caldero para inundar el ambiente con el aroma de las hojas de lima kafir, la leche de coco, la salsa de pescado o la limonaria. Las influencias chinas, indias, malayas y locales se encuentran en los platos como muestra de la complejidad cultural de Tailandia. Lo que hace aún más interesante esta ciudad es el acceso tanto a lo callejero como a las estrellas Michelin, la mezcla de lo tradicional con lo moderno para abarcar todo el espectro de su culinaria.
Según Thitid Tassanakajohn, mejor conocido como el chef Ton, de los restaurantes Le Du y Nusara, entre muchos otros, y uno de los cocineros de la nueva generación que más ha promovido la gastronomía local, la comida tailandesa ha tomado por fin el lugar que hace mucho tiempo reclamaba. Como pasó en otras partes del mundo, hace más de una década, a la gente local le interesaba ir a los hoteles para disfrutar la comida francesa, japonesa o italiana, mientras que la tailandesa estaba más asociada a lo callejero y al ámbito doméstico.

Actualmente, la cocina que habla de lo propio y de las raíces es la que lidera el panorama y se promueve desde la alta cocina. Le Du, que tiene una estrella Michelin, abrió sus puertas hace 11 años y desde entonces el chef Ton se ha dedicado a honrar la cocina con la que creció a partir de su mirada moderna utilizando sólo ingredientes locales. Hay un platillo que nunca ha salido de la carta y que es la firma del lugar: un camarón de río cuya preparación está inspirada en una comida callejera llamada kao krug kapi. Nusara, uno de sus proyectos más recientes, tiene una vista envidiable del templo Wat Po, uno de los más grandes y visitados de Bangkok. Aquí, la tradición se percibe de forma más evidente porque la intención es poner al día los platos de la abuela, como unas costillitas con albahaca, una sopa de res, un curry verde o una ensalada de langostinos, junto con una combinación de vinos y bebidas muy acertada.
En el barrio chino, la chef Pam, de origen chino y tailandés, transformó la casa familiar de cinco pisos, una de las edificaciones más altas, en su restaurante Potong. Ella pertenece a la cuarta generación de una familia que se dedicó a producir medicinas herbales chinas. Con una remodelación que duró más de dos años, hicieron un trabajo de yuxtaposición, mezclando lo moderno con lo antiguo, pero manteniendo el espíritu del edificio original. Entrar a Potong es como entrar a un microcosmos donde la chef Pam le apuesta a la cocina progresiva thai-china. “Nuestro acercamiento va a la raíz de los sabores e ingredientes de la cocina thai-china, con una interpretación moderna bajo la filosofía de los cinco sentidos y los cinco elementos (salado, ácido, especias, textura y reacción de Maillard)”, afirma la chef en su manifiesto.
Entre los platos llenos de sabor y presentaciones sorprendentes que desfilan en la mesa está el famoso pad thai, el cual consideran el mejor ejemplo de esa cocina thai-china. Su origen se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando Tailandia atravesaba una crisis económica y de identidad, debido al aumento de la migración china. El primer ministro tuvo la idea de mejorar esa situación y promover el patriotismo al mismo tiempo, al crear un plato nacional que retuviera la popularidad de la cocina china usando ingredientes tailandeses. Este se prepara con fideos de arroz salteados con ajo, chai poh (rábano chino encurtido), camarones secos y tofu, una salsa hecha de pasta de tamarindo, salsa de pescado y azúcar de palma. Puede que sea unos de los platos más populares de la comida callejera y, aquí en Potong, llega con la forma de la bandera tailandesa, hecha con un velo de arroz que cubre un camarón elaborado con la salsa del pad thai. Entre los otros platos destacados está su pato de cinco especias añejado por 14 días, que es el fuerte final de su menú degustación. Para terminar la experiencia se puede subir al último piso, donde funciona el bar Opium, creado con la misma filosofía de los cinco sentidos, y tomarse un coctel de autor.

La alta cocina ha tenido un crecimiento importante en los últimos años y uno de los chefs más reconocidos en este ámbito no es de origen tailandés, sino indio. El polémico Gaggan, uno de los primeros cocineros en participar en el celebrado formato de Netflix para Chef’s Table, tiene una larga historia en la ciudad. Después de abrir y cerrar sus restaurantes, ahora vuelve con Gaggan, una experiencia particular para 16 comensales cada noche. Como un showman, Gaggan va explicando –y entreteniendo– con humor su manera de ver el mundo, sin pelos en la lengua y en medio de una playlist de música rock y pop que incluye éxitos de Talking Heads, los Beatles, Queen, Backstreet Boys, Red Hot Chili Peppers, entre tantos otros. Aquí hay fuegos, nitrógeno líquido, humo, luces de neón y de colores; los cocineros y los comensales cantan al unísono, aplauden con las palmas y no hay manera de negar que lo que pasa ahí es muy divertido y único. El menú cuenta con 22 bocados, divididos en dos actos, los cuales, o casi todos, se comen con la mano. Cada preparación viene cargada de estética, técnica, juego y sabor, con guiños a India, uno que otro a Tailandia, pero en definitiva es una cocina de autor que refleja la personalidad del chef. Las bebidas y los vinos que acompañan la experiencia siguen la línea rebelde de Gaggan: son naturales, biodinámicos, de pequeñas producciones y poco conocidos en el mundo de las bodegas tradicionales o de grandes nombres.
Justo arriba se encuentra Ms Maria and Mr Singh, el restaurante informal de Gaggan que surge del encuentro amoroso entre un hombre de India y una mujer mexicana. El resultado es una comida casera de los dos países, que hace posible encontrarse, por ejemplo, con un taco de cerdo vindaloo servido con salsa martajada.
Recientemente, la guía Michelin entregó las primeras tres estrellas a un restaurante en Tailandia. Se trata de Sorn, de un cocinero autodidacta, Supaksorn Jongsiri. Una hermosa y acogedora casa en el barrio de Khlong Toei alberga este restaurante que le hace homenaje a la culinaria del sur de Tailandia, de donde es originario el chef. Su genialidad consiste en conjugar en un mismo menú pequeños bocados artísticos de productos excepcionales, que hacen las veces de preludio, y combinarlos con el alma y el calor de la comida familiar. El plato principal es un arroz cocinado en ollas de barro sobre el fuego vivo del carbón de una manera perfecta, con los granos dispuestos de manera vertical, el cual sirve como eje para acompañamientos como un curry verde de res, unos camarones con pasta de chiles o una sopa de raya. Sobra mencionar que el servicio cuida todos los detalles y que el maridaje está a la altura de la memorable comida. Se sugiere hacer las reservaciones con bastante antelación.
Puede parecer exótico, e incluso inesperado, que haya un restaurante de alta cocina alemana. Los gemelos y cocineros Sühring, cuyo restaurante lleva su apellido, llevan desde 2016 trayendo a la mesa con sofisticación los recuerdos de su infancia y las recetas que apelan a su país. Se encuentra en una amplia casa, rodeada de vegetación, en la que entra la luz de una manera especial y por momentos se olvida uno que está en el sudeste asiático comiendo spätzle, arenques, encurtidos o la interpretación de un Leipziger Allerlei (un plato de verduras de la cocina sajona). El acorde de vinos es emocionante y trae lo mejor de cada región alemana, aunque también incluyen a Italia y Francia en la selección. Para aquellos que disfruten la atención al detalle del fine dining y que se cansen fácilmente de la intensidad de las especias, Sühring, que tiene dos estrellas Michelin, es un imperdible.

La gran hospitalidad
Los hoteles de lujo de Bangkok no están sólo destinados para pasar la noche, sino que fueron concebidos como lugares envolventes para los huéspedes. Entre las más recientes aperturas destacan Four Seasons y Capella Bangkok, resorts urbanos extraordinarios que bordean el río Chao Phraya. Este último fue reconocido como el mejor hotel del mundo según la lista The World’s 50 Best Hotels de 2024. Es un oasis de tranquilidad y privacidad, con 101 habitaciones decoradas a partir de una profunda atención al detalle, con tonos naturales y ventanales que dejan ver la vida del río y los atardeceres. Entre su destacada propuesta culinaria tienen a Côte, que acaba de recibir dos estrellas Michelin, del aclamado chef Mauro Colagreco. La cocina sigue la filosofía de sustentabilidad, a fin de resaltar el producto con delicadeza y elegancia, como se evidencia en la trucha con hinojo y espuma de comté o en un tartar de hamachi con caviar y papaya roja. El servicio es impecable y tiene una cava con grandes botellas de pequeños productores. Por otra parte, el restaurante más informal Phra Nakhon es ideal para saborear la comida tailandesa de distintas regiones y las recetas familiares.
La dedicación al bienestar es otro de sus grandes pilares. No hay que dejar de experimentar alguno de los masajes en el spa, todo un templo para los sentidos y con un personal altamente calificado, que mezcla no sólo las técnicas locales, también las chinas, japonesas y europeas, ofreciendo servicios excepcionales.
El Four Seasons, que se encuentra justo al lado, tiene otro tipo de ambiente y una escala mayor. Fue diseñado por Jean Michel Gathy, uno de los arquitectos de mayor renombre en el mundo de la hotelería de lujo. Desde que se entra al lobby se tiene esa sensación de grandiosidad gracias a los altísimos techos, la dimensión del espacio y, al mismo tiempo, la tranquilidad zen. Hay una sutil integración de la cultura tailandesa en su interior, en los jardines tropicales, los espejos de agua y algunos espacios que muestran la herencia del país. En su interior se encuentra el premiado BKK Social Club, uno de los mejores bares del mundo, en cuyo ambiente festivo se ofrece una coctelería creativa y un gran servicio. Además hay un restaurante francés, uno italiano, un café con pastelería y una barra de cafés de especialidad, inédita dentro del mundo de los hoteles.
El restaurante cantonés Yu Ting Yuan no sólo impresiona por su decoración y arreglos florales extraordinarios, sino por la ejecución y elegancia de su cocina que se muestra, por ejemplo, en un arroz frito con langosta y salsa X.O, en los dim sum o en la selección de bbq, entre ellos el pato Pekín. También hay que destacar el gimnasio, equipado con la última tecnología, la piscina destinada para practicar el nado y la posibilidad de hacer baños o terapia de hielo, disponible para todos los huéspedes. El lado de la piscina recreativa, con sus parasoles y tumbonas con vistas al río, hace pensar que no se está dentro de la ciudad. Definitivamente es un hotel que funciona como imán porque cuesta salir de él.

Del otro lado de la ciudad, en el corazón comercial de la zona de Sukhumvit, se alza en una torre moderna de vidrios de espejo el Rosewood de Bangkok. Desde sus habitaciones con ventanas de piso a techo, la vista del horizonte de la ciudad se despliega. Está ubicado estratégicamente, con conexión directa a una estación del transporte público bts, solución perfecta para combatir las horas dentro de un auto en el tráfico. Además se puede llegar caminando a varios de los centros comerciales que Bangkok ofrece sin mesura, como el Central Embassy, el gigante Central One World o, tomando el metro, el elegante EmSphere. A pesar de estar en medio del bullicio, el hotel mantiene un ambiente relajado y de calma. Destacan su desayuno con platillos locales, la alberca que regala el horizonte de Bangkok y el restaurante chino Nan Bei, con especialidades del sur y el norte de China. Es mejor reservar para la cena y así gozar el panorama de la ciudad iluminada.
La belleza tranquila de los templos
Aunque cualquier viajero que visite por primera vez Bangkok tiene que ir a los templos más emblemáticos de la ciudad, esta resguarda unos menos célebres, pero que resultan entrañables, quizá porque no hay hordas de turistas y se siente más ese aire de espiritualidad y paz. Entre los imperdibles está Wat Arun, a las orillas del río Chao Phraya, decorado con porcelanas chinas que tanto al amanecer como al atardecer reflejan el sol de manera impresionante; el Wat Pho, que alberga un buda reclinado impresionante por su tamaño colosal de 46 metros de largo, o el Wat Phra Kaew (templo del buda esmeralda), el cual se encuentra dentro del Gran Palacio, famoso por una figura de jade de gran valor cultural y espiritual. Sin embargo, los menos conocidos o los menos evidentes resultan hasta cierto punto más fascinantes.
Wat Suthat se ubica justo al lado del gran columpio rojo y es uno de los seis templos reales del país. Su construcción se terminó en 1847, de acuerdo con el precepto de la cosmología budista. El salón de ordenación de los monjes es el mayor del país y alberga una de las esculturas de metal de buda más grandes del periodo Rattanakosin. Wat Saket, o el templo de la montaña dorada, se encuentra sobre una colina y desde su cúpula dorada se contempla una gran panorámica de la ciudad. Ojalá que para la visita al Wat Bowonniwet, que también funciona como centro de enseñanza para los monjes, se topen con la hora de los rezos, porque es de una tranquila belleza que conmueve. La decoración de las paredes y las estatuas regala un aire de solemnidad, ya que este templo fue elegido por la familia real, al momento de su construcción, como un monasterio para la realeza. Wat Ratchabophit resulta muy interesante porque es el único que mezcla ornamentos tailandeses con arquitectura de Occidente. La bienvenida al templo se da por las puertas con tallas de madera de soldados que parecen sacados de un cuento de Tin Tin.

La noche de los bares y las mañanas de los cafés
Para los amantes de los cocteles o de sentarse frente a una barra en la noche para tomarse un trago, Bangkok también resulta inagotable. La escena de la coctelería y de la vida nocturna en general ha crecido de manera exponencial en los últimos cinco años. Además de los sitios nocturnos a los que se va a bailar y pasarla bien, están los bares de cocteles, cuya diversidad y conceptos impresionan. Mahaniyom, un bar con dragones en neón y luces tenues que mezcla lo tailandés con lo moderno, se especializa en maximizar los ingredientes, con la idea de servir un ingrediente por coctel, siguiendo el principio de recursividad. Lo que logran es hacer cocteles únicos y atrevidos, por ejemplo, el popular Cow (Vaca), elaborado con mantequilla, leche, queso y grasa, o el Kaffir Lime, que usa vermut infusionado con las hojas, cordial de néctar de agave con lima kafir, fernet y agua tónica.
Bar Us es de estilo experimental, creativo, con combinaciones inéditas y técnicas modernas, en busca de ser un drinking room, casi como un restaurante, pero de opciones líquidas. La carta está planteada de esa manera, con entradas, plato principal y postre. Cabe esperar algunas creaciones en los principales, como el perejil, tomate y plátano fermentado, preparado con ginebra y coñac, lo que da un perfil refrescante, sabroso y picante. El bar hermano de al lado, Lime by Us, es una propuesta moderna tropical que mezcla la cultura clásica tiki con ingredientes del sudeste asiático y donde la mayoría del personal es femenino. No hay que dejar de probar la piña colada de jackfruit o la paloma de mango verde.
En ese dinamismo de conceptos está Vesper, uno de los pioneros de la ciudad, que tiene una onda informal y cocteles fáciles de tomar. Find the Photobooth es un speakeasy con música en vivo, mientras que Nuss destaca y promueve los licores nacionales para ofrecer un sentido de lugar en sus bebidas, y Ku Bar saca su inspiración del minimalismo y la precisión de Japón, tanto en las bebidas como en el ambiente. Las nuevas aperturas continúan y muchos de estos lugares lideran los rankings mundiales, lo que demuestra que Bangkok está en uno de sus mejores momentos.

Las mañanas en esta ciudad pueden estar tan llenas de cafeína como el cuerpo logre aguantar. Desprevenidamente, es posible encontrar pequeños e inesperados lugares como Sometimes I Feel, con una cuidada selección de cafés dispuestos a ser preparados por un barista profesional que se toma el tiempo necesario para preparar una bebida personalizada. También, buscándolos, se llega a lugares de gran diseño, como WWA o Paga Microroastery, que tienen microlotes de un solo origen, con granos de puntuaciones altas y tostados en pequeños batches. Samadool Coffee es como entrar a la casa de unos amigos y darse cuenta de que el servicio es de otro nivel, siempre mostrando la importancia del lugar y del productor del café que están sirviendo. Los cafés de especialidad en Bangkok, en vez de parecerse entre sí, muestran diversidad en sus propuestas, pero parecieran estar orquestados por una banda de nerds o personajes de la serie The Big Bang Theory.
Entre el caos y la armonía, entre los modernos rascacielos y el dorado de sus templos, Bangkok no deja a nadie indiferente, pero sí con ganas de visitarla indefinidamente.