El laberinto de Asia
En la capital de Tailandia las compras se pueden hacer de noche y de día, y terminar siempre con un buen bocado de gastronomía callejera
POR: Redacción Travesías
Lo imposible es llegar a Bangkok y no comprar. La megaurbe asiática es un laberinto infinito de mercadillos, puestos callejeros, tiendas y centros comerciales abiertos día y noche. Oficinistas, hipsters, señoras, extranjeros, es decir, la mayoría de los habitantes de Bangkok, recorren la ciudad con una fe ciega en las tendencias.
No recuerdo ninguna otra metrópolis en la que los pasajeros del vagón de metro o del Skytrain (tren aéreo) luzcan tan cool. Los tailandeses mantienen sus estilizadas figuras con el paso de los años, de modo que las mujeres parecen adolescentes toda su vida. Los occidentales no encuentran dificultades para quedarse fascinados por la caída de las prendas, el algodón, las sedas, los estampados, el minimalismo y el toque naíf y sutilmente sexy del diseño tailandés; pero tal vez sí a la hora de entrar en esas tallas diminutas.
Como las ciudades del futuro que se soñaron en Estados Unidos a mediados de los cincuenta, en Bangkok se vive —y se compra— a diferentes alturas y en plena contradicción. A ras de la calle prolifera toda clase de mercadillos de diferentes calidades y tamaños, donde se puede encontrar desde una imitación baratísima de un bolso Louis Vuitton o una copia pirata de todas las temporadas de tu serie favorita de HBO hasta cualquier prenda a la última por 120 bahts (unos 4 dólares).
Hay puestos de ropa y comida por toda la ciudad —las aceras huelen a leche de coco, cilantro y jengibre—. El tailandés tiene un paladar exigente, de modo que hay mucha competencia entre los puestos de comida callejeros para ofrecer platos de calidad. Como afirma el chef australiano David Thompson en su libro Thai Street Food, “me he intoxicado más veces en Inglaterra comiendo en restaurantes que en la calle en Bangkok”.
La mayoría de los tailandeses prefiere acudir a la calle para comer, donde ya sabe que su plato favorito está listo para ser engullido en las mesas y taburetes de plástico que invaden las aceras por menos de un dólar y medio. También hay distinciones entre los puestos callejeros, y los mejores muestran el emblema Shell Shuan Shim, un bol con caracteres tailandeses en rojo que reconoce la calidad del plato preparado, una especie de estrella Michelin.
En una segunda altura convive una ciudad paralela. Siam Square es el centro neurálgico del Bangkok más moderno, sofisticado y consumista. Desde la parada Siam del Skytrain se accede por pasarelas a diferentes centros comerciales que a su vez están conectados entre sí por una especie de puentes que se elevan sobre el caos de la calle.
La juventud de Bangkok hace vida social en estos shopping malls, amparada por el aire acondicionado, lo que les permite resguardarse del húmedo calor de la urbe. Ahí también se encuentran las marcas más exclusivas, tanto internacionales como tailandesas, en un alarde de brillantez y perfección.
Las áreas de comida de dichos centros comerciales —conocidas como food courts— se encuentran generalmente en la planta baja. Son a su vez infinitas y exquisitas y recorren todas las variantes culinarias de la geografía del país por un precio más que módico —las especialidades gastronómicas de la región del noreste de Isan quedan más que recomendadas y son las más picantes, como la ensalada de papaya o de carne de ternera picada con albahaca y zumo de lima, y la deliciosa sopa tom yam kung—. Ésta es la alternativa más sencilla al puesto de comida callejero si ataca el apetito mientras uno se encuentra de compras en el centro comercial.
A continuación los guiaremos por ambas alturas de la metrópolis más cosmopolita de Asia Sudoriental para que no se pierda en este laberinto urbano que evoca las extravagancias y placeres más extremos en el imaginario occidental.
El mercadillo más grande del mundo
Para iniciar las compras por Bangkok, la institución es el mercadillo de fin de semana Chatuchak (o JJ, como es conocido por los lugareños). Es tal vez el mercado más grande del mundo, ya que compite por el puesto con el Gran Bazar de Estambul. Alrededor de 15 000 puestos y tiendas ocupan 100 000 metros cuadrados y reciben 200 000 visitantes diarios. Las cifras ya hablan por sí solas de este universo propio.
Lo mejor es madrugar para evitar el calor bochornoso de Bangkok en esta aglomeración humana. Hay que pararse en la estación Kamphaeng Phet del metro, en la salida 2, y entrar directamente en el corazón del mercadillo. Para no desviarse en exceso por este laberinto de senderos que se bifurcan, lo más sencillo es hacerse con un plano de antemano y decidir qué zonas se quieren visitar. A mi parecer, las secciones más interesantes se encuentran entre la 24 y 26.
En Chatuchak se puede encontrar desde artesanía local —se recomiendan, por ejemplo, las delicadas lámparas de papel tailandesas, tallas de madera o jabones o aceites corporales con fragancias asiáticas como el limoncillo— hasta unas botas de cowboy, piezas de plata, camisas de cuadros, muebles, animales de compañía o arte local.
En definitiva no hay que tener dudas a la hora de regatear —los vendedores casi se ofenderían si no fuera así— y ofrecer generalmente la mitad del precio que nos piden para terminar pagando más o menos 30% menos de la cifra inicial. Hay que recordar que si un objeto o una una prenda gusta es mejor que se decida a comprarlos al instante, ya que es posible no volver a encontrarlos de nuevo entre la infinitud de callejuelas.
Chatuchak es una versión de Bangkok en diminuto, y entre tenderetes y tiendas también se puede disfrutar de puestos de comida, músicos callejeros y artistas. Así que no sólo de compras vive el hombre. En pleno furor consumista hay que hidratarse y beber un granizado tailandés, que consiste en un vaso con hielos al que se le añade algún jugo para sobrevivir al calor, comerse unos noodles —o también unas larvas o un escorpión— o beberse un coctel en el bar
Viva, situado en la sección 26.
Pero si Chatuchak resulta masivo o sencillamente quedan más ganas de callejear, la alternativa más singular es el recién inaugurado mercadillo retro Talat Rot Fai, también conocido como Train Market. Abre los fines de semana por la tarde hasta alrededor de la una de la madrugada. Aunque la hora oficial de apertura es a las dos de la tarde, antes de las seis el mercado parece una ciudad fantasma. La caída del sol es el mejor momento para aventurarse por este lugar, de menor dimensión que Chatuchak y situado en una antigua estación de ferrocarril.
Aún se conservan vagones de ferrocarril abandonados, donde uno se puede sentar a comer. La atmósfera retro no sólo es recreada con los vinilos, las reliquias de los años cincuenta, los pines de Mao y las prendas vintage que se pueden encontrar entre sus puestos, sino también con las furgonetas Volkswagen remodeladas que sirven cerveza fresca o cocteles y los jóvenes hipsters que se pasean con zapatillas Converse y gafas de pasta.
El mercadillo se ufana de ofrecer una enorme variedad culinaria, y así es, se puede encontrar puestos con comida tailandesa, china, india, árabe y occidental. El origen del Rot Fai (“tren”, en tailandés) se remonta a la iniciativa de Troy, quien trasladó su tienda de antigüedades Rod’s a un antiguo almacén de esta estación de tren. En esta nueva localidad, la tienda es a su vez un restaurante y bar de copas. Mientras la juventud disfruta de la noche en la planta de arriba, con música en directo los sábados, la planta baja se la disputan muebles coloniales, teléfonos antiguos y piezas raras de otras épocas.
Rot Fai está muy cerca de Chatuchak. Para llegar, lo mejor es coger el metro hasta la estación de Kamphaeng Phet, salida 3, y caminar unos 500 metros. La mayoría de los taxistas es capaz de identificar el nombre en tailandés, en todo caso.
Para compensar la desaparición del mítico bazar nocturno Suan Lum, en una de las márgenes del río Chao Phraya, se ha erigido recientemente un inmenso centro comercial y de recreo llamado Asiatique que recupera el embarcadero donde la empresa danesa East Asiatic Company comenzó a exportar madera de teca a principios de siglo pasado.
Muchas de sus tiendas se han trasladado allí entre los 1 500 locales y restaurantes instalados en los antiguos almacenes, además del teatro tradicional de marionetas de Joe Louis, en el que se relatan antiguos mitos del país asiático, y Calypso, el famoso cabaret de ladyboys —o transexuales tailandeses—. Lo que ha perdido de bazar caótico y bullicioso, Asiatique lo ha ganado en sofisticación y en espacio junto al río, aunque hay quien considera que a esta nueva área comercial le falta autenticidad.
Dentro de Asiatique se distinguen cuatro zonas llenas de tiendas, restaurantes, bares y spas que abren entre las cinco de la tarde y la medianoche. No hay que irse del país sin darse un masaje tailandés de 60 o 90 minutos, ya que a la salida uno podrá hacer movimientos que había olvidado que fueran posibles. Los centros de masaje inundan todos los barrios de la ciudad, así que lo mejor es adentrarse en el que tenga más a mano si se siente cansado.
Si es posible hay que evitar llegar en taxi hasta allí, porque el tráfico está muy congestionado en la calle Charoen Krung, ya que los lugareños están ansiosos por descubrir las novedades. Lo mejor es acceder desde el ferry con viajes gratis desde la estación Saphan Thaksin del BTS/Skytrain.
En esta misma calle de Charoen Krung se reúnen los artesanos de plata y piedras preciosas. Es muy probable que los conductores de tuc-tucs intenten convencerlo para llevarlo con alguno de los mayoristas de joyas, cuyos productos no suelen destacar por su originalidad. Lo mejor será decidirse por una pieza de la familia Von Bueren, quienes mantienen vivo el estilo tradicional tailandés por medio de la marca Lotus Arts de Vivre. Las piezas son de una extrema originalidad y hacen el máximo uso de productos naturales como la cáscara de coco, las alas del escarabajo o el ratán. La abundancia de piedras preciosas y semipreciosas y el talento local han convertido a ésta y otras compañías en lugares excepcionales para la producción de joyas.
A pesar de la arquitectura moderna, Charoen Krung es la calle más antigua de la ciudad y tiene un sabor definitivamente musulmán, con sus mezquitas y restaurantes halal.
Para comer, nada mejor que saborear un khao mok (biryani) combinado con pollo o cordero y acompañado con una salsa de curry al estilo musulmán en el pequeño restaurante Naaz. Si después de ello se siente sed, una buena idea es llegar andando hasta el bar Viva & Aviv The River. Con unas deliciosas vistas al río, se puede beber una copa mientras el dj sugiere diferentes viajes a través de las melodías.
Otras opciones cercanas para comer, al aventurarse hacia Chinatown, son dos restaurantes en la calle Plaeng Naam, justo en la intersección con la calle Charoen Krung. En el primero, Nai Mong Hoi Nang Tort, se puede degustar tortilla de ostras, una especie de huevos revueltos crujientes con salsa de ostras, cebollín, salsa de chile y pimienta blanca.
Justo al lado está Raan Kao Dtom Plaeng Naam, un pequeño local con una plancha y mesas en la calle. Se especializa en la comida china del barrio: calamares, vieiras, tocino de cerdo crujiente con brócoli y pato ahumado. El cliente ha de señalar los ingredientes y el cocinero se pone con ellos con las manos en la masa.
Otros míticos mercadillos callejeros nocturnos, que le han conferido a Bangkok fama de salvaje y placentera, son el de Khao San Road, la zona de mochileros, y Patpong, uno de los barrios rojos del principal mercado sexual de Asia. En ambos se venden tanto imitaciones como marcas locales baratas y se negocia duro. Khao San es un hervidero de inquietos backpackers en busca de sandalias y camisetas. Para refugiarse del caos turístico es necesario buscar el restaurante vegetariano y vegano Ethos. La calma y la comida saludable harán equilibrio al bullicio del exterior. Por otro lado, los tenderetes de Patpong se sitúan en una extraña atmósfera frente a los bares con chicas go-go, ladyboys y bailarinas de pole-dancing, por no hablar del singular espectáculo de lanzamientos de pelotas de ping-pong.
Si desea descansar de la mezcla de fascinación y extrañeza provocada por el barrio rojo de Patpong puede cenar en un verdadero y exquisito bistró francés llamado Le Bouchon. Es un rincón romántico iluminado con velas, donde la mayoría de comensales susurra en francés y los platos principales son extrañamente generosos. De postre, recomendamos la mousse de chocolate servida en un bol hecho de waffle comestible.
La Ciudad de los Ángeles
Y si hasta el momento nos hemos estado moviendo a ras del suelo, ahora hay que subir a las alturas de los centros comerciales y los restaurantes en las terrazas de los edificios de la Ciudad de los Ángeles, como también es conocida en tailandés. Bangkok es una urbe que se ha expandido en todas las direcciones, sobre todo en la vertical, de modo que es posible tocar el cielo mientras que la ciudad continúa con su impetuoso ritmo bajo los pies.
Con el lanzamiento de la revista Vogue, la biblia mundial de la moda, en una edición en tailandés para 2013, la fascinación que siente Bangkok por el lujo no puede ser más evidente. Pero además de los muchos Louis Vuitton, Hermès y otras grandes marcas que se pueden encontrar por innumerables boutiques de la metrópolis, una serie de diseñadores locales está encontrando un gran reconocimiento a nivel mundial. Por otro lado, recuerde que las marcas internacionales no son más baratas en la urbe asiática, ya que el impuesto a los productos de lujo en Tailandia es muy alto.
Con dos semanas de la moda al año —la Semana de la Moda Internacional en Bangkok (bifw, Bangkok International Fashion Week) para la colección de primavera-verano y la Semana de la Moda Elle (Elle Fashion Week) para la colección de otoño-invierno—, Bangkok respira creatividad. En general, Tailandia rebosa buen gusto y un exquisito sentido de la estética en todas partes, desde los lugares y objetos más sencillos hasta los más sofisticados.
Hay creadores de origen tailandés más que reconocidos. Desde que Michelle Obama llevara una de las creaciones de Thakoon Panichgul en 2008, sus ventas se han disparado, por no hablar de Koi Suwannagate, que viste a figuras como Oprah Winfrey y Gwyneth Paltrow.
Por otro lado, el pasado junio, el diseñador tailandés Wisharawish Akarasantisook ocupó el primer puesto en los Mango Fashion Awards, en Barcelona, mientras que el año pasado Ek Thongprasert se convirtió en el primer diseñador tailandés en sumarse a la Global Fashion Next Initiative del Hotel W.
Pero, ¿dónde están los diseños locales más cool de Bangkok? Se encuentran básicamente en los malls de Siam Square y en otros centros comerciales cerca de la avenida principal de la urbe, Sukhumvit Road. Aquí le explicamos cuáles son los más interesantes y dónde puede localizarlos.
Una marca que no hay que perder de vista es Sretsis, que en pocos años ha cobrado importancia a nivel internacional, con constantes apariciones en revistas de moda, y que incluso ha vestido a algunas celebridades. Es una empresa familiar que fue fundada por un trío de hermanas (de hecho, el nombre Sretsis se lee sisters al revés).
La idea latente es un vintage dulce y coqueto repleto de gasas, lazos, plisados y flores que subraya el lado más infantil y femenino de Bangkok. Toda una interpretación romántica de la moda en tonos pastel. Se puede encontrar en Emporium, uno de los primeros centros comerciales de lujo de la urbe, y ahora también en Siam Paragon.
En la séptima planta de Emporium se encuentra una de las mejores bibliotecas de arte y diseño del mundo, que cuenta con 20 000 tomos y se llama Thailand Creative and Design Center (más conocida como tcdc). Muestra al mundo el diseño tailandés e inspira a los lugareños con charlas y exposiciones. El centro, muy estilizado, cuenta además con una tienda, un restaurante y un auditorio y abre hasta las nueve de la noche.
Si el restaurante de tcdc no es suficiente, se pueden degustar los platos estándares de la cocina tailandesa y también los grandes clásicos en el restaurante Ging Kalpapruek, situado en la quinta planta del centro comercial.
Y desde Emporium aterrizamos con el Skytrain en Siam Square, donde sucede todo en Bangkok. Para refrescarse un poco antes de comenzar las compras salvajes en los diversos centros comerciales que se agrupan en la plaza o alrededores, nada mejor que probar los helados de Iberry. Esta cadena local de heladerías se encuentra por toda Tailandia y ofrece más de 100 sabores hechos con productos naturales y frutas frescas, sobre todo tropicales típicas del país, como tamarindo, lichi, durián y mango. También se puede acompañar el exótico helado con un smoothie de frutas o diversas tartas caseras.
Y una vez que los paladares más golosos están satisfechos, es hora de adentrarse a una superficie como Mob.F, exactamente 400 metros cuadrados de joven diseño tailandés en el centro comercial Siam Center. Entre otras marcas, aquí también se puede dar con Greyhound, fundada en los ochenta por Bhanu Inkawat, todo un pionero de la moda tailandesa.
Con los años, la casa también ha parido dos sellos más juveniles llamados Playhound y Hound & Friends y, sobre todo, ha sido la cuna de muchos otros diseñadores tailandeses que después han decidido instalarse por su cuenta. Greyhound, a su vez, se ha convertido en la cadena de restaurantes más chic de la ciudad. El estilo de Greyhound está pensado para la vestimenta laboral y tira mucho de negros, blancos y grises, mientras que sus etiquetas más juveniles han arrasado con las celebridades jóvenes del país.
También en Siam Center ha de buscarse 27 Friday y 27 November. Si Chanachai Jareeyathana ya encontró la gloria hace dos décadas con Time’s End, ahora se ha embarcado en una nueva aventura con estas dos marcas que son de las más solicitadas entre el público más trendy. Con 27 Friday, los hombres se visten de hombres con chaquetas y pantalones que los diferencian de los demás, aunque no de una forma llamativa, y las chicas son más femeninas que nunca, pero con un toque informal. Por su parte, 27 November ofrece colores más alegres para un público más joven.
Detrás de un nombre tan extravagante como It’s Happened to Be a Closet se encuentran las creaciones de Siriwan Tharananithikul, que dispone en un espacio todo en uno: tienda de ropa, restaurante y salón de pedicure y de manicure. La tienda se sitúa en el centro comercial de Siam Paragon y mantiene la previa del Emporium, todo un mix de prendas kitsch, vintage y accesorios de cuero.
Para comprar seda los nombres son Jim Thompson y Mae Fah Luang. Ambas casas visten a las mujeres a partir de los 30 años y ofrecen una enorme variedad de faldas, blusas, pañuelos y bolsos de textiles tejidos y teñidos a mano. Son piezas casi únicas que se pueden encontrar en la tienda del museo de Jim Thompson enfrente de la estación National Stadium del Skytrain. Comerciante estadounidense de sedas tailandesas, Jim Thompson desapareció un día sin dejar huella, pero su casa tradicional tailandesa se transformó en un museo de antigüedades y su nombre sigue siendo un referente de este delicado material y sus estampados tradicionales.
Cuando cae la noche, el viajero ha de subir a las alturas de la ciudad, a locales como el Sky Bar, a donde se llega ya casi mareado a la planta 63 para ver cómo el río Chao Phraya recorre la ciudad de forma sinuosa. El restaurante situado a mayor altura de la metrópolis apareció en el filme The Hangover Part II y se ha vuelto muy popular entre los turistas, así que es posible tener dificultades a la hora de encontrar mesa. Las horas de servicio son entre las seis de la tarde y la una de la madrugada si el clima lo permite.
Otros espacios donde tener perspectiva son el Above Eleven en la marchosa Sukhumvit Soi 11, con un árbol metálico sosteniendo el techo y unas vistas espectaculares. O Nest, también situado en la céntrica Sukhumvit Soi 11, en las alturas del hotel Le Fenix, tiene un relajado ambiente de bar de playa, parcialmente cubierto con arena, con sillones de mimbre y mesas bajas que crean una atmósfera muy íntima.
Después hay que aventurarse con los zapatos apropiados —el código de vestimenta es estricto— al cercano Bed Supperclub, mezcla de club, restaurante y galería de arte en un entorno futurista donde se puede cenar tumbado mientras te masajean los hombros o los pies o bailar con los dj más internacionales de la metrópolis asiática. Y la noche continúa. La Ciudad de los Ángeles nunca se apaga. Siempre está dispuesta a velar por usted.
Dónde dormir
48 Oriental Avenue
T. +66 (2) 659 9000
333 Charoennakorn Road, Klongsan
T. +66 (2) 861 2888
13/3 South Sathorn Road
T. +66 (0) 2344 8888
3/2 Thanon Khao, Vachirapayabal, Dusit
T. +66 (0) 2206 6999
Especiales del mundo
Travesías Recomienda
También podría interesarte.