El cuerpo está cansado, pide recuperarse. Los pies incómodos por las botas, la espalda tensa de cargar la mochila. La cabeza pesada por los más de 1,600 metros de desnivel, quizás un episodio de mal de montaña; sin embargo, los ojos no han dejado de grabar en la memoria paisajes surreales. No se sabe cuánto falta para la siguiente pausa, hasta que, tras ascender por una senda en cierto momento del cuarto día de caminata, al otro lado de Intipunku o “puerta del sol” se despliega, adormilada al amanecer entre niebla espesa, Machu Picchu. Todo ha valido la pena.
Hablamos del Camino Inca, un recorrido de senderismo que conduce a la ciudad perdida de los incas no en tren, como bien es conocido, sino a pie como lo hacían los antiguos pobladores hace cientos de años. En realidad, el Camino Inca es tan solo una fracción de los 30 mil kilómetros de conexiones que llegaron a conformar los qhapac ñan, “caminos reales” de los incas que unían a localidades desde Colombia hasta Chile y Argentina, pasando por Bolivia, Perú y Ecuador, durante el siglo XV.
El Camino Inca: caminar cuatro días a Machu Picchu
Si bien existe una versión corta de 2 días –ideal para familias con niños– la aventura completa es de cuatro días y tres noches en una zona geográfica que transita entre los Andes peruanos y la cuenca del Amazonas, brindando una amplia variedad de paisajes: desde bosques densos y niebla pesada hasta laderas de terracería y vientos despiadados.
La caminata comienza en el km 82 de las vías férreas, a las afueras de Cusco (a este punto hay que llegar en autobús). De ahí, comienza la cuenta de kilómetros: 13 en el día uno, 11 en el día dos, 16 en el día tres y únicamente 3 el día de la llegada a Machu Picchu. Lo que comienza a orillas del río Vilcanota, a 2,750 m s. n. m., asciende al siguiente día hasta el Paso de la mujer muerta, a 4,215 m s. n. m. La tercera jornada es menos extenuante, pues es un descenso por 1.6 km de escaleras hasta el río Pacaymayo, y el último día está dedicado únicamente a cruzar por la puerta del Sol.
A lo largo de los 43 km que abarca el recorrido, uno puede conocer diversas zonas arqueológicas, como el centro agrícola de Llactapata (día 1), el sitio ceremonial de Sayacmarca (día 3) o las terrazas de Wiñayhuayna (día 4). No obstante, la cereza del pastel es desde luego Machu Picchu. Con una extensión de 200 estructuras, esta ciudad fue de las más importantes de la región, pues era un sitio donde se practicaban la agricultura, las ceremonias y las observaciones astronómicas. Una vez en el sitio, vale la pena hacer un recorrido guiado.
La clausura del Camino Inca consiste en volver a Cusco ya sea a bordo del tren o autobús.
Planear el viaje
Existen varios aspectos a tomar en cuenta para que esta aventura sea lo más placentera posible. En primer lugar, hay que tomar un vuelo a Lima (los hay directos desde CDMX), y de ahí otro vuelo de conexión a la ciudad de Cusco. Es altamente aconsejable llegar con por lo menos dos días de margen previo al inicio de la caminata para aclimatarse a la altura. Asimismo, cabe destacar que la mejor temporada para visitar es entre abril y octubre, siendo de abril a julio la temporada más alta; esto debido a que no llueve y los cierres en el camino son improbables.
Puesto que es necesario contar con un permiso de acceso a los senderos (el cupo se limita a 300 porteadores y 200 turistas por día), lo ideal es reservar –con meses de anticipación– un lugar con alguna compañía autorizada, quienes proveen de todo lo necesario para las escalas, desde equipo de campismo hasta las comidas caseras que recompensan los miles de pasos que se dejan atrás. Usualmente, los grupos son de entre 8 y 10 personas, siempre con uno o más guías responsables. Los precios por persona para el Camino Inca de cuatro días oscilan entre los 600 y 800 dólares.