Arizona

Sedona: Más naranja, imposible

Un recorrido por los oxidados naranjas de Sedona: paraíso de los amantes de las caminatas por la naturaleza.

POR: María Pellicer

Casi 455 kilómetros separan Las Vegas de Sedona, eso equivale a unas cinco horas en coche, atravesando Arizona y sus espectaculares paisajes que cambian conforme la altitud aumenta. El entorno es siempre desértico, pero los colores se hacen más profundos conforme se recorre el camino: los naranjas son más naranjas; los verdes, más intensos.

La manera más sencilla de llegar a Sedona desde Ciudad de México sería volar a Phoenix, rentar un coche y manejar por dos horas por la I17. Pero, en cualquier caso y dependiendo del tiempo del que disponga cada uno, aquí el camino vale tanto, o más, que el destino, pues ésta es la ruta de los grandes monumentos naturales de Estados Unidos, desde el Gran Cañón hasta Monument Valley.

El clima en Sedona es templado, una chamarra ligera será más que suficiente. Foto: Diego Berruecos.

Arribamos a Sedona cuando ya había caído la noche. Ni siquiera nos dimos cuenta a dónde habíamos llegado. Cruzamos la ciudad y seguimos hacia la derecha, adentrándonos en Boynton Canyon. Ahí, al fondo del cañón se encuentra el Enchantment Resort. Cenamos, nos acomodamos en nuestra cabaña y apagamos la luz. Al día siguiente despertamos con el maravilloso espectáculo de las montañas anaranjadas que nos rodeaban y que la noche anterior no habíamos alcanzado a ver. Para los que no sean afectos al deporte, las vistas que ofrecen las casitas –todas miran a la montaña y tienen balcón– son más que suficientes como para pasarse el día entero entre un libro y el paisaje del Coconino National Forest.

Foto: Enchantment Resort.

Hay una explicación científica para los naranjas de Sedona: el óxido de hierro tiñó las piedras hace miles de años. Para ser más específicos, hay nueve capas geológicas en las montañas que cuentan los millones de años de historia de este sitio, que adquirió su fama por ahí de 1950, cuando Hollywood aprovechó el paisaje como escenario de muchas de sus películas. Desde entonces, Sedona se empezó a desarrollar como un destino turístico, siempre con tintes holísticos o, dicho de otra manera, como la versión estadounidense de nuestro Tepoztlán.

En Sedona se han filmado más de 60 películas de Hollywood. Foto: Diego Berruecos.

Ni muy difícil ni muy largo, el camino a Devil’s Bridge sirve como primera aproximación al terreno: hay que llevar buenos zapatos, pantalones largos y camiseta con mangas para protegerse del calor, y no olvidar el bloqueador solar. Aunque escarpado, el camino tiene mucha vegetación, lo que significa que hay descansos del sol y refugios para los cientos de animales que viven aquí. Al llegar al famoso puente habría que sacarse la foto obligada.

Dependiendo el tiempo, y las habilidades de cada uno, hay cientos de trails para recorrer en los alrededores de Sedona: Soldier Trail Pass tiene poco más de siete kilómetros; Cathedral Rock conduce a una gigantesca roca de 87 metros de altura que se levanta entre las piedras, mientras que Munds Wagon Trail, con poco más de 13 kilómetros, ofrece algunos de los paisajes más bonitos, pero requiere sin duda un nivel más alto de expertise.

Por la noche, el pueblo de Sedona se llena de viajeros que se acercan a curiosear en sus tiendas de artesanías. La mayoría de los restaurantes ofrece comida mexicana que no lo es realmente, así que la recomendación es quedarse con las opciones italianas, como Dahl & Di Luca Ristorante o Pisa Lisa, y regresar temprano a dormir porque, a la mañana siguiente, seguramente habrá otra caminata y otro paisaje que descubrir.

Por su ubicación, Sedona es un lugar ideal para ver estrellas. Foto: Diego Berruecos.

 
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