Guía para conocer lo nuevo de Medellín
A Medellín le ha cambiado la cara y ahora es uno de los destinos más hypeados de Colombia, con paradas gastronómicas, cultura y naturaleza.
POR: María José Marroquín
“¿Quieres saber qué hago aquí? Déjame explicarte por qué esta ciudad es la mejor de Latinoamérica y por qué estoy convenciendo a todos mis amigos de venir”. Esta frase fue suficiente para hacerme esbozar una semisonrisa sin ganas. Una de esas que tiene como intención manifiesta verse falsa y hacer desistir al interlocutor de continuar con la conversación. Pero no, el interlocutor en cuestión es un estadounidense que no se da por vencido. Un gringo de los que solemos encontrarnos con frecuencia cuando viajamos y que pretenden explicarnos cómo funciona el mundo.
Lastimosamente, esta vez él tenía todas las de perder. Yo no estaba dispuesta a dejar que mi desayuno se enfriara, mientras él me explicaba en el restaurante de un hotel en Medellín cómo funciona mi país. Así que regresé a mi mesa y me dediqué a contemplar las montañas al mismo tiempo que disfrutaba la primera arepa del día. Y justo en medio de esa contemplación llegó una nueva sonrisa. Una de las verdaderas, ésta sí con algo de ternura hacia ese personaje que seguía buscando con quién explayarse. Sólo podía pensar que, si a principios de los noventa alguien le hubiera dicho esto mismo a una persona de mi edad, ésta probablemente lo hubiera tildado de loco o hubiera supuesto cosas extrañas sobre las intenciones de ese individuo.
No es un secreto que Medellín, que aparece cada vez más y más arriba en los rankings internacionales sobre las mejores ciudades para visitar en el Cono Sur, tuvo alguna vez una de las peores reputaciones en el mundo entero. Su nombre evocaba miedo, peligro, violencia. Las imágenes que se transmitían de ella en los noticieros a escala global no eran nada favorecedoras y no era precisamente un destino recomendado para los extranjeros. Todo esto por cuenta del cártel del narcotráfico más famoso de la historia y su infame jefe supremo que no nombraré.
Quién hubiera imaginado que años después ese nombre infame sería reemplazado en la plaza internacional por el de algunos de los artistas de música urbana más importantes del mundo, como Karol G, J Balvin o Maluma; que hasta la mismísima diva y reina Madonna haría una canción titulada “Medellín”. Pocos hubieran apostado por que, en el futuro, esas mismas calles turbulentas y temidas de los noventa estarían rebosantes de nueva vida, teñidas de un próspero espíritu local y cada vez más frecuentadas por visitantes felices de todos los rincones del mundo; que sus barrios, espacios urbanos, restaurantes, bares, librerías y tiendas de moda atraerían tanto a jóvenes viajeros como al turismo high-end por sus infinitas posibilidades. “Ch-ch-ch-changes”, diría el gran David Bowie.
La pregunta es entonces ¿por qué hoy todos quieren con Medellín? La respuesta se hace evidente una vez que se visita esta ciudad de clima maravilloso, de gente amable y donde el verde parece brotar de todas partes.
La ciudad de la eterna primavera
Ubicada en un valle rodeado por la Cordillera Occidental andina y conocida en Colombia como la “ciudad de la eterna primavera”, Medellín es la segunda urbe más importante del país, pues ha sido determinante para su historia y desarrollo tanto económico como social. Paisa, como se denomina al nacido en la región de Antioquia (cuya capital es Medellín), es también una cultura fuerte y aguerrida, amable y llena de orgullo regional, y eso definitivamente se refleja en cada rincón.
No hay una sola manera de empezar a hablar de un recorrido por Medellín, pero tal vez la mejor sea, como toda buena historia, comenzando por el principio. Esto nos lleva entonces al centro de la ciudad, al lugar donde se exponen al aire libre, en una plaza que hoy lleva su nombre, 23 esculturas del recientemente fallecido Fernando Botero, que él mismo donó por amor a ella, su ciudad de origen, en 2002. Ésta se ha convertido en un punto icónico pues, además de las piezas gigantes en bronce del artista, la Plaza Botero está custodiada por dos edificios emblemáticos de Medellín: el Museo de Antioquia, de estilo art déco, con sus más de 5,000 piezas en exhibición permanente, y el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, de inspiración flamenca gótica. Vale la pena dedicarles un rato para entender un poco del ethos paisa.
Plaza Botero.
Y ya que estamos hablando de arte, resulta casi obligatorio decir que hay que echarle un vistazo a la programación del Museo de Arte Moderno de Medellín, ubicado en Ciudad del Río y mejor conocido como el mamm. Albergado en las instalaciones de una antigua planta siderúrgica, lo que le da un toque industrial, este museo ofrece una cita permanente para visitar muestras y exhibiciones fantásticas de la escena del arte contemporáneo nacional e internacional. Se trata de un complejo vivo, pensado para formar parte de la cultura ciudadana y del espacio público, que además de arte brinda talleres, encuentros y actividades culturales, por ejemplo, la proyección de cine al aire libre el último viernes de cada mes, como parte de su programa “Noche extendida”.
El arte urbano también se ha destacado en la ciudad y Comuna 13 es uno de sus grandes representantes. Éste es uno de los lugares que, desde la administración local, se ha querido posicionar como ejemplo de transformación. Tras una historia de violencia, por medio de programas de inclusión social y la voluntad de la juventud local, hoy este barrio popular se precia de ser uno de los más gustados por los turistas, debido a sus muestras de arte urbano, como el grafiti y el hip hop.
Después de esta inmersión en la cultura local, una gran opción para seguir conociendo Medellín es aproximarse a sus espacios verdes. Un gran highlight es el bellísimo Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe, con su remarcable variedad de flora y fauna y su extraordinario orquideorama, que es además una pieza exquisita de arquitectura contemporánea. Vale la pena dejarse deambular por sus senderos y grandes espacios verdes, que cada septiembre son, además, los anfitriones de La Fiesta del Libro y la Cultura, uno de los eventos culturales más importantes del año en la ciudad.
El Parque Arví es otra arteria verde en la ciudad; con sus más de 16,000 hectáreas de bosque y 50 kilómetros de senderos, en él se puede practicar senderismo y escalada, andar en bicicleta, aprender sobre la cultura local o culminar con un pícnic. Está muy bien conectado por el Metro de Medellín y el Metrocable.
Identidad en movimiento
Aunque en sus inicios la ciudad se fundó en la parte plana del valle, con el tiempo se comenzaron a urbanizar y habitar las laderas de la montaña que la rodean. Una migración notoria ocurrió hacia la zona conocida como El Poblado, donde se encontraban las casonas y quintas de recreo de la clase alta. Hacia los años setenta, la migración viró a una urbanización de tipo residencial, que resultó en lo que hoy es uno de los sectores más reconocidos, exclusivos y vibrantes de Medellín. Es difícil no amar El Poblado, con sus barrios empinados que parecen colgar de la ladera y con su abundancia de monsteras, guayacanes, ceibas, cedros y palmas. En ciertos lugares, como alrededor del famoso sector de Provenza, además de ese verde omnipresente hay quebradas que bajan de la montaña, por las que se cuela un sonido especial que no parece el de una ciudad tan cosmopolita. Esto, definitivamente, es parte de su encanto y, con mucha probabilidad, la razón por la que aquí se concentran los restaurantes, comercios y hoteles más apetecidos, lo que me lleva a un último descubrimiento que no puedo dejar de compartir: Quinta Ladera.
Cálida, armónica y auténtica. Ésta es la definición de Quinta Ladera, una joya de la hospitalidad en Medellín, caracterizada por su verdadero compromiso con la sostenibilidad, nada de greenwashing. Los espacios de este hotel boutique, llenos de luz natural, aire fresco, vegetación y atención al detalle, hacen casi imposible creer que esté ubicado ad portas de uno de los lugares más concurridos de El Poblado. Un verdadero oasis urbano. Cada habitación, con exquisita decoración artesanal, tiene su propio espíritu; prometo que despertar aquí es diferente, pues se oyen los pájaros cantar entre los árboles del patio, además, se puede contemplar el espejo de agua central con un buen café entre las manos.
Para quienes prefieren ambientes más sofisticados, un favorito definitivo es el Hotel 23, cuya fachada de plantas colgantes esconde las habitaciones más cool y sofisticadas de la ciudad, en las que el diseño es el alma misma de la experiencia.
23 HOTEL
Sería justo también decir que Medellín es la capital de la moda en Colombia. Tiene algunas de las concept stores más interesantes del país en cuanto a la curaduría, que además es impecable, donde se pueden encontrar piezas maravillosas. Precisamente en El Poblado, quienes son entusiastas de la moda encontrarán tiendas como Makeno, localizada en el barrio de Provenza, con sus 400 metros cuadrados y más de 120 marcas entre ropa, calzado y accesorios. Un pit stop imperdible del diseño es Ocho 43, ubicado en el barrio de Astorga, y uno de mis nuevos descubrimientos favoritos es Segunda Historia, tienda second hand, a pocos metros de Avenida El Poblado, donde se pueden encontrar tesoros vintage y piezas para el día a día.
Que no falte una pasada por Bukz, la librería con más onda de este sector de la ciudad, que ha reinterpretado la experiencia de la lectura con nuevas formas de consumo, notablemente mediante la creación digital. Tiene una gran selección de títulos y el espacio se presta para pasar un buen rato entre curiosidades, objetos de diseño o en los encuentros con autores que con frecuencia se organizan.
Aunque hasta hace muy poco todos los ojos se posaban en El Poblado, desde hace un par de años otra esquina de la ciudad está empezando a llevarse las miradas y los deseos de exploración. Se trata de Laureles, un barrio que nació a finales de los treinta como una utopía de proyecto urbano y arquitectónico cooperativista para la clase trabajadora local. El proyecto nunca vio del todo la luz tal como se había pensado en un principio, según algunos por falta de visión, según otros por falta de credulidad y convicción. En su lugar, años después terminó atrayendo a personas adineradas de la élite local. Así pues, para los cincuenta y sesenta, Laureles y sus casas de reminiscencia Bauhaus florecían como un barrio residencial que con el tiempo adquirió el mote de “tradicional”. Ésta no sería su primera historia de gentrificación, pues hoy el barrio recibe una migración de jóvenes y extranjeros, por su creciente oferta de restaurantes, espacios culturales y cafés.
Sin duda, mi favorito es el Pergamino Café, situado en una preciosa casa restaurada, alrededor de un patio interior que, con su espejo de agua, propone el escenario perfecto para probar tantas variedades de café imaginables como impecablemente ejecutadas. Lugar perfecto para trabajar o para dejar acompañarse de un libro que se puede conseguir en la aledaña Librería Ítaca, atendida por su propio librero, Rodnei Casares, quien es además el creador del primer y ya muy popular tour de librerías de la ciudad. Un plan muy recomendado para amantes de la cultura.
Pergamino Café
Gastronomía en auge
La escena gastronómica local ciertamente no se ha quedado atrás y ha evolucionado con creces. Si tuviera tan sólo 48 horas para estar en Medellín, éstos serían algunos de los lugares que no me perdería.
Primero está Sambombi, ubicado en una esquina tranquila de Provenza donde el chef John Zárate ha hecho de sus menús de temporada una razón de peregrinaje para locales y foráneos. Firme ante la idea de incluir en la dieta exclusivamente productos de temporada y sólo con algunos clásicos permanentes, este favorito brilla por la sencillez acogedora y desenfadada de su local, que le quita pretensiones innecesarias y lo hace imperdible.
No faltaría tampoco a una cita con Idílico, localizado en el barrio de Manila, para sentarme frente a las creaciones de Yeison Mora. Su carta de autor se inspira en los productos de la región antioqueña, los protagonistas que lo son, una vez más, de acuerdo con la temporada. A este chef revelación en 2022 hay que agradecerle por los tentáculos de mazorca (elote) con emulsión de pimientos y por los crudos de pesca variada, que van entrando y saliendo de la carta, uno mejor parado que el otro. Idílico tiene un ambiente privado y relajado, sin aspavientos, que favorece que el plato se lleve todos los honores.
Con tiempo y disposición, iría por el menú de degustación de ocho o cuatro pasos de Test Kitchen Lab, que, como su nombre lo indica, es un laboratorio gastronómico. La cocina abierta y su aforo reducido permiten ver en acción al equipo de cocina, encabezado por el chef Ebay Pinto. Como buen laboratorio, Test Kitchen está en permanente proceso creativo, en función de los ingredientes que llegan a su despensa y que son meticulosamente curados, sin una finalidad específica, por el experto en plantas Juan Miguel Elejalde. De ahí que se pueda pasar del langostino a la sidra, con nueces, tomatillo y amaranto, a la pesca del día con sacha inchi y coliflor, para culminar con un sablée de arequipe (cajeta) de leche de búfala.
Guardaría espacio definitivamente para Kaime, tal vez el mejor restaurante plant based de todo el país. Bajo el mantra de “a better life”, este restaurante pertenece a una iniciativa más amplia y holística puesta en marcha por Sara Barrientos, del grupo El Cielo, quien busca llevar una vida en sintonía con la naturaleza, reflexiva y consecuente con el cambio social. Magnífica la coliflor rostizada, seguida del tikka masala y un cake de pistacho.
Finalmente, para unos drinks con algo para picar, no dudaría en ir a Café Dragón, ubicado en el barrio de Astorga, por su ambiente relajado, con buena música y aires de salón sesentero.
Por la carretera
Medellín también es un excelente punto de partida para recorrer la región aledaña, la cual, sin duda alguna, se destaca por su belleza. A poco más de una hora y media está el famoso embalse de Guatapé, donde se encuentra la legendaria Piedra del Peñol, un monolito de 220 metros de altura que se eleva imponente sobre una represa de agua y ofrece, a quienes se atrevan a subir sus 740 escalones, una vista impresionante. Aquí se puede practicar deportes acuáticos, visitar el pueblo tradicional de Guatapé o dedicarse a la contemplación del agua y el bosque.
Si de relajación absoluta y terapia de sol se trata, hay que agradecer a las maravillas del trópico colombiano por lugares como San Jerónimo, donde es verano todo el año. Desde aquí se puede visitar fácilmente Santa Fe de Antioquia, uno de los pueblos coloniales más bellos y mejor conservados de Colombia, y un importante enclave para el comercio fluvial por varios siglos. Hay que decirlo, hace calor. Mucho calor. Por eso no está de más dejarse tentar por la alberca, lujo silencioso, y por una o varias sesiones de spa en Casa Candela, para una merecida pausa. Rodeadas de montañas verdes y abundantes, las nueve villas de lujo, decoradas con piezas artesanales propias de las artes y los oficios de la zona, reciben a los visitantes entre naranjos, limoneros y túneles de bambú. Su alberca principal es perfecta para broncearse en compañía de uno de los cocteles de autor que se ofrecen. Además de su fantástica carta a cargo del chef Edell Riaño, hay que dejarse tentar por el spa, con su circuito de hidroterapia, tratamientos y terapias holísticas, como una envoltura en cacao o masajes en que se combinan piedras calientes y frías. La vista panorámica del occidente antioqueño, desde los nidos elevados a seis metros del suelo, es la cereza en el pastel.
Para conocer más de cerca las montañas, la tradición cultural y los colores pintorescos de las poblaciones de Antioquia, el suroeste es una gran opción. Pueblos como Jardín, Fredonia y Jericó tienen el encanto del ritmo pausado de sus calles empedradas y las tardes en las plazas centrales, en las que nunca falta música ni una buena historia a cargo de algún local. Es un excelente lugar para el avistamiento de aves, pues es posible ver especies tan exóticas como el gallito de las rocas o la tangara real en todo su esplendor.
Después de tantas virtudes descritas, siento haberle dado por completo la razón al extraño que me abordó con mi arepa a medio empezar. Sí, Medellín es una ciudad fantástica, en realidad siempre lo ha sido a pesar de su pasado convulsionado y las cicatrices aún latentes. Aunque ahora los problemas son otros, y muchos de ellos vienen de la mano de la notable gentrificación que empieza a causar molestia y estragos entre los habitantes, lo cierto es que hay historias que sí se pueden reescribir. Hay individuos y sociedades que se reinventan positivamente, como en gran medida se ha logrado en esta ciudad de primavera, que ojalá sea eterna.
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