Los volcanes han dejado su marca en América. No sólo literalmente, con erupciones históricas como la del Xitle, que ocurrió hace más de mil años y en su camino formó el paisaje del sur de Ciudad de México, cuyo rastro aún puede verse en zonas como el Pedregal y San Ángel. O la catástrofe que dejó el monte Santa Helena, apenas en la década de los ochenta, cuando destruyó más de 500 kilómetros cuadrados de bosques en el estado de Washington, en Estados Unidos. Pero la lava también corre como una muestra de cultura por todo el continente.
Podemos remontarnos a tiempos prehispánicos, cuando esas enigmáticas montañas humeantes se integraron a la mitología mesoamericana, concebidas como seres con vida propia y representadas en pinturas rupestres y leyendas desde el territorio azteca hasta los Andes incas. Los ritos, de hecho, perduran en la modernidad, humanizando a montañas como “Don Goyo” o “La mujer dormida”. O en el arte, con obras como la de Dr. Atl, el pintor-vulcanólogo que se paseó por las altas cumbres del Popo y el Izta, e incluso presenció el nacimiento del Paricutín.
Ésta es una tierra de volcanes que atraen y forman comunidades a su alrededor. En parte por las bondades de su tierra joven y fértil, en parte por toda la familiaridad e importancia que algunos pueblos les han asignado históricamente. No es coincidencia. El Cinturón de Fuego del Pacífico, una de las zonas de actividad volcánica más importantes del planeta, recorre casi todo el territorio americano, con miles de volcanes que van desde Canadá hasta Chile.
Los volcanes unen al continente, con su peligro latente, en las historias que se han contado sobre ellos y en todos los ritos que se les dedican. Son puntos neurálgicos de sus respectivos países, símbolos de identidad que nos siguen atrayendo a pesar del riesgo de su cercanía, o quizá por eso. Hay quien no quiere perderse este espectáculo natural. Por eso repasamos algunos de los volcanes más icónicos del continente.
Poás, Costa Rica
Costa Rica es famosa por sus maravillas naturales, y entre ellas el volcán Poás tiene un lugar especial. Rodeado por el parque nacional más visitado del país, con recorridos por 65 kilómetros cuadrados de selva y montañas, se encuentra a una hora de la capital, San José.
El mayor atractivo del parque es el cráter principal del volcán, que con 300 metros de profundidad y un diámetro de aproximadamente 1.32 kilómetros es uno de los más grandes del mundo. Activo, pero con casi nula actividad, es posible visitarlo en excursiones que llevan hasta la peculiar laguna que se ha formado en su interior, de un intenso color turquesa por su alta concentración de ácido sulfúrico.
Popocatépetl-Iztaccíhuatl, México
El centro de México quizá no se podría entender sin sus volcanes. Ya hablamos de la erupción del Xitle y cómo literalmente le dio forma a esta parte del país, pero son el Popo y el Izta los que siguen vigilando grandes urbes como Puebla y Ciudad de México. El primero, aún activo, constantemente recuerda su presencia con exhalaciones que cubren de ceniza los autos y las casas. El otro, inactivo, duerme a un costado. Sólo separados por el Paso de Cortés, forman la imponente postal que todos buscan en días despejados.
El Popocatépetl y el Iztaccíhuatl son nada más y nada menos que la segunda y tercera cumbres más altas de México, respectivamente. Por el riesgo que representa su actividad, cualquier excursión al Popo está prohibida, pero las caminatas por el Paso de Cortés y los ascensos al Iztaccíhuatl son paseos imperdibles entre los senderistas.
Chimborazo, Ecuador
Apenas a 25 kilómetros de la ciudad de Riobamba y a 150 kilómetros de Quito, el Chimborazo es uno de los puntos más icónicos de Ecuador. Hablamos de la montaña más alta en todo el país y de los Andes septentrionales. De acuerdo con algunas mediciones, incluso es el punto más alto de la Tierra, por encima del Everest cuando se comparan las alturas de sus cumbres desde el centro planeta, debido a la cercanía del Chimborazo con el ecuador terrestre, donde la forma geoide del planeta se pronuncia más.
Ciencia aparte, es uno de los picos más atractivos de América por toda la belleza natural que lo rodea en la imponente sierra ecuatoriana, hogar de especies enigmáticas, como la icónica vicuña, vendados, cóndores y hasta pumas.
Villarrica, Chile
Uno de los grandes picos de la cordillera de los Andes, cuya cumbre, siempre cubierta de nieve, se alza por encima de los 2,800 metros sobre el nivel del mar. Es famoso por su intensa actividad, ya que mantiene encendido un lago de magma dentro de su cráter.
Aun así, ha reunido en sus alrededores varias poblaciones, como la vecina ciudad que lleva el mismo nombre y algunas comunidades mapuches para las cuales el Villarrica representa un espíritu asociado con el bien. En la ladera norte del volcán incluso se ha creado el centro de esquí Pucón.
Volcán de Fuego, Guatemala
En pocos lugares del mundo se puede ser testigo desde tan cerca de uno de los espectáculos naturales más especiales del planeta: una erupción volcánica, con toda su fuerza y color. Lo que en otros sitios sería difícil por su riesgo potencial, pero también por la impredecibilidad de los estallidos, en una excursión al volcán de Fuego es posible.
Se trata del volcán más activo de Centroamérica, con erupciones explosivas de pequeña o muy pequeña magnitud, de forma “casi permanente”, con una recurrencia a veces casi diaria. Además, las llamaradas se pueden ver de manera segura desde la cima del vecino volcán de Acatenango, a la que se llega después de un ascenso de unas seis horas.