Comenzó como un pasatiempo y ahora ya es un proyecto que siguen, con fidelidad, al menos 25 mil personas. Un día, Carlos Gómez Sotelo, gran amante de la comida tijuanense, abrió un grupo en Facebook para comentar, junto con sus amigos, las novedades gastronómicas que encontraba. Más tijuanenses, y uno que otro colado, comenzaron a solicitarle acceso y hoy ya no se da abasto, por lo que su proyecto se convertirá, muy pronto, en una plataforma digital que irá más allá de la red social.
Con TMMH, Carlos ha organizado hasta festivales gastronómicos, por lo que el crecimiento de esta comunidad seguro traerá buenas sorpresas para su ciudad. Mientras la transformación sucede, lo que hay en el grupo —debates, sugerencias, noticias— es, por ahora, la mejor referencia para quienes buscan consejos para comer bien en Tijuana. Facebook: Tijuana makes me hungry.
2. La movida de los food trucks
La situación era ésta: había muchos chefs y pocos restaurantes para que todos pudieran emplearse. Cada uno tenía, además, una propuesta distinta, era difícil saber qué hacer para que desarrollaran su talento sin tener que hacer la gran inversión económica que exige montar un restaurante. La solución fueron los food trucks, una tendencia que empezó del otro lado de la frontera, pero que le sentó muy bien a los nuevos talentos de Tijuana.
Muchos food trucks juntos pueden compartir los pagos de renta de suelo y de servicios, lo que resulta en menores gastos de infraestructura y más inversión en materias primas, lo que asegura platillos excelentes. The Rib Shop, con sus costillas, las salchichas de Humo, y las tortas de chilaquiles de El Truck Nuestro están entre los mejores representantes de la tendencia.
3. La de la cerveza
En Tijuana se producen alrededor de 100 etiquetas de cerveza artesanal, pero, además, las de sus vecinos de Tecate y Mexicali conviven amigablemente en las mismas cervecerías, lo que hace que la oferta aumente a grado tal, que uno puede tomar una cerveza distinta cada día del año. Cada vez surgen más tasting rooms en los que es posible iniciarse en lo que ya parece una religión o, al menos, una secta. Entre los mejores están el de la cerveza Tijuana—acaso la más famosa por ser la homónima de la ciudad—, Beer (dentro de Telefónica Gastro Park) y Fauna (de la cerveza originaria de Mexicali, ubicado dentro de Plaza Fiesta). Todos imperdibles.
4. Y la del café
Así como existe un culto tijuanense por la cerveza, lo hay por el café. Cada vez surgen más productores y cafeterías especializadas. Entre los mejores se encuentran Caffe Sospeso, que provee a distintas cafeterías, pero que cuenta con la propia para ofrecer la mejor versión de los granos que su coffee hunter sale a buscar por todo el mundo y que pueden preparar con nueve métodos distintos (dripper, syphon, eva solo, silverton, aeropress, chemex, yama cold, prensa francesa y expreso); Das Cortez, cuyos estándares de calidad ya lo han convertido en cadena (hay al menos cinco en la ciudad), y La Stazione, cuyos baristas parecen haber nacido con un don especial para preparar esta bebida. Usan café de origen, distintos métodos de elaboración y además tienen un menú amplio y creativo que ofrece un café distinto para diferentes moods o momentos del día; el capri con lavanda y pistache es imperdible, pero un capuchino basta para notar que ahí saben lo que hacen.
5. El tesoro escondido
En el centro comercial Plaza Río, cerca del cine, justo por donde está instalada una zona de comida rápida, aburrida y —por lo general— chatarra, habita la contraparte de la oferta: Foodgarden Market, un food court con comida real y extraordinaria, preparada por algunos de los chefs más talentosos de Tijuana. Destacan la versión mini de Erizo, el restaurante del chef Javier Plascencia, donde además de erizo y ostiones se pueden comer deliciosos taquitos gobernador, y la Rotisserie San Román, del chef Martín San Roman, donde guisan un pollito rostizado bien tierno y jugoso. A éste ya de por sí magnífico conjunto se le irán agregando más locales para que la oferta crezca y los sibaritas tijuanenses (que son prácticamente todos los habitantes de la ciudad) puedan saciar sus ganas de comer como se debe a precios que sorprenden de tan accesibles.
6. Colectivo 9
Se autodefinen como “gastronomía callejera” y se trata de nueve locales concentrados en un solo lugar: un pasaje de ubicación estratégica en la avenida Revolución, con toque urbano-contemporáneo. Están las empanadas de 19/87, la comida libanesa de Beirut, la mexicana de Chalita, las hamburguesas de Indie Burgers —que se califican como fuckin delicious—, los ceviches de La Martina, delicias japonesas en Ta Ta Mi, burritos en TJ Burrito Shop y, no podían faltar, cervezas artesanales en Barrica para acompañar el pedido. colectivo9.com
7. Finca La Carrodilla (Valle de Guadalupe)
A la familia Pérez Castro, propietaria de la bodega La Lomita, no le bastó con los excelentes vinos que embotellan bajo su ya famosa etiqueta. Ellos quisieron ir por más y cumplir un sueño: tener un viñedo con certificación orgánica cuyos resultados provinieran de la práctica de la agricultura biodinámica.
El proyecto, más pequeño en tamaño pero más exigente en meticulosidad, fue bautizado Finca La Carrodilla. Buscan sustentabilidad en su producción y construcción. Se dedican, de manera primordial, a cuidar el suelo, ya que de éste depende que se cosechen buenas uvas. Tienen tempranillo, cabernet, chenin blanc y shiraz.
Destaca su vino —joven y dulce— Canto de Luna, mezcla de sus tres monovarietales de tinto. Su identidad gráfica también causa un efecto en quien llega a sus vinos; llena de motivos astrales, recuerda al onirismo de Remedios Varo, pero no es por puro capricho estético: en la agricultura biodinámica, la luna y las estrellas también hacen su parte para que estos delicados vinos sean posibles.
8. Los tacos Las olas (entre el Valle de Guadalupe y Ensenada)
Por toda la región hay decenas de opciones para comer tacos estilo Ensenada, pero los que hace la Güera, en el kilómetro 93 de la carretera que une al Valle de Guadalupe con Ensenada, son espectaculares. Este puestecito es una fuente de maravillas. Los tacos de camarón son exquisitos, pero los tradicionales de pescado enharinado sobre tortilla, bajo col, gotas de limón y salsita, son delirantes.
9. El Traslomita (Valle de Guadalupe)
De nuevo, La Limita tiene una sorpresa que revelar: recién estrenaron su restaurante Traslomita, comandado por el joven chef Humberto Avilés, egresado de la Culinary Art School de Tijuana. El espacio está ubicado entre los viñedos; es sencillo y, gracias a ello, cautivador. Con ese paisaje no se necesita más que una mesa y una silla cualquiera para tener la mejor decoración.
No hay pretensiones de nada más que de invitar al comensal a contemplar mientras disfruta de un buen vino y de la comida honesta y contundente que prepara Humberto, quien se ha fijado como propósito principal cocinar siempre con productos locales. “Para generar la idea del menú decidí que lo mejor que podía hacer era adaptarme al entorno, a lo que nos ofreciera el huerto, a no hacer nada que implicara modificar lo que ya había a nuestro alrededor”, refiere. El pollito rostizado (de piel ultracrujiente), el guacamole con flores de cilantro y los postres hechos con lavanda recién cosechada hacen que uno no quiera salir de ahí jamás.
10. Las Bajas Cajas
La idea original es de Mauricio Parra —amante de la comida y oriundo de Ensenada— y se trata de “encerrar” lo mejor de Baja California en una cajita que pueda llegar a cualquier rincón del mundo. Suelen usarlas, en su mayoría, las empresas que buscan deleitar a sus clientes, pero no es la regla: cualquiera puede regalar Baja Cajas. Están hechas de madera y su contenido se conforma por productos gourmet provenientes de pequeños productores de la región.
Hay tres modalidades: Baja Mar, Baja Tierra y Baja Península, cada una con diferentes especialidades. Como sus nombres lo indican, la primera contiene productos que provienen de los mares que rodean a Baja California; la segunda, de los frutos de su tierra, y la tercera es una maravillosa fusión de las dos anteriores. Todas incluyen una botella de vino para acompañar y disfrutar los aceites, golosinas, sales y conservas dispuestas en el interior. Hay kits desde 415 pesos.