El arte del buen hacer: Adam Wiseman
De la mano de Dominio Fournier, preparamos una serie de entrevistas con personajes que resaltan el valor del oficio artesanal.
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Para Dominio Fournier, una bodega pequeña con un estilo moderno de Ribera del Duero, cuando amas lo que haces, el resultado final merece la pena. Y si durante el proceso se resalta la atención a los detalles y el oficio artesanal, todo adquiere un valor aún más especial.
Tomando lo anterior como punto de partida, elegimos tres personajes que ponen en práctica el valor del oficio artesanal y la importancia de hacer las cosas con amor en sus respectivas áreas. Perfeccionistas, apasionados y expertos en su campo que, día con día, se manejan con los mismo valores que forman parte del ADN de la marca.
El primer entrevistado de esta serie es el fotógrafo Adam Wiseman, quien en cada proyecto creativo pone el mismo cuidado y esmero que caracterizan al proceso de elaboración vinícola de Dominio Fournier.
Adam Wiseman: recorrer el mundo con una cámara
Hace seis años, el fotógrafo Adam Wiseman emprendió un nuevo proyecto creativo. El artista visual encontró y capturó obras arquitectónicas levantadas con ayuda de las remesas que llegan a nuestro país desde Estados Unidos. Su objetivo era transmitir al público la belleza y creatividad de las casas en su propio contexto rural. Desafortunadamente, cuando se encontraba a punto de exhibir su trabajo, tuvo que cancelar debido a la pandemia.
Su exposición, llamada Arquitectura Libre, no puede ser conocida de forma presencial. Sin embargo, el fotógrafo creó una plataforma única para dar a conocer su proyecto de manera gratuita. Adam, que hoy vive en Londres, nos cuenta sobre los retos para hacer esta iniciativa posible, además del cariño e inspiración que le trae México.
¿Cómo fue tu trayectoria de 17 años en México antes de irte a Londres?
Regresé a México desde Nueva York con Annuska, mi esposa, a quién conocí en Brooklyn. Volver nos dio la oportunidad de reinventarnos, dándonos cuenta de que tener un hijo en Nueva York como artistas independientes iba a ser casi imposible. Veíamos a México como una muy buena opción de calidad de vida y crecimiento artístico.
Los primeros meses fueron difíciles, pero de ahí en adelante las oportunidades que recibimos fueron impresionantes. El poder crear una trayectoria —primero como fotógrafo editorial y, posteriormente, como exploración personal artística— se lo atribuyo a distintos momentos en México. A pesar de mudarme a Londres, he encontrado un equilibrio poniendo a México como fuente de inspiración y un mercado muy vigente.
¿Sobre qué trata Arquitectura Libre?
Al principio no tenía muy claro cómo iba a ser la salida del proyecto, más allá de documentar edificios. Eventualmente, después de leer las entrevistas que hice con los constructores de los edificios, me inspiré en las historias de quienes crean casas sin tener la formación de arquitectos y son guiados por sus sueños.
Quería exhibir mi trabajo de una forma que no fuera virtual, pues ya estamos todos cansados de eso, por lo que hice mi propio sistema de exhibición. Preparé un tiraje que le presto a la gente que lo solicita por dos semanas, de forma gratuita. Para verlo pueden invitar amigos y hacer un evento, incluso puedo unirme a la reunión por Zoom. El tiraje llega en sobres con mucha inspiración, creados con textiles locales. El paquete contiene un catálogo con artículos escritos por la arquitecta Natalia Gálvez y el antropólogo Pablo Landa.
Diseñé el catálogo con Photoshop. Tuve que salirme un poco de mi zona de confort para lograr el objetivo. Fue un gran despertar que rompió con las convenciones de cómo presentar trabajos en el mundo de la fotografía y el arte. También invito al público a participar: ellos pueden mandar en la carpeta de regreso un poema o dibujo. El mundo de arte está muy ligado al lujo y el preciosismo, y yo quiero romper con eso. Por eso quería que mi trabajo llegue a manos, no sólo de coleccionistas, sino de quienes están verdaderamente interesados.
¿Pensaste en ser fotógrafo desde niño?
Cuando yo era pequeño, mi padre trabajaba en el mundo editorial (incluso fue dueño de la revista México desconocido), así que teníamos una gran colección de libros y revistas en casa. Viajábamos muy seguido con la cámara, aunque me intimidaba mucho. Siempre lo vi como algo que me interesaba, pero a lo que no quería dedicarme profesionalmente hasta que empecé a trabajar en cine. Ahí se necesitaba un gran equipo y a mí me gustaba ir por el mundo sólo, entonces me di cuenta de que la fotografía era lo mío.
¿A qué edad tuviste tu primera exposición?
A los 23 o 24 años, en un antro pequeño de Hip Hop en Nueva York. Eran retratos en un campamento para niños de bajos recursos, donde les enseñé sobre fotografía en un ambiente desconocido para ellos, pues no salían mucho de la ciudad. A partir de ahí tuve varios proyectos individuales. Mi primera exposición individual fue en el Museo de Archivo Fotográfico, en el Centro Histórico, con un proyecto sobre objetos que para mí son parte del carácter de la Ciudad de México, como el agua verde de Chapultepec.
¿Qué tipo de foto te gusta trabajar más?
Mis últimos dos proyectos han sido arquitectónicos, pero siempre con un elemento antropológico, usando los edificios como una especie de metáfora. En Tlatelolco hablo de la ambición de un arquitecto y de cómo los hechos históricos crean una comunidad distinta. Por su parte, en Arquitectura Libre hago un reportaje sobre la migración, la arquitectura de remesas y el diálogo internacional entre Estados Unidos y México, y cómo la experiencia se manifiesta a través de la arquitectura. El hilo conductor en mis proyectos siempre es antropológico.
¿Cuáles son los procesos metódicos de repetición en fotografía?
Para la serialización del trabajo de Arquitectura Libre me inspiré un poco en los Becher, fotógrafos alemanes que tienen un sistema repetitivo que permite reconocer las diferencias en cada fotografía. Mi metodología en cada proyecto inicia con una idea, que luego me lleva a enfocarme en algo más específico. Es una exploración muy amplia, como ir a Tlatelolco, conocer a los vecinos y platicar con ellos, preguntarme qué es lo más interesante de este trabajo y comenzar a descartar elementos.
Ahora que estás dando talleres, ¿qué es lo que más te llama la atención de los alumnos?
Creo que todos los talleres tienen como meta principal que los alumnos tengan una voz propia. Primero hay que identificar cuánto conocimiento tienen del vocabulario fotográfico, luego fomentar autoconocimiento y empezar a inspirar un proceso creativo de cuestionamiento y reflexión. Cada experiencia de vida y punto de vista hace que el mensaje sea diferente al de otro fotógrafo, aunque estén cubriendo lo mismo.
Adam es un gran ejemplo de que cuando amas lo que haces, el resultado final merece la pena. En cada nuevo proyecto, exposición y taller, el fotógrafo pone todo su empeño, cuidado y pasión. Ya sea en una serie fotográfica —en el caso de Adam— o en la producción de una celebrada botella de vino —en el caso de Dominio Fournier—, la entrega, el oficio artesanal y la atención al detalle son aspectos esenciales para dominar el arte del buen hacer.
Acerca de Dominio Fournier
Desde 1960, antes de que siquiera existiera la Denominación de Origen, Dominio Fournier produce vinos de la más alta calidad en un lugar escondido y privilegiado a orillas del río Duero. Esta bodega se caracteriza por cuidar hasta el más mínimo detalle en la creación de sus etiquetas, además de una elaboración artesanal, producción limitada y autenticidad.
De la mano de Casa Pedro Domecq —una de las empresas vitivinícolas con más tradición y presencia en México—, Dominio Fournier ha llegado a nuestro país para presentar dos de los mejores tempranillos del mundo. Los vinos Dominio Fournier Crianza y Reserva están a la venta en México desde noviembre en La Europea y Alianza.
Más información en dominiofournier.com
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Foto de portada: Camilo Christen y cortesía Dominio Fournier.
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