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La original imitación de los Pollos Mario

Pareciera que cualquiera puede abrir un Pollos Mario y uno se puede encontrar con uno en cualquier lugar.

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Dicen que esta historia comenzó en los años setenta en Medellín, Colombia, como otras más famosas pero menos inocentes, cuando un señor llamado Javier Ochoa fundó una pollería en la Avenida San Juan, entre las calles 79 y 80. La llamó Pollos a la Brasa Mario y el restaurante sigue ahí, vendiendo pollo asado y caldos de menudencias, e informando este relato.

Parece que al señor Ochoa le fue muy bien vendiendo pollo porque en los años siguientes empezó a abrir nuevas sucursales de Pollos Mario, primero en la autopista, luego en Envigado, en Apartadó y en el Eje Cafetero, pero por alguna razón nunca registró la marca. Según un testigo, Ochoa fue vendiendo la mayoría de sus pollerías a clientes regulares hasta quedarse solo con las de Envigado y Apartadó, que luego tuvo que repartir entre las dos familias que tenía. Las pollerías se habían convertido en fondas y la fama fue brutal, pues hasta alcanzó para repartir herencia.

MÁS ALLÁ DE LA FRONTERA

Veinte años después en Queens, Nueva York, un tal Oscar Franco, sin relación a Ochoa, compró un negocio de pollos asados en Av. Roosevelt de Jackson Heights, el barrio con mayor diversidad étnica del mundo. El negocio que le vendieron quebrado se llamaba Dorado Chicken pero el señor Franco decidió cambiarle el nombre a Pollos Mario y así nació la primera sucursal no oficial fuera de Colombia.

Puede ser que el señor Franco sabía que Pollos Mario en Colombia atraía muchos clientes y por eso eligió el nombre. De pronto fue solo un homenaje a su pollería favorita, o a su infancia. Lo curioso es que otras personas también empezaron a utilizar el nombre y más aún, la mayoría también le dieron un peculiar estilo que ahora caracteriza a Pollos Mario y que no tiene nada que ver con las pollerías originales del señor Ochoa, pero sí con las fondas paisas de las montañas antioqueñas. Muchos de los Pollos Mario fuera de Colombia son caricaturas de esas fondas, parques temáticos de la comida antioqueña: los rodea una marquesinas de tejas onduladas de ladrillo terracota, paredes combinadas de un blanco estilo primera comunión y rojo o verde en la parte de abajo, marcos exteriores de madera teñida con ventanas de imitación campesinas y unos tienen hasta un falso balcón colonial que amarra el segundo piso como para oler el aire fresco del suroeste antioqueño en la mitad de Queens.

Internet dice que después del negocio de Roosevelt la familia Franco abrió siete Pollos Mario más y que además le salió competencia. Ahora hay Pollos Mario en Astoria, otro más en Roosevelt, en Woodhaven, en College Point, en la 37th Ave, todos en Nueva York, dos en Nueva Jersey (en Union City y en Hackensack) dos en Long Island (el de Hempstead y el de Brentwood), uno en Orlando y uno en Ciudad de México.

EN MÉXICO

En México, de otros dueños, Pollos Mario empezó en el 2009 en un local en Ciudad Satélite Y luego de un año y medio el restaurante se mudó apropiadamente a la Avenida Medellín en la Colonia Roma, donde está hoy en día.

En cada ciudad nada se ve tan colombiano como un Pollos Mario, supongo que ese es el punto. En todos los que he ido el menú tiene una bandeja paisa como especial, sirven mondongo, arepas paisas, empanadas y obviamente pollo asado, venden botellas de Antioqueño rojo bien frías, hacen jarras de refajo con cervezas y gaseosas colombianas y algunos tienen hasta panaderías de barrio.

Las listas de los mejores restaurantes nos han acostumbrado a que estos se categorizan de forma vertical, uno mejor que el otro, pero la clasificación debería ser horizontal, cada uno ocupando un espacio contiguo, compartiendo con otros que se puedan definir de forma similar. Colombia y México sobresalen en una categoría, la de los restaurantes espectaculares y surrealistas, en la que está Pollos Mario con otros como Andrés Carne de Res en Chía y sus múltiples cocinas de leña que alimentan a más de 10.000 personas cada fin de semana, La Troja en Barranquilla que está tapizada en vinilos tropicales y tiene hasta emisora, La Casa de Toño en Ciudad de México y su exagerada eficiencia y familiaridad o Señor Frogs y sus 365 días a la spring break.

La surrealidad de Pollos Mario es ser un restaurante que no pertenece a nadie ni a ningún lugar, una cadena que no lo es, es solo un concepto. Pareciera que cualquiera puede abrir un Pollos Mario y uno se puede encontrar con uno en cualquier lugar. Es como estar en una casa de espejos, o en una obra de Kusama, en donde lo original se pierde entre los espejismos.

 
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