Carlos Amorales en el MUAC
Club Travesías nos llevó a una visita guiada con la curadora y la presencia sorpresa de Carlos Amorales.
POR: Diego Parás
Un axioma es cada uno de los principios fundamentales sobre los que se construye una teoría, en este caso la obra de Carlos Amorales. Amanda de la Garza, curadora de la exposición, dio a los socios de Club Travesías un recorrido guiado con una aparición sorpresa del artista como broche de oro.
A diferencia de otras retrospectivas un tanto más tradicionales, la llevada a cabo en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) no pretende ser un muestrario de la obra del mexicano cuyo nombre real es Carlos Aguirre Morales; las pocas pero representativas instalaciones y obras no tienen un orden cronológico o sistemático “entras y no sabes qué sigue, depende del espectador… no son piezas que necesiten una explicación, no son exógenas, son lo que son”, dijo el artista. Esto tiene como consecuencia una libertad y exigencia por parte del espectador de crear su propio recorrido (sin embargo recomendamos comenzar con los axiomas, una serie de pósters que son la “traslación gráfica de los principios” según dijo la curadora para así entender mejor la obra).
Al entrar a la sala uno lo hace al mismo tiempo a una maqueta escala 1 a 1 del estudio de Carlos (el cual los socios de Club Travesías habían visitado anteriormente cuando el artista estaba trabajando en “La vida en los pliegues”, la obra que fue expuesta en la Bienal de Arte de Venecia el año pasado, hoy presente en la exhibición).
Afuera del estudio, una plaga de más de 5 000 mariposas de papel negro invaden el resto de la sala estirando la línea entre lo bello y lo terrible, principio que se ve reflejado en el resto de sus obras como “Blackbird”, una escultura de un pájaro resquebrajado que es estéticamente bello pero al mismo tiempo da la sensación de una esperanza rota.
Aunque la curaduría no lo denote, la pieza central —dado el contexto— es sin duda la que regresó de Venecia. Una serie de mesas con un mensaje sobre ellas en un lenguaje desconocido para todos menos para el artista. Cada pieza que funciona como símbolo o “letra” es al mismo tiempo una ocarina, las cuales fueron utilizadas para musicalizar una historia que es proyectada en la sala, mientras que en las paredes de las mismas se encuentran partituras (simbólicas) con las que podrían ser utilizados los instrumentos. Se trata de una escritura encriptada en un lenguaje no escrito, sino material.
La exposición va a estar abierta al público hasta el 16 de septiembre de este año. Para aquellos que les gustaría tener acceso a experiencias como ésta les recomendamos visitar el sitio de Club Travesías.
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