Algunos viajeros podrían pensar que necesitan usar un chaleco blindado cuando viajan a Irán (ya saben Irán, Irak, da lo mismo), mientras que otros opinan que todas las mujeres en el lugar, incluso las occidentales que están de visita, caminan por ahí vestidas de negro de pies a cabeza. Otros aún piensan que simplemente no se puede entrar al país como ciudadano extranjero. Pero ya hablando en serio, ¿por qué Irán? ¿Es seguro? ¿Qué hay por descubrir ahí? ¿No hay también mezquitas preciosas en Abu Dabi que es más popular?
En el vuelo de Turkish Airlines de Estambul a Shiraz (sí, como el vino) conté exactamente dos cabezas con pañuelo y no había ninguna mujer vestida de negro. Junto a mí estaba sentada una rubia veinteañera que traía unos pants modernos, con maquillaje y escuchaba música en sus audífonos. Sarir es de Shiraz, estudia turismo en Chipre y volvía a casa para las vacaciones. Cuando aterrizamos, mientras se abrían las puertas del avión, todos nos pusimos los pañuelos. Ella se rio al verme forcejear para ponérmelo, y me ayudó a enderezar mi hiyab (una tela ligera de algodón que compré hace poco tiempo en India). “¡Bienvenida a Irán!”, me dijo. “Si quieres nos podemos ver mañana, me encantaría enseñarte mi ciudad. Es maravilloso que estés aquí. Amo mi ciudad y mi país. ¡Bienvenidos!”.
Minibar sin alcohol
La descripción de nuestro hotel en el folleto dice que es cómodo y apropiado, y es justo eso lo que resulta ser. Imagina un hotel de lujo de los sesenta donde aún brilla el cobre, los bigotes de los recepcionistas son largos y peinados divinamente, y el aroma de la gloria desvanecida se percibe en el aire. No obstante, ya finalmente en Irán, hay wifi en nuestro cuarto e incluso una cerveza sin alcohol en el minibar, la cual, a pesar de nuestra hora de llegada (aproximadamente tres de la madrugada) nos tomamos rápido, y sabe exactamente como la que toman los abuelos. Llegar a Irán merece ser festejado, en especial, porque escuchamos un sincero “¡Bienvenidos a Irán!” por lo menos tres veces desde que llegamos e incluso tuvimos un encuentro con un local que hablaba inglés a la perfección.
Encuentros poéticos
Cielos de azul profundo y un calor abrasador (estamos a mediados de julio): aproximadamente 38 grados, pero sin la humedad agobiante de los países de Medio Oriente. Es el día perfecto para explorar Shiraz, después de desayunar un pan delgado y caliente, queso parecido al feta, aceitunas locales y té (solamente hay Nescafé). Nuestro guía habla francés y le cuesta trabajo sonreír o pensar más allá, sin embargo, conoce de memoria cada fecha, cada nombre, cada detalle de cada piedra y edificio. ¡Bravo! Perfecto para los que saben de arquitectura y la emotiva historia de Irán.
Nosotros, en cambio, nos alejamos de vez en cuando del grupo para observar en vez de escuchar y afirmar con la cabeza. Shiraz es una ciudad cool, tiene 1,2 millones de habitantes y muchísimo tráfico que sorprendería incluso a un napolitano. Nos movemos en zigzag por la ciudad, y obtenemos la primera dosis de los brillantes mosaicos azules del Mediterráneo en las elegantes mezquitas. La tumba de Saadi es preciosa, una oda a uno de los famosos poetas persas de Irán. Es fin de semana, así que muchos iraníes visitan el lugar, buscando la frescura de los jardines y parques, y descansar en sus bancas, hacer un picnic y platicar.
En la tumba de Hafez, otro poeta iraní famoso, sólo toma dos minutos para que la gente se acerque a platicar con nosotros. “¡Bienvenidos a Irán! ¿Por qué escogieron visitar mi país? ¿Les gusta? ¿De dónde son? ¿Podemos salir en su foto? ¡Tomemos una selfie!”. Nunca habíamos salido en tantas selfies en una sola tarde. Los iraníes que conocimos aquí vinieron a rendir tributo al pasado y a este famoso poeta, pero también les da mucha curiosidad el futuro y lo que trae a un occidental hasta aquí.
Alicia en el país de las maravillas
Al día siguiente, experimentamos lo que es un verdadero paseo cultural: el mundialmente famoso Persépolis, la razón por la que los viajeros vienen a Irán. En nuestro caso, bajo un sol ardiente (un pañuelo puede ser de gran ayuda), en el polvo, sin sombra, a lo largo de las antiguas columnas, losas y paredes persas erguidas por Darío I. Los lugares protegidos por la UNESCO, como Persépolis, son mucho más tranquilos durante el verano. Solamente vemos unos cuantos occidentales más; el resto de los visitantes son iraníes.
Alguien escribió esto sobre Persépolis en TripAdvisor: “Es increíble, es como caminar solo por la historia. Vayan ahora a Irán, antes de que se vuelva novedoso y que el país se llene de turistas”. Lo que la persona que lo escribió quiere decir es que hasta ahora Irán ha sido un destino de nicho, en su mayoría famoso entre los aficionados a la cultura y algunos mochileros o aventureros. Pero los tiempos cambian al igual que los tratados.
La ruta de la seda
No hay nada mejor que los viajes en coche, en especial con un tranquilo paisaje desértico, interrumpido de vez en cuando por salares. Nuestro recién estrenado minibús Fiat con chofer, quien tiene el aire de un guardaespaldas de Hollywood, acelera hacia Kermán, una ciudad localizada a tiro de piedra de la Ciudadela de Rayen de adobe, una réplica más pequeña de la Ciudadela de Bam, que fue destruida por completo en el terremoto de 2003.
Es increíble deambular por el enredado laberinto de adobe de Kermán, sumergiéndote en espacios abovedados, frescos y después subir una escalera para disfrutar del paisaje, que en invierno e incluso en primavera consiste en cimas de altas montañas, adornadas de manera elegante por nieve. En esta ocasión, un grupo de niñas risueñas quisieron salir en nuestras fotos. Selfies grupales, manos al aire y grandes sonrisas para la cámara y un intercambio de cuentas de Instagram que es lo que usan aquí, pues no hay Facebook, a menos que uno sepa cambiar su VPN.
Tesoros en bazares
Yazd, que alguna vez fue una de las ciudades compuestas por caravanas más famosas en Persia, hoy es una ciudad del desierto acogedora y dinámica, donde los viajeros suelen parar por su atmósfera desértica “del fin del mundo”, la cual es muy especial, y por el hecho de que hay muchos hospedajes baratos y encantadores. Tienen toda la razón: una noche en Yazd no es suficiente. Una vez más, hay momentos culminantes como la hermosa plaza Amir Chakhmaq y la mezquita Jameh, pero también calles nuevas con boutiques geniales donde se venden más y más diseños de iraníes jóvenes. Desde joyas hasta cerámica y ropa, así como Madow, una atractiva boutique donde nos cuesta trabajo no gastar riales de más.
Comida rápida iraní
Muchos iraníes piensan que Isfahán o Ispahán es la ciudad más bonita del país. Verde, con mucha agua gracias al amplio río, grandes plazas, majestuosas mezquitas y puentes famosos. Sin duda, Isfahán es una ciudad donde hay que pasar tres o cuatro días, o hasta más. Nos quedamos en otro hotel cuya gloria se ha desteñido, el Kowsar, con vistas al río Zayandeh-Rood y el famoso puente Allahverdi Khan. Por las tardes, los locales pasean junto al río, disfrutan de picnics, a veces entre nubes de hookahs, mientras los niños corren y los enamorados pasean por el puente donde, en ocasiones (por debajo, por la tarde), suena la música e incluso se baila.
Teherán: una mirada al futuro y el espacio
Después de una Isfahán fascinante, Teherán es lo que sigue en la agenda. Todos los iraníes que conocemos dicen que es una ciudad llena de gente, loca y demasiado grande, con contaminación y habitantes que son muy serios y que nunca se ríen, un poco como nuestro guía gruñón, que también viene de Teherán. Afortunadamente tenemos una cita con Gilda, una iraní de Teherán, pero que ha estudiado y vivido en California, España y Francia. Ahora recientemente egresada de la escuela de derecho y con doble nacionalidad, ha regresado a su tierra natal. Es moderna, joven, elegante, y habla farsi (según ella) con acento estadounidense y nos muestra la ciudad que ama y que extrañó al estar lejos.
La paradoja de que Irán es anti-Occidente, mientras que la mayoría de los iraníes son liberales, librepensadores y enfocados en un futuro más libre, es más que obvio. Viajar a Irán se siente un poco como caer en los brazos de un viejo amigo, quien, inmediatamente, te da una bienvenida cálida a pesar del panorama o situación. “¿Bienvenidos a Irán?” Era genuino y sincero, y definitivamente sabe mejor.
*Traducción de Daniela Valdez