Siempre supimos de las playas de arena blanca, de la vasta oferta de entretenimiento y las maravillas naturales que guardaba, pero, después de este viaje, ya no volveremos a ver a Florida de la misma forma. En estas dos paradas nos llevamos la grata sorpresa del lado menos conocido de la península.
Además del lujo y el clima benevolente con los que ya esperábamos encontrarnos, dimos con sitios llenos de historia, comunidades acogedoras, una diversidad cultural que ha generado escenas artísticas y gastronómicas brillantes y, en general, un estilo de vida diferente al que creíamos conocerle a Florida.
St. Augustine y St. Pete/Clearwater no solo son opciones para quienes buscan descanso y relajación en aguas tranquilas. Aunque hay mucho de esa Florida que ya conocemos, también hay una vida nocturna vibrante, aventuras en la naturaleza y un sinfín de opciones culturales. Solo nos preguntamos, por qué nadie nos había dicho antes.
St. Augustine
Las primeras impresiones de esta ciudad costera suelen estar revueltas y, sinceramente, no podría ser de otra forma en un destino que tiene tantas y tan diferentes dimensiones.
En algunos momentos puedes sentirte como si estuvieras en una ciudad de la Costa Brava, o incluso jugando golf en el Masters. A veces parece un sofisticado destino de boutiques y otras una despreocupada playa surfista. Todo eso, y un poco más, cabe en esta inesperada ciudad costera a menos de dos horas de Orlando.
La diversidad comienza a explicarse en la larga historia del puerto. Por algo, St. Augustine es apodada la “Ciudad más antigua de la Nación” y es que, fundada en 1565, es la ciudad de origen europeo más antigua del territorio continental. Los misioneros españoles se asentaron aquí para explorar la península, dejando un legado que hoy, casi 500 años después, aún se puede ver en paseos por el Colonial Quarter o visitas al Castillo de San Marcos.
Pero, St. Augustine no solo es historia. Las calles principales de la ciudad también revelan un destino sofisticado, ideal para compras en boutiques o cenas y tragos en buenos restaurantes. Un paseo por St. George Street precisamente mezcla lo mejor del destino: la historia, palpable en la arquitectura, la naturaleza del increíble río Matanzas y el lujo de sus tiendas y gastronomía.
Por si fuera poco, también es considerada una de las capitales mundiales del golf. Algunos de los campos favoritos de los profesionales, como el TPC Sawgrass, se encuentran a pocos kilómetros del centro, haciendo de St. Augustine un gran destino para el deporte.
Eso sí, las playas y la naturaleza generalmente son lo que atrae a los viajeros hasta St. Augustine. No sin razón. Como la joya oculta que es, preservar lo mejor de un destino playero en las condiciones óptimas. Lejos del bullicio de lugares más populares, aquí es posible encontrar descanso y un skyline despejado, para ver el espectáculo del Atlántico y las puestas de sol sin que grandes edificios o resorts estorben.
Además del inigualable plan de solo echarse en la arena blanca, aquí también hay todo tipo de actividades para disfrutar de la naturaleza. Lo mejor es tomar un kayak o una paddle board y remar por la costa o entre los diferentes canales que se forman de los ríos Matanzas y Tolomato. Para quien busque surf, las olas también son buenas en cualquier época del año y también es un gran destino para la pesca.
St. Pete/Clearwater
Hay que irnos al otro lado de la península, hacia la costa oeste que costea al Golfo de México, para llegar a Saint Petersburg/ Clearwater, o simplemente St. Pete, como mejor le conocen los locales.
Acá hay que venir para encontrar arte, cultura y buena, muy buena, comida. Eso solo si tenemos que obviar las increíbles playas que parecen estar por todas lados Florida. Pero, este tipo de cosas nunca hay que dejarlas de mencionar, sobre todo cuando se trata de paisajes como los de St. Pete. Hablamos de 56 kilómetros de arena, entre los que se encuentra Clearwater Beach, la “Mejor playa de Estados Unidos” de acuerdo con lo votado por usuarios de TripAdvisor.
Desde la playa y los negocios que la rodean es posible empezar a sentir como la vibra cambia. Las diferencias no solo son palpables en la arquitectura de los coloridos edificios viejos y las cabañas de playa, sino que todo parecería tener, en mayor o menor medida, alguna relación con el arte.
Solo basta con darse una vuelta por las calles que conectan el centro de la ciudad con el muelle para tener una idea de la importancia del arte para esta comunidad. No hay que entrar a ningún establecimiento, pues todo eso puede verse en las obras de arte callejero que decoran las paredes. Cientos de piezas que vale la pena ver en una caminata o un paseo en bici.
Más allá de lo que las calles ofrecen, St. Pete también tiene varios museos imperdibles. Quizá el más famoso sea el Museo Dalí que, con más de 2,400 obras, es la colección más grande del artista español. Está también la Chihuly Collection, una experiencia sensorial creada por el renombrado maestro del vidrio soplado Dale Chihuly o el Museum of the American Arts & Crafts.
La vida nocturna y el entretenimiento están igual de presentes en la vida de St. Pete. La Central Avenue tiene varios restaurantes, perfectos para terminar un día en la playa o entre galerías locales. Baba es una buena opción para comer comida levantina y para más tarde está Saint, un speakeasy imperdible.