Los viajeros han optado por ir cada vez más lejos en sus viajes. No sólo en el sentido literal, en cuanto a las latitudes que atraviesan, sino en las experiencias que escogen para no quedarse al margen. La idea es acercarse a la esencia de cada destino, con experiencias que los involucran con las comunidades locales.
En el río Buenavista de Ecuador, por ejemplo, los pasajeros del yate de lujo de Kontiki Expeditions bajan a tierra para conocer de cerca las culturas de la costa. Lo mismo en Ladakh, India, donde muchos amantes de la gastronomía están peregrinando para experimentar los sabores de la región de la mano de cocineros locales.
Después del aislamiento de la pandemia es lógico que cada vez más personas busquen la naturaleza y el aire libre. Los hikes están resurgiendo, con opciones como el Jordan Trail, con el cual, a lo largo de sus 675 kilómetros de senderos, es posible recorrer casi toda Jordania a pie.
Destinos como Lombok, en Indonesia, o el Gran Cañón, que ya no sólo es un plan rápido para quienes visitan Las Vegas, también se han convertido en los favoritos para acampar.
Los viajeros siguen buscando sus experiencias preferidas, pero han encontrado nuevos lugares para vivirlas, como un safari en Malaui, que, a diferencia de los más populares en Sudáfrica, Kenia o Tanzania, está menos concurrido y explorado.
En Tonga también han descubierto un lugar especial para nadar con ballenas jorobadas y los enólogos han dejado los viñedos de siempre para probar la uva de las montañas de Georgia.