La exposición que TIENES que ver en la CDMX

Otto Dix – Violencia y Pasión estará en el MUNAL del 11 de octubre al 17 de enero del 2017. Una exposición que nadie se puede perder.

22 Jul 2019
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La exposición inicia con una visión de quién es Otto Dix a través de sus obras más tempranas, un tipo retador en una perpetua contemplación de sí mismo y el mundo que lo rodea.

Su vida y obra se ven marcadas por las guerras, aunque su cosmovisión se mantiene uniformemente sombría durante el desarrollo cronológico de sus creaciones. Equipado con una increíble memoria visual y una filosofía nihilista partió a las trincheras del frente Germano-Francés durante la Primera Guerra Mundial. Asumió el rol de testigo de las aberraciones, brutalidades y la plaga de muerte durante la guerra; durante este tiempo hizo múltiples grabados y dibujos de la cotidianidad en las trincheras. Podredumbre, muerte, muerte, muerte, muerte, muerte y más muerte. Dix habla con su pincel, pero si tuviera que ponerle palabras en la boca al juzgar su obra, diría a gritos: ¡NO HAY GLORIA EN LA GUERRA! ¡NO HAY GLORIA EN LA MUERTE!

En algunos grabados del tiempo de la Primera Guerra, se alcanza a contemplar una dualidad. En una obra se ve un sol pálido, obsoleto, casi como si no estuviera ahí a pesar de que ocupa la mitad del espacio en la imagen. Las penumbras se sobreponen a la luz. La dualidad de Dix no es un balance, simplemente un elemento desesperanzado, una mera declaración de que la luz ha sido opacada por los actos del hombre.

Durante el interbellum, Dix empieza a experimentar entre el cubismo, futurismo, dadaísmo sin dejar el realismo. Dix frecuenta burdeles, circos y todo tugurio repleto de anormales. Sus retratos siguen siendo contrastantes, ahora entre las clases sociales alemanas: los abusos y el exceso de la burguesía; opuestos a la miseria de la mayoría. La gama de contrastes de Dix habla por sí sola, siempre recargándose a colores sombríos pero conservando un espectro de lucidez mínimo.

Retrata prostitutas y fenómenos, no busca una estética convencional en sus creaciones sino un fiel recuento de la realidad. Ama ilustrar la decadencia natural de ser humano, prefiriendo retratar prostitutas viejas, experimentadas; haciendo énfasis en sus arrugas y todo rastro que deje el tiempo en el cuerpo humano. Tal como Charles Baudelaire, busca encontrar la estética del mal.

Hay muchas obsesiones en la obra de Dix: su mirada retadora en los autorretratos, las manos simulando a Cristo cubriendo sus llagas en la costilla, San Cristóbal y el niño Jesús, muerte, decadencia, guerra, paz, etc. Todas son recurrentes durante todas sus etapas. Por esto durante el Tercer Reich, el partido Nacional Socialista determinó que la obra de Dix era arte grotesca y ordenó la quema de muchas de sus obras. Dix se resigna a las montañas de Baviera y se dedica a pintar “inofensivos paisajes” todos recargados de imágenes apocalípticas: bosques demacrados, tierras baldías, sangrientos atardeceres, etc. Encuentra una manera simbolista de seguir con su protesta, pasando desapercibido.

Las pinturas de Dix encuentran cierta iluminación a partir del nacimiento de su hijo antes de la Segunda Guerra, ahora muestra una decadencia esperanzadora. La luz llega por fin a su paleta. Y no es hasta sus últimos años, después de las guerras, cuando encuentra la paz y la conciliación con la muerte y el mundo que lo rodea.

Otto Dix es un personaje multifacético, un gran guía a través de la situación histórica/social europea de la primera mitad del siglo XX. Su obra es única, conmovedora y fascinante. La exposición es un must para cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad.

-Manolo Caso

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