Así como el tequila se sirve en un caballito y el whisky en un vaso old fashioned, quienes conocen de mezcal saben que lo mejor es tomarlo del tradicional vaso de veladora. De ahí la famosa sentencia cantinera “hasta no ver la cruz” que hace referencia al dibujo de cruz que se encuentra al fondo de estos recipientes. Pero ¿de dónde viene esta extraña costumbre?
No es raro que una tradición como esta tenga origen en una cultura plagada de elementos religiosos. Aunque a muchos les podría parecer una irreverencia profana, en realidad son manifestaciones que surgen comúnmente del sincretismo y la cotidianeidad con la que los pueblos mexicanos viven su fe, del tipo más bien inocente de jurar por Dios o disfrazar las figuras del niño Jesús.
Al iniciar cada año, varios creyentes en el país se abastecen de una docena de veladoras, una por cada mes, que serán bendecidas para atraer dicha y prosperidad. Cada una viene en un recipiente de vidrio que, al terminar el mes que le corresponde y agotar su contenido, quedaría inservible de no ser por los consumidores de mezcal.
En lugar de apilar, año con año, los vasos usados de las veladoras o desecharlos sin más, el hogar mexicano les ha encontrado una segunda vida como la copa perfecta para el mezcal, una tradición que se extiende a las cantinas e incluso las catas especializadas porque, además, ofrece grandes beneficios para la degustación.
Las ventajas de tomar mezcal en vaso de veladora
La recomendación popular, y ciertamente poética, para beber mezcal es “tomarlo a besos”. Con varios tragos cortos y no de golpe como con otros destilados. La idea es apreciar más su sabor, disfrutar su aroma y distinguir su proceso artesanal. El vaso de veladora es, precisamente, ideal para acompañar este proceso.
Al igual que otros recipientes tradicionales para beber mezcal, como la jícara de bule, el vaso de veladora tiene una boca amplia, que permite distinguir el característico olor ahumado al mismo tiempo que se toma. Además, los tonos del mezcal son claramente perceptibles a través del vidrio y su grosor, superior al de un caballito tradicional, evita que la bebida se caliente entre las manos.