Día uno
Por la mañana
Nuestro punto de partida es el glamuroso Darling Harbour, en pleno centro, donde hay que comenzar el día devorando un copioso desayuno en cualquiera de sus terrazas con vistas al puerto. Recomendación sólo apta para estómagos potentes: tocino, salchichas, tomate, pan tostado y la papas rellenas de hash brown. Que se noten las raíces británicas del país de las Antípodas.
Por la tarde
La siguiente parada nos lleva a una de las zonas más bohemias y encantadoras, Surry Hills, cuyo epicentro es la calle Crown, donde las últimas tendencias artísticas y de moda se dan la mano. Es el lugar perfecto para lanzarse a la compra compulsiva. Otra opción dentro del universo shopping en Sydney es Paddington, salpicado de boutiques de ropa con estilo. Allí está la tienda de Leona Edminston, una de las diseñadoras australianas más reconocidas.
Por la noche
Al caer la noche, nos trasladamos a Darlinghurst (Darlo, para los autóctonos), el barrio gay por antonomasia. Lo notarás por las banderas del arcoíris que ondean en cada local, ya sea una elegante cafetería, una floristería, una galería de arte o un club para bailar hasta muy tarde. No en vano la vida nocturna de Sydney tiene que pasar forzosamente por aquí.
Como recomendación culinaria, sugerimos Lil’ Darling, un atrevido local en el que puedes pedir un capuchino (dicen que en Darlo se sirven los mejores cafés de la ciudad) con un muffin de tamaño XXL, o cenar a base de tapas al más puro estilo español. Aquí van algunas sugerencias de la casa: rollitos de pato laqueado o las deliciosas pizzas de masa fina. La idea es estirar la noche a golpe de alocados cocteles. ¿Qué tal un Li’l Old Fashioned? Incluye licor maraschino, whisky y brandy. Para dormir elegimos el Medusa Boutique Hotel, levantado en una mansión victoriana pero con un rediseño moderno.
Por la mañana
Arrancamos el día con una sesión de olas en toda regla. No hay que olvidar que el surf es un modo de vida en Australia. Sugerimos dos playas indispensables, la de Bondy, al sur y con forma de media luna, y la de Manly, al norte. En ambas te toparás con decenas de cuerpos bronceados sin un ápice de grasa y con todo tipo de bares con licuados energéticos para afrontar las olas. Para comer, nos escapamos al Fish Market, en Inner West Pyrmont, donde nos enseñaron a preparar un sushi delicioso.
Por la tarde
Continuamos en uno de los suburbios no incluidos en los típicos circuitos turísticos, Glebe, un lugar muy conveniente para hacerse una idea de cómo es la vida cotidiana de la urbe. Toma el sol en Victoria Park o un café en bares alternativos como Mr. Falcon’s. La cata de cervezas artesanales se alterna con clases de baile, obras de teatro, murales pictóricos, sillas de plástico y exposiciones de fotografía. Todo dentro de la misma estética retro. Y divertida.
Por la noche
Otra de las áreas que más han cambiado en los últimos años es Redfern, el asentamiento de los aborígenes de toda la vida reconvertido en una zona bohemia repleta de restaurantes étnicos, construcciones vanguardistas, mercados de productos ecológicos (no puedes perderte el de Eveleigh) y propuestas intelectuales multidisciplinarias. Como ejemplo está 107 Projects, un antiguo edificio industrial en el que tienen cabida la música, la poesía y la literatura.
El colofón nocturno lo pone Potts Point, un enclave para gente guapa con ganas de pasarla bien entre restaurantes de estilo minimalista, edificios art déco, casas victorianas con solera, tiendas para sibaritas y clubs donde quemar la noche hasta que el cuerpo aguante. Velluto, por ejemplo, es una opción si te gusta el champagne y el vino. La pregunta es: ¿a quién no?