El de Amatlán había sido un día al que no le cambiaríamos nada, ni siquiera esos detalles incontrolables e imprevistos. Disfrutamos de ese sentimiento de perfección que surge cuando sabes que estás en el lugar indicado con las personas correctas; cuando abrazas lo que se presenta y no harías nada por modificarlo. No pudimos resistirnos a intentar de nuevo lo imposible.
Yo recibí la invitación a través de una llamada telefónica de mi amiga Natalia, quien me contó que ella y Weber ya estaban apuntados para este grilling que sonaba de ensueño. Le platiqué la idea a mi novio Teo y no lo pensamos dos veces. Con Natalia y Weber nunca faltan los temas de conversación y la comida es una delicia —Weber es chef—. Teo checó que las fechas no coincidieran con tocadas de sus bandas y yo liberé mi agenda de trabajo —soy diseñadora gráfica—. Estábamos listos.
Nos reunimos de madrugada para salir en busca del spot perfecto para el grilling. Estábamos buscando un lugar recóndito, alejado de los complejos turísticos, en donde pudiéramos disfrutar de esos paisajes paradisíacos que tanto abundan en el Caribe mexicano. Recorrimos el litoral sin prisa, esperando que saliera a nuestro encuentro el lugar ideal. Íbamos disfrutando de las vistas de la costa caribeña y del azul turquesa de sus aguas que asume infinitas tonalidades, imposibles de nombrar. Sabíamos que la Riviera Maya no nos iba a decepcionar.
Nos acercamos a Sian Ka’an y entendimos por qué su nombre en maya significa: “puerta del cielo”. Una bahía de arena blanca llamó nuestra atención, sobre todo porque para llegar a ella teníamos que atravesar por una espesa jungla. Nos asomamos al mar e intercambiamos miradas de complicidad entre los cuatro. Habíamos encontrado el lugar para nuestra parrillada, ahora faltaba la comida.
Weber y Natalia se ofrecieron a ir a pescar, pues resulta que él no es solo un excelente chef, sino que también sabe hacer pesca submarina con arpón. Una panga los adentró en el mar, y luego de varias zambullidas, Weber tuvo en sus manos una robusta langosta. Mientras tanto, Teo y yo nos encargamos de las frutas y verduras —cebollitas cambray, coloridos pimientos, naranjas, y nuestro ingrediente estrella: una piña—.
Regresamos al punto de reunión con nuestros amigos. El primer reto, que por un momento pareció imposible, era prender el fuego. El viento no nos la puso fácil y tuvimos que desgarrar coco seco e ir colocando poco a poco ramas delgadas hasta lograr prender los troncos grandes. Cuando por fin lo conseguimos, lo primero que hicimos fue colgar una piña encima de la parrilla para que se asara lentamente y le diera el toque final a nuestro coctel.
En medio de la selva, con el sonido del mar acompasando nuestra plática, nos sentamos alrededor de la parrilla que preparaba nuestros alimentos. Los rápidos cambios en el clima nos iban regalando distintos ambientes, mientras Weber marinaba los pescados con el adobo que él mismo preparó: axiote, naranja agria, cebollín, mantequilla, sal y pimienta.
Yo me ofrecí a preparar los tragos pues siempre me ha gustado la coctelería, y la verdad es que me lucí con un smash de piña asada. Eché en el mezclador Buchanan’s, licor de durazno, jugo de limón amarillo y piña asada. Después de triturarlo, colé el líquido, agregué hielo y serví en un vaso corto escarchado con sal marina. ¿El garnish perfecto? La piña, por supuesto.
El olor de la langosta a la mantequilla nos avisó que la comida estaba lista. Una mesa de madera y unos petates sobre la arena fue todo lo que necesitamos. El lujo estaba en compartir, en conversar, en estar en el momento presente. Al final, el viento nos acompañó a mirar de frente el mar, satisfechos de haber gozado de un día al que no le falta ni le sobra nada. Un día perfecto.
Mira todos los detalles de nuestro grilling en este video:
SMASH DE PIÑA ASADA
• 2oz Buchanan’s 12
• 1oz licor de durazno.
• 2oz jugo de limón amarillo.
• Piña asada.
• Ramita de romero.
• Sal marina.
Coloca todos los ingredientes, a excepción de la sal y el romero, en el mezclador. Tritura y cuela. Sirve con hielo en un vaso corto escarchado con sal y decorado con piña y romero.
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¡Mira nuestro primer episodio de El grilling imposible entre paisajes maravillosos en Amatlán!