“Pero si el año apenas está empezando”, te dicen con frecuencia cuando buscas un viaje de descanso en estas fechas. Pero el espíritu y el cuerpo no saben de calendarios. La relajación no es una opción, es un derecho y, para encontrarla, no hay nada como hacer las maletas para viajar a un destino donde todo se trate de devolverte la paz. Un lugar como Iberostar Selection Playa Mita.
Recién poniendo pie en el resort, la experiencia comienza. Un cóctel de Jamaica y frutos rojos llega a mis manos casi sin que me dé cuenta. Su frescura es una promesa del confort con el que podré experimentar las playas de la Riviera Nayarit. Y un poco más porque, mientras lo bebo, un pequeño ritual comienza. Suena música de la región, sonidos creados por las culturas Wixárika y Cora, y me es transmitida la historia del jaguar. Un felino sabio que, en la mitología de la región, actúa como mensajero. Cuando ves un jaguar —dice la sabiduría popular— la vida quiere darte una señal. Y la que se recibe aquí parece decir “todo va a estar bien”.
Una nueva forma de “todo incluido”
Después de dejar las maletas, al caer de la tarde el hambre empieza a ser notoria. Voy a cenar en el Tsuba, restaurante japonés-tailandés que forma parte de las seis ofertas gastronómicas del hotel. Los pescados y mariscos son un lujo, en especial cuando además de tener buen sabor se sabe que Iberostar Selection Playa Mita cuenta con un movimiento llamado Wave of Change que, desde 2017, promueve la economía circular, el fomento del consumo responsable de pescado y el cuidado de la salud de las costas en las que nos encontramos.
Además, este hotel es libre de plásticos de un solo uso en todas sus operaciones. En esta línea, recientemente el Iberostar Selection Playa Mita fue reconocido con el certificado LEED (Leadership in Energy & Environmental Design), convirtiéndolo en el primer complejo hotelero de Latinoamérica en recibirlo.
Esto es uno de los muchos pequeños detalles que destacan a este resort de otros con la etiqueta “todo incluido”. Con esas dos palabras aquí no solo hablan de alimentos y bebidas, sino de un todo que incluye el cuidado de la naturaleza, la apreciación y difusión de las culturas de la región y, por supuesto, del bienestar holístico de los huéspedes.
Aquí se come y se bebe bien, pero también es posible agendar un paseo por las Islas Marietas, agendar un tratamiento en el spa para olvidarse —por fin— de esas molestas contracturas—, aprender más sobre los Wixárika y Cora y comprar de manera justa sus espectaculares trabajos artesanales, retar a la mente y al cuerpo en el campo de golf de 18 hoyos —lo diseñó Greg Norman— o simplemente sentarse en el Sunset Bar Wirikuta para esperar la caída del sol en compañía de un buen libro y un cóctel.
La posibilidad de combinar experiencias dentro o fuera del hotel —y que el staff organice con cuidado hasta el más mínimo detalle— hacen que uno lo vea como un hogar donde, resguardados por los poderes del jaguar, recuperamos poco a poco las fuerzas y el optimismo. Un espacio como pocos en la Riviera Nayarit donde, por cierto, toda la familia es bienvenida.