La flor de cempasúchil, también conocida como la “flor de los muertos” o “maravilla”, desempeña un papel central en la celebración del Día de Muertos en México. Una de las leyendas más populares sobre la cempasúchil cuenta cómo esta flor se relaciona con la vida después de la muerte.
Según la leyenda, en la antigüedad, cuando los aztecas habitaban en lo que hoy es México, se creía que después de la muerte, las almas de los difuntos emprendían un largo viaje hacia el Mictlán, el inframundo gobernado por la diosa Mictecacíhuatl. Para ayudar a las almas a encontrar su camino de regreso a la tierra y a sus seres queridos, se utilizaban las flores de cempasúchil.
La historia cuenta que la cempasúchil se originó a partir de la historia de amor de dos jóvenes: Xóchitl y Huitzilin. Cuando Huitzilin fallece en el campo de batalla, la princesa azteca quedó tan dolida que le rogó al Dios del Sol que la llevara con él. Conmovido por su tristeza, el Dios la convirtió en flor en donde los pétalos dorados de la flor se consideraban un puente que conectaba a los vivos con los muertos, permitiendo a las almas cruzar desde el Mictlán de regreso a la tierra durante el Día de los Muertos.
Desde entonces, la cempasúchil se ha convertido en un símbolo de la celebración del Día de Muertos en México y se utiliza para guiar y honrar a las almas de los fallecidos. Se coloca en altares, se esparce en senderos y se utiliza en ofrendas para recibir a los seres queridos que regresan durante esta festividad.
Esta hermosa leyenda destaca la profunda conexión que existe en la cultura mexicana entre la naturaleza, la vida, la muerte y la celebración de los antepasados en el Día de Muertos.