“Voy a salvar el bosque”

Anita Studer, laureada con un Premio Rolex a la Iniciativa en 1990, trabajó durante décadas para restaurar parte de la Selva Atlántica al norte de Brasil.

16 Jan 2023
anita studer

Para Anita Studer (al centro), enseñar el rol de los árboles a niños, como estos de una escuela cercana a la Reserva biológica de Pedra Talhada, es necesario para asegurar que su proyecto perdure a largo plazo. “En verdad fue una labor muy grande de educación y conciencia que empezó hace años y necesita continuar”, dice. Foto: ©Rolex/Diego Bresani

Desde 1976, los Premios Rolex a la Iniciativa forman parte de la campaña Perpetual Planet y han otorgado un reconocimiento a iniciativas que transforman vidas y comunidades enteras para construir un mejor planeta para todos. Siguiendo los valores de calidad, ingenio, determinación y el espíritu emprendedor que ha impulsado a la compañía desde sus inicios, en Travesías presentamos la serie Guardianes del Planeta, con perfiles de laureados con Premios Rolex a la Iniciativa. En esta ocasión revisitamos la historia de Anita Studer, una ornitóloga que, con el fin de proteger una especie en peligro de extinción, decidió salvar todo su ecosistema. Tras décadas de trabajo infatigable, los resultados son evidentes.

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El proyecto de la bióloga suiza Anita Studer —quien fuera laureada con el Premio Rolex a la Iniciativa en 1990— combina el ambientalismo, la investigación y el trabajo comunitario. Su labor de décadas ha beneficiado no sólo a los ecosistemas brasileños, sino a la avifauna que los habita y a las personas que dependen de su equilibrio. El objetivo parece —y es— ambicioso y, sin embargo, todo comenzó con un ave de plumaje negro y ojos brillantes cuya existencia estaba bajo amenaza.

Anita Studer
Anita Studer estudia las aves en la Reserva biológica Pedra Talhada, el foco principal de su proyecto de reforestación. Recientemente, Anita Studer recalcó: “Nunca pensé que me tomaría la mitad de mi vida salvar este bosque”. Foto: ©Rolex/Diego Bresani.

Originaria de Brienz, Suiza, Studer sintió desde niña una gran fascinación por los pájaros, en especial por sus cantos y llamados. Se especializó en ornitología y, cuando preparaba su tema de tesis, visitó Brasil en busca de una idílica vastedad de especies multicolor. Pero lo que descubrió ahí no fue el paraíso terrenal, sino un ecosistema en crisis: un territorio que alguna vez estuvo poblado por la flora y la fauna más extraordinarias y que perdió 90% de su riqueza.

Anita Studer
En la década de los 80, el mirlo de Forbes (Anumara forbesi), en peligro de extinción, atrapó la atención de la joven bióloga suiza Anita Studer. Decidió dejar para después sus estudios sobre el mirlo y enfocarse en restaurar su hábitat y asegurar su supervivencia. Foto: ©Rolex/Diego Bresani.

Una especie llamó especialmente su atención: el mirlo de Forbes (Anumara forbesi), cuyo hábitat, producto de la deforestación, estaba siendo devastado, lo que ponía al ave en serio peligro de extinción. La lógica tradicional dictaba que Studer enfocara sus esfuerzos a estudiarla antes de que fuera demasiado tarde. Ella, sin embargo, lanzó una contrapropuesta no sólo arriesgada, sino que la llevaría por el camino más largo a honrar al ave que la inspiró: “Voy a hacer lo contrario —dijo—. Voy a salvar el bosque y después tendré toda la vida para estudiar esta ave”. Y eso es justamente lo que hizo.

Anita Studer
Anita Studer dirige un equipo de Nordesta hacia un manantial para sembrar plántulas a su alrededor. Foto: ©Rolex/Diego Bresani

La labor de Studer comenzó en Quebrangulo, en el estado de Alagoas, concentrada en la reforestación y en la protección del agua. En este bosque —el florecimiento rocoso que sirve de hogar al mirlo de Forbes— tienen su origen nada menos que 169 manantiales, responsables de proveer de agua potable a 300,000 personas. Esta intersección, entre el ambientalismo y la justicia social, le permitió plantear un argumento a favor de la defensa de la región, aproximarse al alcalde local y convencerlo de crear lo que hoy es la Reserva Biológica Federal de Pedra Talhada.

Nordesta, laONG que fundó Anita Studer para apoyar su proyecto en Brasil, ha establecido viveros como este para suministrar árboles para la reforestación en muchas partes del país. Foto: ©Rolex/Diego Bresani

Pero el gran movimiento ambientalista de Anita Studer apenas comenzaba. Deseaba involucrar a los habitantes de la región en el cuidado del entorno. Con las comunidades creó un vivero de árboles en 1990, lo cual ayudó además a diversificar las especies botánicas, pues un bosque, a diferencia de un monocultivo, requiere al menos 50 variedades diferentes. El proyecto de siembra ha seguido expandiéndose y ha permitido que la reforestación alcance las márgenes de los manantiales. Los nuevos árboles conectan fragmentos boscosos aislados y ayudan a evitar inundaciones extremas.

Salvar un bosque requiere plantar no solo una pequeña variedad de árboles, sino entre 50 y 100 variedades. Estas son algunas semillas de árboles locales. De derecha a izquierda arriba: Angico, Pau ferro, Catingueira, Ipê amaraelo; abajo: Tento vermelho, Jenipapo, Jatobá, Sucupira verdadeira. Foto: ©Rolex/Diego Bresani

A esto se han sumado —con ayuda de Nordesta Reforestation & Education, la ONG que Studer fundó en Ginebra y que recibe apoyo de patrocinadores europeos— otros proyectos comunitarios, que incluyen la educación medioambiental a las nuevas generaciones mediante cómics y actividades, talleres de carpintería y horticultura, actividades de apicultura y agroforestería, además de la construcción de 40 escuelas.

El cuidado de las abejas es otra de las habilidades que Nordesta enseña a los habitantes proveyéndoles una fuente de ingresos extra. Estas son abejas Meliponas sin aguijón, las cuales polinizan las flores y fomentan el crecimiento de los árboles. Foto: ©Rolex/Diego Bresani

Studer ha recibido importantes reconocimientos por su labor, como Ciudadana de Honor en Brasil, país que considera su segundo hogar, o como Caballero de la Legión de Honor en Francia. El Premio Rolex a la Iniciativa que recibió en 1990, sin embargo, marcó un antes y un después, pues le abrió puertas a apoyos y financiamientos fundamentales para continuar su tarea en el corazón del bosque. Para ella, sin embargo, el mayor logro es el fuerte vínculo que se ha creado entre las comunidades y el ecosistema: “A fuerza de plantar árboles —dice—, los aldeanos también se han apasionado por ellos, se han hecho amigos de los árboles”. Y ese entusiasmo resulta contagioso: 15 estados brasileños han replicado proyectos que nacieron en Pedra Talhada.

Anita Studer (cuarta desde la derecha) ha inspirado a cientos de brasileños, incluido el equipo de Nordesta, quienes clasifican semillas de árboles cosechadas, para el proyecto de reforestación del bosque. Foto: ©Rolex/Diego Bresani

Cuando Anita Studer tomó la determinación de salvar el bosque, nunca imaginó que hacerlo iba a tomar la mitad de su vida. Y, sin embargo, ha cumplido su sueño: con ocho millones de árboles plantados y una gran red comunitaria de habitantes orgullosos, los pájaros —a los que nunca olvida como el inicio de su historia de vida— han proliferado: “Ahora hay demasiados mirlos como para contarlos”, dijo.

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