Dicen que la libertad sólo la merece quien sabe conquistarla todos los días. Y es que es todo un privilegio encontrarse con un momento íntimo en torno a este sentimiento de ser libre, sobre todo cuando ya nos acostumbramos al caos de la ciudad. Pero no entras en pánico, pues en el fondo sabes que perderse es enfrentarse a conocer nuevas cosas y, lo más importante, a uno mismo.
Esas palabras pasaban por mi mente cuando descubrí La Valise, un lugar que nunca creí que pudiera existir. Fue una sorpresa que emergió mientras trazaba caminos en la colonia Roma y también en mi mente, un martes por la tarde después de escapar de la oficina, cuando sólo necesitas un poco de paz. Disfruté conducir aislado del ruido citadino por un rato, y después estacioné mi Buick Envision para tomar aire fresco y dejarme seducir por una bellísima townhouse que sobresalió entre todas las demás.
Era una hermosa fachada estilo francés y, literal, dije en voz alta: “Me voy a mudar aquí”. Me detuve y decidí caminar para verla más de cerca. Llevaba un rato admirando la arquitectura cuando se abrieron las puertas de la entrada y me di cuenta de que estaba parado frente a un hotel boutique. ¿Cómo no sabía de tal tesoro oculto?
Sin saber bien cómo, de pronto ya estaba en una espectacular terraza, donde decidí pasar el resto del día. El concierge me sugirió una proyección de cine al aire libre y una tabla de quesos y, aunque sonaba como una seductora ecuación, aún faltaba lo más importante, mis mejores amigos, quienes tras un breve mensaje acompañado de una fotografía, no demoraron en escapar también de sus respectivas oficinas. La tarde se convirtió en una noche de póquer, el póquer en buena música y la buena música en risas, y entonces recordé que cuando tomas un rumbo desconocido con el corazón o tal vez erraste el camino con la mejor intención, puede que de pronto estés perdido, pero el caos siempre se desvanece inesperadamente y se convierte en una irremediable fortuna.
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