1. Campobaja
Cuando un papá pescador llega a la casa, casi siempre trae lo que no pudo vender en el mercado: a veces un pulpo, otras unas langostas, y, las mejores, un atún de 70 kilos. La mamá tiene que ingeniárselas para prepararlas de muchas formas, porque, cuenta Ezequiel Hernández, chef de este nuevo local en la Roma, pueden pasar días y semanas en los que diario coman lo mismo.
Estas escenas ocurrían en su casa y las recuerda con mucha alegría: tanto así, que decidió traerse las recetas de su mamá a la carta de Campobaja. Los pescados, las almejas y los ostiones se preparan con un mínimo de aliños, destacando el sabor del producto. “Somos nuestro propio proveedor, así que confiamos al máximo en la calidad del pescado”, dice Ezequiel. A diario llega sólo el pescado fresco que se necesita y se pone en una hielera: el refri está vacío y el congelador no existe. Campobaja es el lugar para probar una almeja que sabe a mar y pasar un rato en una mesa abierta.
Imperdible: cualquiera de las conchas estilo Ensenada o el pulpo asado, el favorito de Ezequiel.
2. Havre 77
Una vieja casona rehabilitada de la Juárez, de la era del porfiriato, es el escenario perfecto para reiterar el amor que el chef Eduardo García, como Porfirio Díaz alguna vez lo hizo, tiene por Francia.
Una buena brasserie siempre va acompañada de una barra de ostras, y aquí, a diferencia de Máximo Bistrot, el espacio sí se presta para esto. Con platillos de la cocina más tradicional francesa y con decoración simple, donde lo que sobresale es la arquitectura del lugar, es un restaurante para los que están obsesionados con el buen comer, pues todos los platillos son elaborados cuidadosamente desde cero con ingredientes mexicanos fresquísimos, excepto por las ostras, que vienen de Estados Unidos.
El menú, bastante sencillo y con pocos platillos, no cambia por completo diariamente, sólo sufre algunas modificaciones a la semana dependiendo de los productos de temporada.
Imperdible: pedir una docena de ostras como entrada, Terrine de Foie Gras de Canard o el Tartare de Boeuf. Como plato principal, el Steak Frites, ribeye a la sartén o el Sole a la Meunière, lenguado a la mantequilla. Simples pero perfectos.
3. Loose Blues Dining Room
Después de abrir hace un par de años la tienda de diseño y moda japonesa, los fundadores de Loose Blues decidieron redondear el concepto con un restaurante y una galería en el primer nivel. Su propósito es el mismo: difundir la cultura underground japonesa como reflejo de su estilo de vida.
Lee la reseña del nuevo restaurante-galería Loose Blues Dining Room.
4. Fonda Fina
“Aquí vas a comer rico”, asegura el chef Juan Cabrera mientras se llevan de la mesa un plato de fideo seco con chilaquiles. Fonda Fina es uno de esos lugares con un nombre lúdico que, literalmente, describe lo que te espera.
Imperdible: el sope de pork belly y los peneques rellenos de requesón.
Lee: Fonda Fina, cocina mexicana con un giro inesperado.
5. Huset
Nada ha cambiado en el restaurante del chef venezolano: la comida que sale de su cocina sigue siendo la misma, honesta y deliciosa. En una ciudad donde la gastronomía se ha vuelto sinónimo de sofisticación, da gusto comer en un espacio relajado que recuerda al campo y a la naturaleza, y donde la comida sencillamente bien hecha es la protagonista.
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6. Lucas Local
Siguiendo la línea de su restaurante pop-up, el arte y el diseño están presentes en cada rincón de Lucas Local: desde los techos hasta las mesas, pasando por las barras, la herrería de las ventanas y su jardinería, e incluso en los baños. Es quizás el restaurante donde más veces se escucha decir a los comensales “¡Tienes que ir a ver los baños!
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