Entre los grandes retos que me planteo cada semana está la bici de montaña; nada me parece más placentero que escapar de la ciudad junto con mi compañera de dos ruedas.
Tan sólo durante el camino hacia dicha aventura, que normalmente practico en el Desierto de los Leones, mi corazón late incesantemente, mientras me traslado en mi vehículo sintiendo la firmeza y estabilidad de su dirección al volante. Un poco de música envolvente con mis canciones favoritas incrementa el ánimo por alcanzar nuevas metas.
Al llegar, desmonto mi bici, rodeado de un ambiente relajado y boscoso que me permite percibir y respirar la naturaleza a mi lado.
A continuación trazo la ruta: no me gustan los trayectos para principiantes; sortear desafíos forma parte de mi carácter y me permite continuar la semana con nuevos bríos.
Siempre hay que surcar los senderos más complicados, los que están llenos de dificultades, porque al final sé que tomar la decisión correcta en el momento exacto es una forma auténtica de alcanzar la cima y sentir que se vive el lujo plenamente.
Me satisface a cada momento descubrir que, con mi propia convicción y fuerza física, soy capaz de lograr objetivos, sin importar los impedimentos. Y así afirmo mi afinidad por los deportes extremos, un pasatiempo que me permite estar siempre al límite y buscar continuamente nuevos proyectos. Así son mis tardes, así es nuestro lujo, nuestros momentos.