1. Rizado de chocolate en Parque Coppelia
Hay dos formas de disfrutar un helado —ultradulce y cremoso— en este parque-heladería, corazón del barrio El Vedado: pagar el equivalente a dos dólares en pesos cubanos convertibles (cuc) en los quioscos para turistas y tenerlo en las manos en menos de tres minutos o hacer una fila de más de hora y media, pagar apenas una fracción del precio y sentarse dentro de una especie de platillo volador con mesas (o en la barras comunales) para hacer nuevos amigos e intercambiar las últimas noticias.
2. Campus de la Universidad de La Habana
Al pie de la escalinata de una universidad con casi 300 años de historia, uno difícilmente se podría imaginar que será una estatua en bronce, la cual representa a esta alma máter, la que les da la bienvenida a los visitantes con los brazos abiertos. Entre sus edificios destacan la Biblioteca General, con su fachada art decó; la Escuela de Ciencias, con un patio interior enmarcado por un espectacular portal; y la Rectoría, con su magnífico pórtico neoclásico.
3. Calle Mercaderes, La Habana Vieja
Totalmente restaurada por la Oficina del Historiador, esta calle peatonal se encuentra ahora adoquinada y es una réplica casi exacta de la original (construida en el siglo xviii). Tiendas, restaurantes y museos, la mayoría de entrada gratuita, ofrecen espacios íntimos donde lo mismo se puede tomar lecciones de salsa que disfrutar un ron Collins para sobrellevar el calor del mediodía.
4. Escuelas Nacionales de Arte de Cubanacán
Un par de años después del triunfo de la revolución, Fidel Castro y el Che Guevara jugaban golf en las instalaciones abandonadas del Habana Country Club y, mientras lo hacían, idearon este conjunto de increíbles edificios y jardines para llevar la cultura a todo el pueblo cubano. En sus aulas se han formado decenas de los artistas más importantes del país, y es uno de los ejemplos más destacados de la arquitectura cubana contemporánea.
5. Café Teatro Miramar
Este nuevo club se ha ganado rápidamente la reputación de ser el lugar perfecto para escuchar a algunos de los mejores músicos de la isla. Lejos de las hordas de turistas, al entrar te da la sensación de que estás entre amigos; aquí se puede comer bien, beber bien (ron, por supuesto) y disfrutar de los mejores conciertos de jazz, con precios diseñados para una audiencia local.