Luego de un desayuno ligero frente a la Plaza San Jacinto, veinte socios de Club Travesías se reunieron muy temprano en el Café Borola para un encuentro cultural con uno de los barrios emblemáticos de la Ciudad de México: San Ángel. Hogar de artistas como míticos Diego Rivera, este barrio está compuesto por angostas calles empedradas y callejones de ensueño. Era un pueblo colonial que quedó atrapado por la mancha urbana de la ciudad. Pero a pesar del tiempo, aún se esconden cientos de secretos y qué mejor que descubrirlos junto a un experto como Álvaro Aréstegui, historiador y cronista mexicano.
Con zapatos cómodos, la caminata empezó por estas calles donde estuvo el asentamiento prehispánico conocido como Tenanitlán, que significa “el lugar de las murallas” por el pedregal que cubría la zona. “Sus pobladores desarrollaron el tallado de piedra, eran canteros que labraban metates y molcajetes, entre otros artefactos”, dice Aréstegui.
En seguida, caminando hacía el sur, se sitúa lo que fue el colegio de monjes carmelitas dedicado a San Ángel Mártir que terminó dándole su nombre al barrio. Hoy hospeda al Museo del Carmen. La Orden de los Carmelitas fue una de las primeras en llegar a México a evangelizar, luego vendrían los franciscanos, dominicos, agustinos, entre otros. El atrio ocupaba grandes hectáreas que hoy son cruces de avenidas; y aún se conserva una cruz frente a la iglesia que se levanta con domos de azulejos. Aquí llegaban los peregrinajes que partían de Coyoacán donde se estableció Hernán Cortés, tras la derrota de Tenochtitlán.
En San Ángel sobreviven casonas y mansiones que fueron parte de fincas de nobles españoles. En algunas fachadas, todavía están los antiguos escudos nobiliarios de sus primeros dueños. Incluso, muchas de estas propiedades fueron parte de extensos monasterios expropiados en el siglo XIX; por lo que si se pone atención a una pared, una fuente o una ventana, encontraremos detalles barrocos. Sobre todo alrededor de la parroquia de San Jacinto, ermita que perteneció a los frailes dominicos. Por estas calles, corren cientos de leyendas de almas en pena, como la del Callejón de la Amargura, donde un soldado español venía a llorar todas las noches porque su amada se había casado con otro hombre.
“Avenida Revolución en un principio se construyó como una línea de ferrocarriles que conectaba San Ángel con la gran ciudad, trenes que luego se sustituyeron por tranvías hasta que la ciudad alcanzó este pueblo en los años cincuenta”, cuenta Aréstegui.
Hicimos una parada en la Tortería La Matraca, casi frente a la Plaza del Carmen, donde degustamos versiones gourmet de la famosa torta mexicana. Recomendamos las de pavo, bacalao y lomo adobado. El primer registro que se tiene de las tortas como tal es del siglo XIX, dice nuestro experto. Y para concluir esta experiencia por San Ángel, fuimos a la Galería Color Púrpura, sobre la calle Benito Juárez, donde uno encuentra un sinfín de artesanías. Ahí nos aguardaba una cata de mezcal con la que esta experiencia en San Ángel cerró con broche de oro.
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